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lunes, noviembre 17, 2003

Novela

Con mordacidad inglesa


Reputado autor teatral y guionista británico, Alan Bennett hace del humor más afilado, comparable con Wodehouse o Evelyn Waugh, su razón de ser. Lo demuestra en dos novelas breves aparecidas simultáneamente

Bennett retrata a políticos, aristócratas, músicos, actores, novelistas, parejas burguesas, jóvenes ambiguos, ciudadanos anónimos que componen una sorprendente mezcolanza de castas dentro de un acuario de cristal perfumado con incienso Una frase, un escueto diálogo, bastan para descoyuntar los códigos de la sociedad británica moderna

ROBERT SALADRIGAS - 12/11/2003 / LA VANGUARDIA

Recuerdo que Guillermo Cabrera Infante se preguntaba en un artículo cáustico como todos los suyos si en verdad existía el humor inglés. Quizá nadie con más atributos que él, cubano naufragado en las aguas del Támesis, para reconocer lo sustancial de una naturaleza ácida que es pilar de la buena literatura inglesa. La tradición no ha conocido desmayos desde el pícaro “Tom Jones” de Henry Fielding hasta la vena satírica de Oscar Wilde o el elegante ramalazo de causticidad que atraviesa la obra cumbre de Anthony Powell, “Una sinfonía para la música del tiempo”.

Entremedias hay unos cuantos autores por los que siento un inagotable agradecimiento. Pienso en los jocosos libros de P. G. Wodehouse y Jerome K. Jerome, en la maliciosa y excelsa ironía de Evelyn Waugh, todos ellos asentados en el olimpo de la intemporalidad. O en su legítimo heredero Tom Sharpe. Y de repente hago un alborozado descubrimiento: dos brillantes novelas breves, dos piezas maestras de Alan Bennett (1934) aparecidas simultáneamente, “Con lo puesto” y “La ceremonia del masaje”, que acabo de engullir sin respiro, como si detenido en el área de descanso de una autopista hubiera soñado que el peligroso espectáculo de la velocidad sin rumbo ni sentido podía resultar cómico.

Eso es exactamente lo que consiguen las historias narradas por Alan Bennett. No me causa sorpresa. Bennett es hoy día uno de los más reputados autores teatrales y guionistas británicos. ¿Recuerdan “La locura del rey Jorge” (“The madness of George III”), pieza de teatro llevada al cine que contó con la poderosa interpretación de Nigel Hawthorne? Bennett también vertió a la pantalla la trágica vida del “maldito” y casi clandestino escritor Joe Orton en “Ábrete de orejas” (“Prick up your ears”), y es el creador de una serie televisiva que tuve ocasión de ver y me pareció extraordinaria, “Talking heads”, así como de “An englishman abroad”. Alan Bennett a la vez actúa, y en efecto su rostro me es familiar aunque no consigo fijarlo. Pero lo que ahora cuenta es su tremenda habilidad para, en muy pocas páginas y exprimiendo la esencialidad de la prosa, relatar en clave de absurdo dos historias ancladas en la realidad cotidiana de los protagonistas que los llevan a un viraje radical en sus vidas.

“Con lo puesto” (1998) nos habla de un matrimonio londinense de clase media y sin hijos que una noche, al volver de la ópera tras gozar literalmente (sobre todo el insufrible marido abogado) de la velada con el “Cosí fan tutte” de su venerado Mozart, se encuentran el piso reducido a las paredes. Los cacos se lo han llevado absolutamente todo, incluso el papel higiénico. Luego averiguarán que se trata de una inverosímil broma que sin embargo trastoca la rutina familiar, súbitamente deriva hacia el drama y procura a Mrs. Ransome, la apocada esposa, la ocasión de “arrancar” de nuevo desde el kilómetro cero.

En “La ceremonia del masaje” (2001), el genio mordaz de Bennett alcanza una magnitud comparable con el más afilado Evelyn Waugh, pero sin su rencor. En una celebración religiosa en memoria del joven masajista Clive Dunlop, muerto accidentalmente en Perú, oficiada por el también joven párroco y cliente ocasional del finado, el reverendo Geoffrey Jollife, supervisado a hurtadillas por su superior Treacher, congrega una pequeña multitud de celebridades que sin previamente saberlo tienen en común su relación con Clive. El ritual mortuorio propicia un delirante espectáculo de vanidades humanas e impúdicas miserias apenas veladas que luego, a la salida bajo la fina llovizna, con la apresurada dispersión de los asistentes devueltos a la impasibilidad de sus máscaras sociales, serán olvidadas. Pero alguien, a raíz de aquel día, no podrá simular por más tiempo que es ajeno a lo que subyace en su realidad aparente.

El humor inglés nunca es hiperbólico ni benevolente, sino que, muy al contrario, subyuga al lector por su implícita malignidad. Las secas pero elegantes pinceladas con que Alan Bennett retrata la extraña fauna reunida en St. Andrew Upchance, políticos, altos funcionarios, aristócratas, abogados, músicos, cantantes, actores, novelistas, parejas burguesas, jóvenes ambiguos, algunos, pocos, ciudadanos anónimos que juntos componen una sorprendente mezcolanza de castas dentro de un acuario de cristal perfumado con incienso, revelan una fulminante clarividencia, jocosa, eso sí, pero acerada. Creo que no se puede sugerir más con menos retórica literaria. Las palabras vienen a ser dardos que hacen sangre pero no hielan la sonrisa de quien advierte con asombro cómo una frase, un escueto diálogo, bastan para descoyuntar a tipos que representan modelos y códigos vitales de la sociedad británica moderna.

Considero que todo es sencillo y también profundamente complejo en la geografía de Alan Bennett dibujada en estas dos pequeñas exquisiteces que me han proporcionado el placer de disfrutar con la inteligencia serena y afilada de un autor al que uno no vacila en recomendar a los amigos bajos de ánimo, cuando le piden el auxilio de una lectura de calidad para divertirse y no olvidarla tras pasar la última página. Hagan la prueba.


Alan Bennett
“Con lo puesto” / “La ceremonia del masaje”
Traducción de Jaime Zulaika
ANAGRAMA
123 / 118 PÁGINAS
11 EUROS CADA UNO