Cada uno de los autores ha aportado al volumen colectivo, titulado ‘Arte desde 1900: Modernismo, Antimodernismo, Posmodernismo’, un enfoque especial.
Así lo demuestran en los correspondientes ensayos introductorios, pero también en un coloquio final que se sigue con enorme interés.
Así, Hal Foster, profesor de Arte y Arqueología de Princeton (E.U.), opta por un enfoque a partir del psicoanálisis, Benjamin Buchloh, profesor de Arte Contemporáneo de Barnard College de Columbia University (Nueva York, E.U.) se centra en el aspecto social y político.
El prisma utilizado por Yve-Alain Bois, profesor de Arte Moderno de la Universidad de Harvard, es el formalismo y el postestructuralismo mientras que Rosalind Krauss, profesora de Arte Moderno de Columbia, se fija sobre todo en el postestructuralismo y la llamada deconstrucción, de raíz claramente francesa.
El libro, de 700 páginas y publicado por la conocida editorial Thames & Hudson, está organizado de tal forma que puede leerse como una sucesión cronológica y lineal de eventos importantes en la historia del arte.
Sin embargo, también puede utilizarse sus entradas como las piezas de un puzzle, que el lector puede ir combinando a voluntad según sus intereses para seguir, por ejemplo, la evolución de un movimiento o de un medio particular.
Es en definitiva una historia del arte por la que el lector puede hacer su particular recorrido, empezando y siguiendo por donde le dé la gana, como ocurre con la famosa novela ‘Rayuela’ de Cortázar.
Las entradas se centran en momentos seminales para la historia del arte del siglo XX como puede ser la creación de una obra fundamental como puede ser el cuadro de Picasso ‘Les Demoiselles d'Avignon’ (1907) o ‘El cuadrado negro’ de Malevitch (1915).
Otros casos son la publicación de algún texto seminal como el “Primer Manifiesto Futurista”, por el italiano Marinetti en 1909, un suceso como la muerte de Cézanne y el paso del post-expresionismo al fauvismo, el lanzamiento de Dada en Zúrich en 1918 o el movimiento muralista mexicano y su influencia en E.U..
También puede tratarse de alguna exposición clave como la de la Neue Sachlichkeit (Nuevo Realismo) alemana en 1925, o, dando un gran salto en el tiempo, la de Andras Gursky en 2001 en Nueva York que señala la preeminencia en un determinado momento de la fotografía digital, o la Bienal de Venezia de 2003 que ejemplifica la naturaleza discursiva e informal de buena parte del arte de hoy.
Los autores pasan asimismo revista a fenómenos políticos y sociales como el lanzamiento de la Internacional Situacionista de Guy Debord y el grupo Cobra o el activismo en el arte relanzado por la crisis del sida, que generó una sensibilidad y una estética nueva.
Reciben cuidada atención los soportes teóricos de muchos de los movimientos de vanguardia, desde el estructuralismo de Roland Barthes o Lévi-Strauss, la fenomenología de la percepción del también francés Merleau-Ponty o la influencia de George Bataille en el arte informal desde Duchamp o Miró hasta Mike Kelley.
Si algo puede reprochársele a los autores es la casi total omisión de creadores españoles al margen naturalmente de los inevitables Dalí, Miró, Picasso o Juan Gris: no aparecen, por ejemplo, Tapies ni Chillida.
Y si se menciona, por ejemplo, a Manolo Millares muy de pasada junto a por su influencia en la destrucción del lienzo y la espacialización del proceso artístico en el ‘accionismo’ vienés.
Con toda seguridad esas ausencias están relacionadas con la importancia que han cobrado en los últimos años los grandes mercados y circuitos del arte, que pasan fundamentalmente por Estados Unidos y Alemania.
Londres
EFE
