«Hoy tenemos una Iglesia católica que sale a las calles de la misma manera que lo hicieron al final del sexenio de Lázaro Cárdenas, años marcados por el sinarquismo, la creación del PAN y grupos como El Yunque», afirma Pedro Ángel Palou en entrevista con La Jornada. (Foto: María Luisa Severiano)
C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de diciembre de 2016. (RanchoNEWS).- Ni santo ni mago ni un ser caído del cielo, cuyos logros como presidente de México se dieron de manera fácil y sencilla, Lázaro Cárdenas (1895-1970) fue, eso sí, garbanzo de a libra, porque una sola de sus cualidades marcó el destino de un país: jamás hizo algo como jefe de Estado en beneficio de intereses personales. Mónica Mateos-Vega reporta para La Jornada.
Así describe el escritor Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966) al personaje central de su reciente novela Tierra roja (publicada por Planeta), la cual no es una biografía exhaustiva de uno de los mejores presidentes que ha tenido México.
El libro narra, sobre todo, la vida de la nación durante el sexenio cardenista, entrelazada con historias de detectives y nota roja, pero también enfocada a mostrar el lado humano del hombre que se atrevió a impulsar el reparto agrario y la expropiación petrolera, entre otros logros, después de los turbulentos años de la Revolución.
El estado de bienestar, casi enterrado
En entrevista con La Jornada, Palou dice que «no existe ningún otro presidente en la historia de México del que haya una profunda unanimidad en términos de reconocer su altura moral o su altura de estadista, pero al mismo tiempo que haya provocado tantas reacciones o que situaciones actuales nos sigan remitiendo a él.
«Por ejemplo, hoy tenemos una Iglesia católica que sale a las calles de la misma manera que lo hicieron al final del sexenio de Cárdenas, años marcados por el sinarquismo, la creación del PAN y grupos como El Yunque, cuando el padre de Carlos Abascal (secretario de Gobernación en el sexenio de Vicente Fox), Salvador Abascal, arengaba por todo el país, de la misma manera que sucede ahora, por no dejar que se avanzara en materia de derechos civiles y de las minorías.
«Es absurdo que este sexenio haya terminado por completo con lo que quedaba del legado cardenista con sus reformas energética y educativa y sus ataques a las normales rurales –una de las herencias más importantes de la educación socialista que impulsó Cárdenas–, y lo que aún está en el escritorio de algún legislador: una reforma laboral que va a terminar por enterrar lo poquito que queda del estado de bienestar que se afianzó en el cardenismo y que de alguna manera representaba que dejara de ser letra muerta la sagrada escritura de Cárdenas: la Constitución de 1917.
«Cárdenas fue un legalista, un demócrata convencido de que le tocó el momento histórico de frenar el caudillismo, de terminar con el maximato, de institucionalizar al país y de cumplir la ley obedeciendo la Carta Magna; eso significaba repartir la tierra masivamente. No hay un presidente que haya sido más incansable en esta tarea, claro, con algunos errores por la rapidez, pero también por reacciones de la oligarquía.
«Él estuvo convencido de que había que recuperar la tierra, luego el subsuelo, y brindar una educación que realmente implicara un cambio de vida, educación socialista que provocara que la energía social del pueblo mexicano, como la llamaba, tuviera una consecuencia real en el salario y en la equidad.»
Generador de dilemas
El relato de Palou no se centra sólo en la vida de Cárdenas, «es una novela política, sobre sus decisiones y su círculo rojo, con énfasis en sus seis años de gobierno, con un antes, donde lo pongo a leer La sombra del caudillo, y un después, que explica quién fue este sabio político que sabía leer muy bien los contextos, los tiempos, lo cual para un muchacho que no terminó la primaria es asombroso.
«Para que todo esto no fuera aburrido tomé un personaje de otra novela, al detective Filiberto García, de El complot mongol, con permiso del hijo del autor Rafael Bernal. No fue sólo una gracejada. Resulta que el propio Filiberto dice en su novela que mató a dos generales villistas y que estuvo en la rebelión de Saturnino Cedillo (militar que participó en la guerra cristera), entonces tuve el pretexto ideal para hacer una suerte de precuela de El complot mongol, cuyo tono se complementó muy bien con Tierra roja.»
Entre historias de nota roja y descripciones de la vida cotidiana del México de esos años, se perfila un Cárdenas «que llora, se da tiempo para leer cuentos de Salgari a su hijo, pero que tuvo enorme dificultad para tomar sus decisiones y que hasta el último momento dudó de expropiar el petróleo, porque le daba mucho miedo una intervención estadunidense.»
En las páginas de Palou se describe desde la cachetada que Francisco J. Múgica da a Lázaro al salir de una cantina hasta sus cuitas de amor, «pero no es un Cárdenas edulcorado ni descafeinado, sino un Cárdenas humano, que no resuelve problemas, sino que genera dilemas, porque toda solución política en un país complejo crea otro problema. Un Cárdenas creador de utopías con grandes posibilidades de volverse realidad.»
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