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El escritor pulsa las teclas de la poesía y la narrativa con telón de fondo de Albania. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de junio 2009. (RanchoNEWS).- El más ilustre de los escritores albaneses ha construido una obra universal regida por las leyes del mito y la tradición secular. Según el jurado, Kadaré «narra con lenguaje cotidiano, pero lleno de lirismo, la tragedia de su tierra, campo de continuas batallas». Una nota de Silvina Friera para Página/12:
El más ilustre de los albaneses, Ismail Kadaré, ganó el Premio Príncipe de Asturias a las Letras. El escritor, pariente de Homero, asistió al derrumbe de un régimen cuyos escombros inflamaron añejos rencores y odios en toda la zona de los Balcanes. El flamante ganador del «Nobel Español» ha creado un cosmos literario en lengua albanesa de una extraordinaria versatilidad. Desde la pequeña ciudad donde nació, Gjirokäster, ha construido una obra universal regida por las leyes del mito y de la tradición secular. Conjugar belleza y un hondo compromiso a la hora de diseccionar cómo los regímenes totalitarios penetran en la vida cotidiana y la amenazan hasta transformarla en insoportable no es una empresa artística fácil de concretar. Pero el «Homero albanés» ha pulsado las teclas de la poesía y la narrativa con el telón de fondo de Albania, como espacio terrible y hostil, pero amado profundamente. El jurado del Premio subrayó que el autor de El general del ejército muerto «narra con lenguaje cotidiano, pero lleno de lirismo, la tragedia de su tierra, campo de continuas batallas. Dando vida a los viejos mitos con palabras nuevas, expresa toda la pesadumbre y la carga dramática de la conciencia. Su compromiso hunde las raíces en la gran tradición literaria del mundo helénico, que proyecta en el escenario contemporáneo como denuncia de cualquier forma de totalitarismo y en defensa de la razón».
«Es un premio de gran valor que alegraría a cualquier escritor del mundo que lo recibiera», dijo Kadaré, de 73 años, desde Tirana, la capital albanesa donde vive seis meses al año (el resto lo pasa en París). «Dedico el premio a la literatura y la lengua albanesas, desconocidas en el mundo», agregó el escritor, varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura, traducido a más de 40 idiomas y con 30 novelas editadas en España. Respecto de su eterna candidatura al Nobel de Literatura, el escritor señaló que con este premio sus expectativas de recibirlo «ni aumentan ni disminuyen», aunque reconoció que el Príncipe de Asturias podría desempeñar «un rol positivo». Kadaré nació en 1936. Tenía nueve años cuando padeció la ocupación nazi de su país. La honda impresión que le causó la Segunda Guerra Mundial se verá reflejada en una de sus novelas, Crónica de la ciudad de piedra. Ese bautismo con uno de los totalitarismos del siglo XX lo llevó a afirmar años después que «la dictadura y la verdadera literatura sólo pueden cohabitar de una forma: devorándose día y noche una a otra». Poco a poco, auscultando todos los pliegues y recovecos de la sociedad albanesa, como un médico que necesita encontrar los principales síntomas de una enfermedad para diagnosticarla, el escritor albanés descubrió que «la vida cotidiana, la vida normal, es el enemigo número uno del totalitarismo». A pesar de su formación ideológica, la literatura de Kadaré se ha desmarcado del dogmatismo estético socialista.
El Premio Príncipe de Asturias estudió Letras en la Universidad de Tirana y en el Instituto Gorki de Literatura Universal de Moscú, becado por el gobierno albanés. En 1960 decidió abandonar Rusia por la ruptura de relaciones entre la Unión Soviética y Albania. La decepción que le generó el sistema soviético la reflejaría posteriormente en El ocaso de los dioses de la estepa y El gran invierno. A su regreso a Albania se dedicó a escribir para distintas revistas de literatura y publicó sus primeros poemas. El reconocimiento dentro y fuera de su país le llegará a fines de la década del ’60, cuando publica la novela El general del ejército muerto (1967), que veinte años después será llevada al cine por Luciano Tovoli y protagonizada por Marcello Mastroianni. La obra narra la historia de un general italiano y un sacerdote católico que buscan los cadáveres enterrados del ejército de Mussolini por todos los rincones de Albania. En la novela El palacio de los sueños, publicada en 1981 y considerada por muchos como su obra maestra, denunció el régimen burocrático y autoritario de Albania que comandaba el dictador con pretensiones literarias Enver Hoxha. En 1990, un año después de la caída del Muro de Berlín, el escritor albanés pidió asilo político en Francia y desató una conmoción en su país por más que las autoridades calificaran el hecho como «el acto privado de un particular». Sus libros fueron retirados de las librerías albanesas donde ocupaban un lugar privilegiado, sólo disputado por las obras completas en 80 volúmenes del gran timonel Hoxha. «Por ser escritor, ya eras culpable. Y la notoriedad en tu país o el éxito en el extranjero, por modestos que fueran, te convertía en más culpable todavía. Incluso para la gente, como si al estar traducido a otros idiomas no quisieras a tu pueblo. Pero siempre digo que la literatura no es víctima de nada».
El autor de Cuestión de locura, Spiritus, Abril quebrado, Tres cantos fúnebres por Kosovo y El puente de tres arcos, entre otros títulos, está convencido de que la gran literatura es más fuerte que las tiranías. Desde París observó la sombra que su propio pueblo proyectaba sobre Europa, la de una Albania sumida en el caos y la pobreza, golpeada puertas adentro por el colapso del sistema bancario y castigada desde afuera por los conflictos étnicos de Kosovo y Macedonia. A esta devaluación de la imagen de «lo albanés» se añadieron las actividades de las mafias y la vinculación entre la guerrilla albano-kosovar y el dinero proveniente del tráfico de heroína para echar más leña al fuego de la sordidez. El compromiso de Kadaré jugó un destacado papel en el esclarecimiento internacional del drama de los albaneses de Kosovo. Como quien busca la paja en el trigo, el escritor albanés iluminó las contradicciones del poscomunismo y de la instalación del capitalismo en su país, un asunto al que dedicó Frías flores de marzo, una ácida visión del vacío moral que llegó de la mano de la transición.
Este hombre que huyó de su aislada «tierra de las águilas» (el significado del nombre autóctono de Albania) y recorrió el mundo a través del francés y el español –gracias a sus traductores Yusuf Brioni y Ramón Sánchez Lizzarralde– no se ha dejado «tentar por mudar de lengua» como Milan Kundera. «A veces mis libros tienen un sonido arcaico, otras mitológico, otras ultramoderno, o una mezcla de todo ello», admitió el escritor. En Los tambores de la lluvia –novela histórica que tiene por escenario la Albania del siglo XV, cuando la ciudad Kruja fue sitiada por el ejército turco–, Kadaré pone en boca de un personaje turco lo que ha hecho el escritor albanés con su obra: un canto épico al asedio. «¿Alguna vez has pensado en el terrible poder de un canto? La batalla librada hace un mes, por ejemplo, se tradujo en un canto trágico. Si yo me expresara como tú, diría que esta guerra, transformada en canto, discurrirá a través de los siglos, como un banco de niebla llevado por el viento. La guerra termina, pero el canto seguirá transmitiéndose de generación en generación». Testigo fundamental de todos los horrores del siglo XX, Kadaré seguirá cantando y contando su indómita «tierra de las águilas».
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