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Retrato de Stendhal. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de marzo de 2009. (RanchoNEWS).- Las editoriales y las colecciones dedicadas a autores clásicos proliferan como nunca, reportan Xavi Ayén y Rosa M. Piñol desde Barcelona para La Vanguardia:
Si un lector quiere estar al día en cuanto a novedades editoriales, no puede faltar en su mesa lo último de Stefan Zweig, Italo Svevo, Oscar Wilde, Edith Wharton, Stendhal, John Milton, Thomas Mann o Virginia Woolf, por citar sólo algunos autores de los que se han publicado títulos en lo que llevamos de 2009. La eclosión de clásicos –antiguos y modernos, desde antes de Cristo hasta el siglo XX– es tal que en el sector se habla de fenómeno, empujado a la vez por el aluvión de microeditoriales que editan autores del pasado, y por los departamentos específicos que han creado los grandes grupos, lo que se suma a la labor de los sellos medianos independientes. Jamás habían llegado tantos autores clásicos a los mostradores de novedades. «En tiempos de crisis, la gente busca valores seguros. Si se van a gastar 20 euros en un libro, quieren la garantía de que el autor es bueno. No es buena época para apostar a ciegas», afirma Enrique Redel, de Impedimenta.
Los pioneros. Pero no siempre las cosas fueron así. Luis Magrinyá, director de Alba Clásicos, recuerda que «en 1995, cuando aparecimos nosotros, este tipo de autores sólo existían en ediciones destinadas a universitarios. Fuimos pioneros en despojar a los clásicos de su condición de objetos de estudio y presentarlos con una factura y un empaque de novedad, a competir en el mercado con los autores vivos. Fue una proeza, pero eso descubrió que existía un público». Jaume Vallcorba (Acantilado) teme precisamente que la actual eclosión haga que «clásicos muy justamente olvidados cobren nueva vida, a pesar de que no convenga resucitarlos». Pere Sureda (La otra orilla) sintetiza que lo que une a la veintena de editores que hoy publican clásicos es que «no los academizamos, mantenemos su frescura, sin notas eruditas».
Pequeños saltamontes. Dos son los nuevos factores que explican el estallido. Por un lado, las jóvenes microeditoriales, que se han decidido a explotar el filón: los catálogos de Impedimenta, Asteroide, Nórdica, Belvedere, Funambulista, Minúscula, Marbot, Navona, Alpha Decay, Sexto Piso, Carena, Periférica, Alfabia... están poblados de una gran cantidad de autores clásicos. Y, por otro, los grandes grupos han detectado el nicho de mercado y quieren ocuparlo: Planeta creó hace justo un año Backlist, para recuperar los clásicos de su fondo; Random House (a través de Mondadori y Lumen) tiene una exitosa línea al respecto, y Alfaguara colocó, hace cinco años, su edición del Quijote en las listas absolutas de más vendidos, con 500.000 ejemplares. Luis Solano (Asteroide) cree que «los grandes grupos son muy eficientes publicando libros de 30.000 ejemplares para arriba, y las pequeñas editoriales somos muy eficientes publicando libros de hasta 20.000 copias, ahí es donde nos ganamos las habichuelas». Para Enrique Redel, «»los grandes grupos, en este ámbito, no están en su elemento y dejan huecos que nosotros, los pequeños, estamos ocupando. Somos ratones de biblioteca a la caza de joyas de catálogos extranjeros, gente que venimos de la artesanía literaria. En realidad, lo que hacemos es recuperar las lecturas que tuvimos de niños y adolescentes y que ahora no se encontraban, como Stanislaw Lem». Sureda no ve contradictorio que los jóvenes editen textos de hace siglos porque «Oliver Twist crea más lectores nuevos que cualquier novela contemporánea».
Estabilidad. Las ventas de los clásicos no son para tirar cohetes (no competirán jamás con Zafón o Dan Brown), pero tienen una ventaja: nunca se estrellan. «Garantizan vender unos 1.000 ejemplares al año y eso es una garantía para la editorial de que va a tener unas ventas sostenidas», explica Daniel Cladera, editor de Backlist. «Además, no desaparecen a los dos meses de la librería, te los mantienen mucho tiempo», dice Sureda. Andreu Jaume (Random House Mondadori) reconoce que «aquí no hace falta realizar un trabajo previo de comunicación, no hay que esperar a recibir una buena crítica para vender, son autores consolidados que el público reconoce enseguida». «Cuentas con el aval previo del canon», remacha Redel. Otra ventaja que apunta Vallcorba es que «no tienes que llevarte a los autores a cenar».
De jaulas y mezclas. Hay dos modelos de edición: los sellos que integran a los clásicos en sus catálogos sin más, mezclándolos con autores vivos, y los que los separan en colecciones ad hoc. Jaume Vallcorba y Pere Sureda defienden el primer modelo. «Se trata de que los vivos dialoguen con los muertos –explica Vallcorba–, los clásicos no son unos señores en una jaula a los que visitamos con los niños el domingo mientras decimos: "Fíjate, nene, Sócrates es aquel de las barbas". No, Los clásicos son aquellos que nos iluminan sobre nuestro presente, como Safo, Montaigne o Chateaubriand». Sureda apunta: «Esos autores indican la línea que buscamos en nuestro catálogo con los escritores actuales, es una indicación a navegantes, les decimos: "Eh, nosotros vamos por aquí"».
Stephan Zweig. (Foto: Archivo)
El caso Navona. Hace dos años que nació Navona, cuyos propietarios, Joan Capdevila y Marisa Trigo, procedían del Grup 62. Con 20 títulos al año y autores como Fitzgerald, Steinbeck o Voltaire, se ha hecho rápidamente un hueco en el mercado. La editora Gemma Martínez está especialmente orgullosa del «redescubrimiento de Erskine Caldwell» y resalta que «siempre hacemos nuevas traducciones». Sus precios -entre 9 y 13 euros– son competitivos con las ediciones de bolsillo. Algo tendrán los clásicos cuando la mismísima Anagrama de Jorge Herralde creará, en junio, una nueva colección, Otra Vuelta de Tuerca, para recuperar «obras que en su día pasaron injustamente desapercibidas, así como gruesos volúmenes que recopilarán varios libros de un mismo autor, como Thomas Bernhard». Si Herralde presume de las ventas extraordinarias de John Kennedy Toole, otros libros que han funcionado bien en las librerías –más modestamente– son los Ensayos de Montaigne, las Memorias de ultratumba de Chateaubriand o Botchan de Natsume Soseki. Por su parte, Daniel Cladera, responsable de Backlist (grupo Planeta), reconoce que, con un año de vida en el mercado y una previsión de 20 títulos para el 2009, todavía están lejos de las cifras de venta de sus competidores, lo que atribuye a «que el mercado de estos autores presenta unas ventas sostenidas, que se van acumulando año tras año, no alcanzaremos nuestra velocidad de crucero hasta el 2011».
Títulos para todos. Muchos de los autores clásicos ya forman parte del dominio público, es decir, que puede publicarlos cualquiera sin necesidad de pagar derechos de autor a nadie. Eso provoca que haya libros publicados en tres o cuatro editoriales (los Cuentos de Poe) y que los editores se vean obligados a ofrecer un valor añadido a su producto. Diego Moreno, de Nórdica, ha encontrado un truco: «Yo hago ediciones de lujo, ilustradas y muy cuidadas, y eso funciona. Muchos clásicos están en ediciones de bolsillo y un libro bonito y grande hace que se acerque a él un lector nuevo, a mucha gente joven le suena El proceso de Kafka, pero no lo ha leído y si ve un formato visualmente atractivo se lo lleva, es un lector que, sin eso, lo vería como mucho más árido. Además, como editor, publicar a Kafka o a Gógol sin añadir algo nuevo, resultaría algo frustrante, aunque se vendiera». Diana Zaforteza publica prólogos de autores como Susan Sontag o Javier Marías –sistema que sigue también Navona– y cree que «es básico el diálogo con los contemporáneos, no puedes basar un catálogo solamente en clásicos». Sureda dice que «al final, un clásico siempre acaba vendiéndose, aunque haya siete editoriales que lo publiquen».
Traducir de nuevo. Una de las claves del éxito de los autores del pasado, para los editores, son las nuevas traducciones. Como apunta Andreu Jaume, «cada generación debe tener su traducción. Por ejemplo, nosotros acabaremos en abril, con el séptimo volumen de la Rechèrche, la versión de Carlos Manzano sobre esta obra de Proust». Vallcorba afirma que «los orginales no envejecen, pero las traducciones sí». Luis Solano –que ha recuperado a Pla o a Chaves Nogales– apunta que «en los clásicos castellanos, la cosa es más difícil porque suelen estar ya publicados, los descubrimientos los hacemos con las traducciones».
Oscar Wilde. (Foto: Archivo)
Déficits. A pesar del boom actual, los editores creen que España no alcanza el nivel en cuanto a edición de clásicos de otros países de nuestro entorno. Sureda dice que «basta con mirar la Pléiade francesa o la Modern Library de EE.UU. España, por diversos factores, como el franquismo y la política de corto plazo de los grandes grupos, ha perjudicado la aparición de clásicos a precios asequibles». Vallcorba ilustra: «Las obras de Ramon Llull son inencontrables en su totalidad. Y el lector común tiene enormes dificultades para encontrar a muchos autores medievales españoles».
Novedades de ayer. Entre las novedades más recientes, Gredos ha recuperado a Horacio, La Otra Orilla publica El anillo y el libro de Robert Browning y Alba Los falsificadores de moneda de André Gide, antes llamado Los monederos falsos. Entre los títulos que están por venir, destacan El puño en la camisa de Bulgakov (Alfabia, mayo), Vidas paralelas de Plutarco (Gredos, mayo), Hadgi Murad de Tolstoi (La otra orilla), considerado el mejor cuento del mundo por Harold Bloom o Haruki Murakami, o Bouvard y Pécuchet de Flaubert (Mondadori) en nueva traducción de José Ramón Monreal y edición de Jordi Llovet, incorporando un segundo volumen inédito con todas las notas que dejó el autor para continuar la obra. Y Sureda dice haber descubierto un Dickens inédito en España.
El Cyrano de Riquer y Kavafis. Adesiara propone redescubrir al legendario escritor Savinien Cyrano de Bergerac (1619-1655), y editará este mes su obra L'altre món, considerada la primera novela de ciencia-ficción francesa. Martí de Riquer tradujo en su juventud la parte hasta entonces conocida del libro, y ahora llega éste en versión íntegra, con la traducción completada por Jordi Raventós. Por su parte, el poeta Konstantin Kavafis dejó al morir una treintena de poemas inacabados, compuestos entre 1918 y 1933. La editorial Viena los ofrece ahora, a los 75 años de su muerte, en el libro Una simfonia inacabada, con traducción y notas del helenista Alexis Eudald Solà.
Filósofos griegos. Otros autores griegos más remotos también se reeditan. Llibres de l'Índex ha publicado las Meditacions, del emperador filósofo Marco Aurelio, en traducción de Joan Alberich y edición de Joan Tello. Y Obrador Edèndum ha editado un ensayo divulgativo sobre Epicuro a cargo de John M. Rist.
Vigencia de Montaigne. La permanencia del pensamiento del pensador francés Montaigne se demuestra en el éxito de ventas de sus Assaigs, publicados en traducción catalana de Vicent Alonso por Proa entre el 2006 y el 2008. Ahora Pòrtic presenta el Diccionari Montaigne, una antología de reflexiones del humanista seleccionadas por Ignasi Aragay a partir de la versión de Alonso.
Llull, Tirant y seis poetas cortesanos. Barcino ha publicado una antología del Llibre de contemplació de Ramon Llull, en una edición de Josep Enric Rubio para público no especializado. Antes del verano, este sello rescatará la obra de media docena de poetas cortesanos casi inéditos (Lluís de Requesens, Bernat Miquel, Martí Garcia, Rodrigo Dies, Lluís de Vila-Rasa y Francesc Sunyer) en Sis poetes del regnat d'Alfons el Magnànim, una investigación de Jaume Torró. La Magrana ofrece en Contes d'amor de Tirant lo Blanc quince narraciones amorosas de la obra de Martorell editadas por Rafael M. Mérida.
Italo Svevo. (Foto: Archivo)
Maestro de la «generación perdida». Viena edita, por primera vez en catalán, una obra clásica de la literatura moderna norteamericana: Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson (1876-1941), el maestro de la generación perdida.
Otro Gatopardo. El clásico de Lampedusa llegará en los próximos meses en nuevas versiones (la castellana, en Edhasa, la catalana, en Proa) realizadas a partir de un manuscrito de la obra recuperado por los herederos del autor. Los traductores son Ricardo Potchar y Pau Vidal.
Aunque el fenómeno de los clásicos es considerado positivo y prueba de la madurez del público lector, todo tiene su reverso. Como apunta Andreu Jaume, «si la literatura contemporánea fuera mejor, no habría que publicar tantos clásicos».
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