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jueves, noviembre 20, 2003

TELEVISION

“Book show”

Skármeta ha conducido el programa tele-literario de mayor éxito en el ámbito hispánico

MIKE IBÁÑEZ - 19/11/2003 / LA VANGUARDIA


Aunque el premio Planeta en sí es un rito social decadente, la concesión del gordo a Antonio Skármeta (Antofagasta, 1940) igual sirve indirectamente para animar el alitósico panorama televisivo cañí. En una de las crónicas leídas sobre la gala –decadente– del Planeta, la intrépida cronista decía que se especulaba en alguna mesa sobre las futuras ventas de la obra de un rostro no demasiado mediático como el de Skármeta. Vale. Pese a ser de una idiotez apabullante el comentario, lo seguiremos. Igual su cara no será mediática pero de “lo mediático” dudo que haya nada que enseñarle a Skármeta. Entre otras cosas por estar involucrado a tope en el programa tele-literario de mayor éxito en lengua española de los últimos tiempos ¡y encima entretenido! Su nombre: “El show de los libros”.

La receta del show no por sencilla es menos resultona. Hacer un programa no pomposo, accesible. Hablar de libros y literatura pero relacionándolos de manera natural con otras expresiones paralelas como cine, música, televisión..., preparar alguna breve dramatización para introducir alguna temática y... bingo: un montón de fieles seguidores en Chile, donde se emite originalmente desde 1992 “El show de los libros”. Tres meses al año, una hora semanal al final del “praimtaim” dominguero en la TVN, la tele nacional chilena. Ratings y shares y tal notables desde los primeros tiempos. Un fenómeno. Una fórmula. By Skármeta y Arturo Navarro, los creadores del formato.

Recuerdo a Skármeta por España el año 1997 intentando colocar en alguna cadena la fórmula, avalada entonces, insisto, por un millón de espectadores de media (una ratio que en proporción TV-España sería un programa con tres millones de espectadores). Y estamos hablando de un programa no ya cultural, sino sobre libros. Pues bien, Skárm se fue de España como había venido. Nadie que yo sepa se interesó en serio por el show. Ninguna tele, ni pública ni privada ni mediopensionista, le dio cuartel.

Skármeta se atreve a darle poder al libro desde una trituradora de ideas como es la pequeña pantalla. Y lo lleva logrando desde hace más de una década con el show, y algo menos –desde el año 1999– con “La torre de papel”, proyecto similar encargado a Skármeta por el Discovery Chanel, viéndose por toda América, audiencia hispana de EE.UU. incluida. Y así, temas y temas para noches y noches de “biblioshow” catódico: de París a la calvicie. Del insomnio al otro yo. Mapas y atestados. Y Skármeta permitiéndose lujos como por ejemplo charlar en una edición del show con el mismo mismísimo padre de kAfkA para que éste intente comprender al hijo escritor. Tele/realismo mágico o así. Guiños, buenos actores, trabajar duro para lograr tres meses notables de emisión. Y entretener. Sin banalizar.

A partir de ahí todo es posible, hacer al espectador cómplice, mostrarle un universo –el literario o así– menos lejano de lo que le pueda parecer. Deleitar enseñando o viceversa. Desatar bibliofilias, bibliomanías, ¡bibliopatías! Y que aumente el vicio de la lectura en Chile, país ya de por sí leído: en cuanto a vigor e inquietud cultural, los países del Cono Sur actualmente dan de patadas en muchos aspectos a la Metrópolis, hay menos papanatismo –y menos dinero, ergo menos vividores– que aquí. Caiga quien caiga.

Y es justamente aquí, en la Metrópolis, donde se dan las condiciones óptimas para que un programa como “El show de los libros” se hiciera una parroquia en un visto y no visto. El libro está de moda. La programación específica de libros suele ser tan estimulante como lo pueda ser el suelo de un camping. Skárm no tendría ni que matarse. Y además, ahora no hay excusas como cuando vino en 1997: ahora es un chico Planeta. Y Planeta, además de vender libros y libros en plan industrial –de Skármeta y de otros–, también corta el bacalao en algún canal de tele. Pues que además del premio Planeta le den al pollo un programa de libros en donde sea. Y a ver qué pasa