Dos eneros
Hizo cuentas dijo
en voz alta los años de sus muertos
era la última noche: las doce uvas
pulió y lijó dos cucharas de madera
la grande y la pequeña
ni olor ni sabor
los guisos del tiempo ido
crece la melancolía de los dos eneros
sueños que se olvidan turrones caídos
y una canción de Atahualpa Yupanki
¿cómo son las culebras -imaginables-
las culebras blancas que anidan en la nieve?
Filtrado
Un rayo de luz
traspasó el vaso de agua
fue filtrado; mínima
derivación de la transparencia
un pensamiento negro
sucede ya
varias veces al día.
Como si fuera ley
Buscaba la llave una vez más siempre la última
quería abrir la puerta salir a un patio diminuto
soleado
allí esperaba quien más le quiso en el mundo
un soplo en los labios despejaba la pregunta
¿por qué desapareces?
era sólo un buscar sin más beneficio
aquí todo nada lo mismo
los rizos de la repetición
adornan la cabeza de otro tiempo
la casa la misma reunión cada noche
sin peso vuelve a una mesa de mármol
cada noche la misma alegría enreda con mano suave
aquellos rizos en un ciclo: todo o nada
vive en lo mismo: guitarra de la infancia sin secreto
mesa inmóvil y un privilegio (no hay día sin que vuelvan los nombres de los primos, sin que alguien trepe a las ramas de ese árbol que
está muerto y en las noches del verano parece revivir)
brota aquí un jardín repetido
un privilegio con ramas y raíces (los fondos de la casa guardan un
olor a tubérculos carnales, sacos, membranas, frutos de tierra)
sólo en la lectura se renueva
lo leído.
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