.
El director Joel Coen, las actrices Tilda Swinton y Frances McDormand, los actores Brad Pitt y George Clooney y el otro director Ethan Coen, en la Mostra de Venecia 2008. (Foto: Vittorio Zunino Celotto)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de agosto de 2008. (RanchoNEWS).- Los Coen inauguran la Mostra con Burn After Reading, considerada un ejemplo de alta comedia, la cinta es una parodia del cine de espionaje respaldada por George Clooney, Brad Pitt y Tilda Swinton; mientras que el filme italiano Un giorno perfetto, de Ferzan Özpetek, que aborda la violencia de género como un simple suceso, fue criticado por su «nacionalismo» y la cinta del director hongkonés You Lik-way, Dangkou (Plastic City), tampoco gozó de buena fortuna entre los críticos, según reporta desde Italia la agencia EFE:
« »
Los hermanos Coen, respaldados por la presencia estelar de George Clooney, Brad Pitt y Tilda Swinton, abrieron a carcajadas la Mostra de Venecia con Burn After Reading, una parodia del cine de espionaje con la que firman un producto redondo pese a su vocación decididamente menor.
«Esta vez buscamos primero a los actores y luego escribimos para ellos los personajes», explicó en rueda de prensa Ethan Coen y, con nombres tan destacados en el reparto –hay que sumar también a la esposa de Joel, Frances McDormand, y a John Malkovich–, consiguieron hacer «una visión particular de las películas de Jason Bourne», según ellos.
Teniendo en cuenta que todos los personajes del filme son «profundamente estúpidos», las reglas del cine de espionaje se ven profundamente adulteradas y los actores presentes hoy en Venecia intentaron no darse por aludidos. «No sé si sentirme halagado o insultado», dijo Brad Pitt en una de sus escasas intervenciones.
Efectivamente, Burn After Reading tiene como detonante la imaginación de personas profundamente aburridas con sus vidas y cuyas paranoias les embarcan en una trama criminal que, aun en su absurdo, se cobrará numerosas víctimas.
Pese a que los Coen retoman con sorna las rivalidades entre Estados Unidos y Rusia y ponen a jugar en la misma partida a dos mundos tan opuestos como la CIA y un humilde gimnasio de Washington, «la película no tiene ninguna lectura política, es un mero divertimento», enfatizó George Clooney, que abandona momentáneamente el lado más comprometido de su carrera.
Burn After Reading fue, no en vano, escrita por los hermanos Coen durante el rodaje de No Country for Old Men (2007) y, en todo momento, planea sobre ella el concepto de contrapunto al ambiente opresivo que les dio el Oscar. Así, la película se convierte en una suerte de reunión de amigos, en la que Clooney vuelve a encajar como un guante en el patetismo cómico de los dos hermanos, a la vez que embauca en el tándem a su compañero de fatigas en la saga de Ocean's Eleven, Brad Pitt, y a Tilda Swinton, quien le secundó en Michael Clayton (2007).
Todos ellos cumplen su trabajo de manera brillante y, afortunadamente, el público no queda excluido de esta fiesta en la que, como en las grandes comedias, la ligereza camina sobre un intrincado colchón argumental que consigue que en ninguna pirueta de guión haya peligro de caer el vacío. «La sensación de improvisación que transmite la película demuestra la calidad del guión que Ethan y Joel han creado», aseguró Tilda Swinton, la única que puso un punto reflexivo en una rueda de prensa en la que se percibió y agradeció la camaradería pero faltó el contenido.
Los Coen, tradicionales asistentes de Cannes, han intercambiado este año sus papeles de «niños bonitos de festival» con Woody Allen, habitual en Venecia y que este año llevó su Vicky Cristina Barcelona al certamen francés también fuera de concurso.
Es la tranquilidad que da el estar fuera de concurso. «En los premios confluyen muchos intereses, muchas veces más relacionados con las productoras que con la propia película», aseguró Joel Coen después de vivir un año triunfal gracias a su anterior película y de haber triunfado en Cannes con filmes como Barton Fink (1991) y Fargo (1996).
Aun sin competir, Burn After Reading abre el apetito para la edición número 65 de este festival que, hasta el día 6 de septiembre, verá desfilar por sus pantallas obras de autores como Takeshi Kitano, Guillermo Arriaga y Jonathan Demme.
La película inaugural ha apostado claramente por la intrascendencia. «Después de todo, ¿qué hemos aprendido?», se pregunta un personaje en la hilarante escena final de la película. Burn After Reading sin embargo es, pese a su falta de pretensiones, toda una lección de cine.
La actriz Stefania Sandrelli, una de las actrices de Un giorno perfetto. (Foto: Claudio Onorati)
La polémica de Un giorno perfetto
Un giorno perfetto, la primera película italiana proyectada hoy en la sección de competición del festival de cine de Venecia, ha dado nuevos argumentos a quienes han criticado que este año la Mostra está marcada más por el nacionalismo que por la calidad.
Pero, sorprendentemente, el filme no aborda la cuestión como un problema social, el de la violencia de género, sino que lo trata como un mero suceso.
Incluso, el director se despega del problema social de la violencia de género al plantear la trama en el ámbito del asesino psicópata.
«Desear a una persona de la forma que se muestra en un Giorno perfetto es una cosa que me fascina mucho. No se comprende quién es la víctima y quién el verdugo», escribe Özpetek en el catálogo de la Mostra.
Durante la película, ese «deseo» del que habla Özpetek lleva a Antonio a golpear a su mujer, acosarla, intentar violarla y matar a los dos hijos del matrimonio.
Özpetek asegura, en el cuaderno publicitario de la película, que al final «el único verdugo es la vida» y que su pretensión ha sido que el espectador «intente comprender» las acciones de los personajes.
«En los periódicos se puede leer acerca de 'monstruos' que matan y de cosas horribles que pasan, pero la película muestra el espíritu de estos 'monstruos' que, después de todo, son personas como nosotros», añade Özpetek.
La película se basa en la novela del mismo título del escritor Sandro Petraglia, si bien el director italiano reconoció en rueda de prensa que ha cambiado bastantes cuestiones del libro.
Entre esos cambios figuran la «suavización de la violencia», la sustitución de un homosexual por una mujer (lo que aseguró es más por estética que por moral), la inclusión de un personaje que parece ser un ángel y el cambio de los lugares donde está ambientada la novela.
Y así, a fuerza de cambiar la novela, ha habido espectadores que han opinado que «el libro es muy bueno, pero la película es muy mala».
Un sentimiento que ha venido a confirmar las críticas contra la deriva nacionalista de la Mostra, que este año ha colocado cuatro películas en la sección en competición, sin que la calidad del cine italiano actual parezca justificarlo.
Unas acusaciones, como las del semanario alemán Der Spiegel, han obligado a intervenir al ministro de Cultura italiano, Sandro Bondi, quien justificó la presencia de los filmes nacionales, porque durante años «se había criticado» su ausencia.
La acusación de un «excesivo patriotismo» coincide con un momento en el que, tras la llegada de Silvio Berlusconi al poder, el país está bajo la sospecha de ser xenófobo por su campaña de expulsión de inmigrantes.
Cartel de la cinta. (Foto: Archivo)
Dangkou
En la sección en competición también se ha visto hoy Dangkou (Plastic City), del director chino You Lik-way, ambientada en un barrio de Sau Paulo (Brasil), con una fuerte inmigración japonesa.
De acuerdo con el catálogo de la Mostra, la película debería mostrar el mundo de la corrupción y el mercado negro de las falsificaciones piratas, controlado por las mafias en connivencia con los políticos.
Sin embargo, esa trama es difícil de seguir en la película, que desde el primer momento se muestra más como un trabajo de «video-arte» que como cine.
Así lo reconoció su director en rueda de prensa cuando explicó que Dangkou no pretendía mostrar una cuestión social de forma real, sino a través de «una propuesta informal».
Lik-way ahondó en esa opinión cuando dijo que lo que más le había costado era encontrar «la forma».
Una forma que al final lleva a una descomposición de la realidad tal que la película llega a desentenderse de la trama para mostrar en imágenes artísticas viajes alucinógenos y batallas urbanas más propias del cómic y del dibujo animado que del cine.
La pregunta que queda siempre en el aire con este tipo de películas es si deben ser proyectadas en un festival de cine o en un museo de arte contemporáneo.
REGRESAR A LA REVISTA