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Escena del espectáculo en el Centro Cultural de la Ciudad. (Foto: RMV / RanchoNEWS)
C iudad Juárez, Chihuahua. Domingo 9 de noviembre de 2008. (Rubén Moreno Valenzuela / RanchoNEWS).- Imagino que Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673) hubiera sonreído complacido al contemplarse retratado en el espectáculo «Molière, el Hipocandriaco» del grupo La Biznaga Teatro, del Distrito Federal, dirigida y escrita por Arnaud Charpentier en colaboración con Fermín Zúñiga, con escenografía de Blanca Forzán. Obra invitada a la XXIX Muestra Nacional de Teatro y que fue escenificada muy disfrutablemente esta tarde en el Centro Cultural de la Ciudad.
La obra es sencillamente una joya de teatro de cámara.
El argumento se basa en los últimos días de vida del comediógrafo y actor francés, en los que en una semana tiene que escribir y montar una obra («El Enfermo Imaginario», 1673) para el rey Luis XIV; y que combina además –sintetizadas como la primera mencionada– otras dos obras que escribe con el tema de los médicos, que son «El Médico Fingido» (1666) y «El Amor Médico» (1658), con guiños de «La improvisación de Versalles» (1663); una obra en la que el autor aborda los entretelones de su compañía.
Este prodigio de síntesis es logrado por la magnífica interpretación de los actores Miguel Flores, Carlos Cobos y Ofelia Córdova; quienes en un ritmo vertiginoso van cambiando de personajes –con elementos simbólicos básicos– para ir dando curso a un ágil montaje sumamente divertido, donde la risa es la gran convidada.
Espectáculo logrado con una escenografía esencial pero sumamente efectiva; colocada a manera de escenario de manera horizontal, frente al público principal, y costeado por butacas tras bambalinas y delante de un fingido proscenio. Escenario delimitado por velas en el piso y sobre el bastidor de donde cuelga un telón rojo. El vestuario y la producción de Dora García también son notables.
La dirección es muy atinada y el ritmo de comicidad surrealista me ha hecho recordar a los Hermanos Marx.
Una comedia (bueno, tragicomedia: al final Molière muere) de un profesionalismo impecable que nos hace pensar en los médicos del siglo XVII y también en los del XXI.
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