Rancho Las Voces: De la crónica como boomerang
La inteligencia de Irene visita México / La Quincena

miércoles, octubre 19, 2005

De la crónica como boomerang

La escritura de no ficción vive un momento de auge en América Latina. Combinando la atracción periodística a la realidad con las dotes narrativas, un puñado de autores renueva el género

A las figuras como José Martí, Arlt, Villoro o Monsiváis se unen escritores con afán de experimentar


JORGE CARRIÓN


Martí

Artl



Barcelona, España. 19/10/2005 (Vanguardia) La crónica está que arde. Para empezar, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, con sede en Colombia y dirigida por Gabriel García Márquez, ha lanzado un premio en colaboración con Seix Barral Argentina. 20.000 dólares al mejor proyecto de libro de crónica. El jurado estará compuesto por tres grandes cronistas: el mexicano Juan Villoro, el argentino Martín Caparrós y el estadounidense Jon Lee Anderson. En consonancia, la escritora y editora Paula Pérez Alonso defiende el periodismo de autor y ha apostado, para iniciar la colección que dirige - Seix Barral Crónicas-, por una investigación (Con la muerte en el bolsillo. Seis desaforadas historias del narcotráfico,de María Idalia Gómez y Darío Fritz) y por un libro de viajes (Falsa calma. Un recorrido por pueblos fantasmales de la Patagonia,de María Sonia Cristoff).

Por si fuera poco, otras dos editoriales argentinas planean estrenar colecciones de crónica. Sudamericana la quiere llamar In Situ y baraja los nombres de Edgardo Cozarinsky y de Alan Pauls para las primeras entregas. Beatriz Viterbo, por su lado, piensa publicar uno o más libros al año en el seno del proyecto Idea Crónica, y empieza con una antología iberoamericana donde conviven cronistas consagrados como Carlos Monsiváis con autores que jamás cultivaron el género, como el poeta argentino Arturo Correa o la novelista chilena Damiela Eltit.

Mientras tanto, revistas de referencia por su apuesta por el reportaje literario, como la colombiana Gatopardo o la peruana Etiqueta Negra,continúan con su singladura. En compañía de otras, españolas. Letras Libres editó este verano una antología de crónicas hispanoamericanas. Y Lateral hizo convivir a escritores de ambos lados del Atlántico en su especial sin ficción,al tiempo que preparaba un congreso sobre el tema en colaboración con la Universitat Autònoma, a realizarse del 7 al 10 de noviembre.

¿Cuestión de género?

Quizá de los múltiples temas que suscita el presunto resurgimiento de la crónica en América Latina (boomerang de periódico retorno) quepa destacar el del género. En su bisemia. En el anverso: ¿de qué género hablamos cuando decimos crónica en este contexto? No hay respuesta clara, pero se trataría de un texto de autor, anclado en lo real y escrito con una alta exigencia lingüística (literaria), cuya extensión está más cerca de la short story o de la novela que del artículo periodístico. El riesgo, obviamente, está en la simbiosis entre procedimientos propios del periodismo y otros de la ficción. Ese peligro fue asumido por el género desde su gestación. José Martí, por ejemplo, escribió una vivísima crónica del Madrid que en 1881 festejaba el segundo centenario de la muerte de Calderón, sin moverse de Venezuela. Pero fue sobre todo a partir de la sacudida del New Journalism cuando los recursos de la ficción se incorporaron a la no-ficción para supuestamente aumentar su capacidad de narrar. A este respecto, Caparrós considera que "la crónica se ha anquilosado, era un mecanismo interesante y dio grandes resultados, pero desde hace décadas lo único que se hace es reproducir los resultados y no el mecanismo; el género está tan cristalizado como cualquier otro, el nuevo periodismo ya cumplió medio siglo haciendo lo mismo, por eso lo que me interesa ahora es recuperar el mecanismo y buscar nuevas formas".

En el reverso de la moneda del género, habría que preguntarse: ¿estamos ante un fenómeno diferente de los anteriores momentos álgidos de la crónica latinoamericana debido a la gran cantidad de escritoras que la practican en la actualidad? A figuras indiscutibles como las antes mencionadas, o las de Tomás Eloy Martínez o Luis Rafael Sánchez, y las de jóvenes con obras potentes como los chilenos Cristian Alarcón y Juan Pablo Meneses o el mexicano Fabrizio Mejía Madrid, hay que sumarles la experimentación gender de Pedro Lemebel y los nombres - generacionalmente posteriores al de Elena Poniatowska- de la mexicana Alma Guillermoprieto, de las argentinas Leila Guerriero y María Sonia Cristoff o de la joven peruana Gabriela Wiemer, entre muchas otras.

De estas cuatro quizá sea Guillermoprieto la de trayectoria más reconocida (ha publicado recientemente aquí La Habana en un espejo,reseñada en la página siguiente de este Cultura/ s).Guerriero publica ahora Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico (Tusquets Argentina), investigación sobre una serie de suicidios de adolescentes, cuya primera aproximación apareció en Gatopardo.Por su lado, Cristoff, además de publicar sus propios libros de no ficción, con el viaje y la soledad como protagonistas, dirige el proyecto Idea Crónica.

Sobre la perspectiva de género, Wiemer, habitual de Etiqueta Negra e impulsora del congreso de Lateral,lo tiene claro: "Mi idea personal es que hablar de una perspectiva femenina en el periodismo es tan insensato como hablar de literatura femenina, con independencia del lugar del mundo donde uno escriba. Lo femenino no es un rasgo estilístico". Sin embargo, a diferencia de Cristoff o de Guerriero, cuyos temas podrían haber sido abordados perfectamente por unre-portero, Wiemer está trabajando con realidades vedadas para la mirada y la voz de un hombre: "Lo que sí acepto es que ser reportera te permite hacer cosas que no podría hacer un reportero. Y esto resuelve de cierta manera una crónica. Por ejemplo, yo no habría podido entrar en la casa de un polígamo, ni dormir con sus mujeres, para luego narrarlo en una crónica. Tampoco habría podido donar un óvulo para contar la historia de las jóvenes donantes en Europa".

La sin ficción latinoamericana está emparentada con el modernismo de principios del siglo pasado. Fue la generación de José Martí y Rubén Darío, la misma que adaptó el simbolismo poético a la métrica en castellano, la que tradujo a nuestro idioma las tendencias del periodismo norteamericano o francés. El resultado se publicó en las décadas siguientes en diarios de tanta repercusión como La Nación de Buenos Aires o El Nacional de Ciudad de México. Roberto Arlt, en la primera mitad de siglo, paseó su técnica de aguafuerte desde la capital argentina hasta el País Vasco o Marruecos. Si Martí hacía crónicas desde Venezuela de eventos madrileños, Arlt firmó también recreaciones literarias de cables firmados por agencias.

El viaje y el cosmopolitismo son factores imprescindibles de la crónica. De hecho, muchos de los cronistas que circulan por este artículo viven o han vivido en Barcelona. Sin embargo, no se puede hablar de vasos comunicantes entre América Latina y España en lo que a este género respecta. Allí siempre ha tenido más importancia y soporte institucional que aquí. Según Juan Villoro, que presenta en estos días su libro de crónicas Safari accidental (Joaquín Mortiz, Grupo Planeta), esa circunstancia tendría que ver con que "la realidad latinoamericana, siempre convulsa o por lo menos complicada, reclama testigos de excepción", porque "durante demasiado tiempo nuestros gobiernos crearon una ficción que llamaron historia oficial y que ameritaba una versión oponente: las verdaderas noticias latinoamericanas se han dado en las páginas vivas y no siempre consultadas de los libros".

El presunto resurgimiento

La pregunta final es si un premio, algunas colecciones y tres o cuatro revistas constituyen una estructura suficiente como para hablar de un "resurgimiento de la crónica iberoamericana". Guerriero afirma no estar segura de "que ese tal auge exista y, si existe, estoy todavía menos segura de que no tenga los pies de barro. Salvo algunas revistas minoritarias latinoamericanas que las publican desde hace tiempo, no veo en los medios de difusión masiva ningún interés por publicar crónicas. Más bien todo lo contrario: se sigue propiciando la publicación de artículos cortos, repletos de fotos para lectores que no leen,y los editores de casi todos los suplementos de diarios importantes y revistas semanales se hacen cruces ante cualquier cosa que tenga más de 10.000 caracteres con espacios".

Pero Cristoff discrepa: "Me parece que esos indicios de resurgimiento van mucho más allá de una operación de la industria y que hay que suspender, al menos por un momento, la incredulidad frente a la idea del resurgimiento. Porque la irrupción de una discusión sobre el retorno de lo real está muy presente en la vida cultural contemporánea. En ese punto, creo que hay algo válido - y hasta perdurable-en estos indicios de resurgimiento de la crónica". El debate sigue abierto. Lo que está claro es que, sea fugaz o duradero, algún tiempo después de la caducidad del fenómeno que nos ocupa, la crónica resurgirá en América Latina. Su dinámica histórica ha sido la del boomerang.