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viernes, febrero 27, 2004

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Matasellos. La novela que se diluye a sí misma

El Independiente

En algún momento de la historia, el narrador declara “La realidad sólo puede ser interesante cuando ha sido escamoteada”. La misma afirmación podría aplicarse a la literatura, a decir de Heriberto Yépez (Tijuana 1974), académico de la Universidad Autónoma de Baja California y escritor, quien presentará su novela Matasellos (Editorial Sudamericana, 2004) este domingo a las 13 horas, en la Feria de Minería.

Con el pretexto de escribir una “novela”, Yépez concibió la historia de un grupo de filatelistas errumbrosos que residen en Tijuana y que son encontrados muertos de manera misteriosa. Pero esta anécdota simplemente disimula un texto que no podemos llamar novela más que por el sello editorial en el que está impreso, pues en las páginas conviven de manera fragmentaria el ensayo, el tratado filosófico, la poesía, la metanarrativa y, sobre todo, el humor: una burla lacerante que se dirige hacia la noción de género literario, pero que rebasa el mero juego postmoderno al emitir una parodia sobre sí mismo.

Así, la vida de los ancianos, que pende de la colección de unos cuantos timbres postales carcomidos por el tiempo, es atravesada por un narrador que se burla tanto de los personajes como del lector, pero también de su propia condición autoritaria, volviendo casi imposible, o al menos incómoda, la lectura de una obra que lo último que respeta es su propia condición literaria.

—Vives en la frontera y tu obra transita por la frontera de los géneros, ¿hay alguna relación?

—Totalmente. Me inscribo de manera flagrante en lo que es la literatura fronteriza, que es una etiqueta de la cual muchos están huyendo después de su auge en los 80 y 90. Yo y otros nos hemos quedado con el tema, pero no sólo en sentido geográfico sino también estructural. Me gusta pensar que hago literatura fronteriza en el sentido de cruzar las fronteras genéricas. Claro que también tiene que ver con mi situación geográfica. Vivir en Tijuana me hace leer más literatura norteamericana que mexicana, no por malinchismo, sino porque me sale más barato comprar libros de viejo allá. Por eso en Matasellos hay una fuerte influencia de ciertos autores experimentales de la New Narrative, como Cathie Acker, Robert Gluck o Denis Cooper, que juegan con la cuestión del posmodernismo.

—¿Cómo funciona la periferia?

—Me inscribo, como ya comenté, más en una literatura periférica, en eso que Sabato llama el “bárbaro periférico”, aquel que escribe fuera de los centros de poder con referencias que no son las del canon. Lo posmoderno está ligado al neoliberalismo. A mí me agrada más el término poscolonial, es decir, aquella literatura que mantiene una critica a la modernidad, pero que todavía le da a la literatura una función social de la cual se burla el posmodernismo. Me interesa también ser desplazable, que pueda publicar en editoriales grandes y pequeñas, no ser purista, ni underground ni mainstream.

—¿Matasellos sería entonces una novela posmoderna o postcolonial?

—Quisiera pensar que post moderna, pero a manera de parodia, porque es una corriente que ya está agotada. Creo que mi obra está en comunicación con la novela tradicional, con la mexicana, con internet, con la música, y que a la vez es un juego con la literatura fronteriza. Con respecto al término novela, decía Borges que el genero literario es una expectativa. Francamente mi libro no es una novela y no quiero que lo sea. Si para los lectores es una novela, entonces fracasó; quisiera pensar que es un libro que también pudiera estar incluido en una antología de ensayo o en un tratado ficticio de filosofía.