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La autora italiana. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de marzo 2010. (RanchoNEWS).- Si todo está en la infancia, en el caso de Lorenza Mazzetti el cliché se cumple de forma singular, crónica y aguda. Esta mujer inteligente y llena de gracia ha vivido su extraordinaria vida cosida a su infancia. Nació en Florencia en 1928 con su gemela Paola. Sietemesinas y muy frágiles, quedaron huérfanas de madre y su padre las mandó a vivir con unos tíos de origen judío, Nina y Robert, que tenían dos niñas. Robert Einstein era primo del científico judío Albert Einstein. El 3 de agosto de 1944, cuando Lorenza y Paola tenían 12 años, las SS llegaron a la casa de campo cercana a Florencia donde vivían los seis, ametrallaron a su tía y a sus primas y quemaron la casa. Robert, escondido en el bosque, las sobrevivió unas pocas horas. Al conocer la noticia se quitó la vida. Una nota de Miguel Mora para El País:
Lorenza y Paola presenciaron aquel espanto. Pero ellas no se llamaban Einstein y se salvaron. «Compartimos la dicha de vivir juntos, y nos separaron en la muerte porque éramos de razas distintas. Pero mi tío ni siquiera era practicante», recuerda sonriendo Lorenza en su luminosa casa romana, cerca de Campo dei Fiori.
Después, su tutor legal las cuidó y administró la herencia hasta que fueron mayores de edad. «Vendió el patrimonio y nos dejó sin una lira. Mejor que fuera así. Nos correspondía más la pobreza total que vivir como dos ricas herederas, huérfanas dos veces».
Ahora, las gemelas viven juntas otra vez. El edificio está en obras, lleno de andamios y de obreros, y el piso es pequeño y tiene varias terrazas. Parece el camarote de los hermanos Marx: dos amigos han venido a comer, de repente llega Vincenzo, el marido de Paola, a echarse la siesta, pasa otra amiga que organiza viajes al Amazonas...
Junto a las paredes, están embalados los 80 cuadros de Lorenza que forman la exposición Álbum de familia / Diario de una niña bajo el fascismo que acaba de verse en Roma. Son pinturas conmovedoras, entre naïf, infantiles y populares, de colores espléndidos. Relatan como un cómic mudo el episodio que marcó la vida de Lorenza y Paola.
«Al principio intenté fingir que aquello no pasó», cuenta. «Me fui a Londres a estudiar cine y me enamoré del director de la universidad. Para demostrarle que era buena, conseguí una cámara firmando papeles falsos e hice una película sobre La metamorfosis. Me cogieron y me salvé de la cárcel de milagro. Entonces conocí a un productor guapísimo; en la primera cita derramé el té sobre sus rodillas. Me dijo: «No se preocupe, tengo la pata de palo, la mía la perdí en Cassino, cerca de Roma, en la guerra. Produjo mi segunda película, Together».
Durante el rodaje, Lorenza conoció a Lindsay Anderson y enseguida a Karel Reisz y a Tony Richardson. Los cuatro fundaron el movimiento del free cinema. «Hicimos un manifiesto, se trataba de recuperar la solidaridad humana que Inglaterra había vivido durante la guerra. Reivindicamos el cockney, los rodajes en la calle, los actores naturales, la ausencia de artificios, el estilo visual del cine mudo, los diálogos cortos. Fue un momento muy divertido. Aunque yo seguía sin una lira, trabajaba de camarera y me defendía. Anderson era un borde adorable. Fuimos en coche a Cannes a presentar Together, allí conocí a Cesare Zavattini [guionista de Ladrón de bicicletas o El jardín de los Finzi Contini] y volví a Italia».
Cuando regresó, en 1959, se acabó el fingimiento. «Paola se había casado con un psiquiatra. Yo enfermé. No dormía, tenía alucinaciones y ataques de catatonia. Un colega de mi cuñado, gestaaltiano, me dijo que si quería curarme tenía que volver a la casa y escribir mis recuerdos. De modo que fui con un amigo francés, Guillaume, nos instalamos en una casa cercana y empecé a escribir».
Las primeras líneas tenían forma de diario escolar: «Ejercicio de redacción: 'Contad lo que habéis hecho hoy'. Desarrollo: Hoy, el Duce ha hablado en la escuela y nos ha dicho que hagamos gimnasia para volvernos fuertes y educados y estar listos para acudir a su llamada en defensa de nuestra gran Italia porque estamos en guerra» .
La niña que fue era la narradora de la historia. «Tiré la página a la papelera. Mi amigo la recogió y me dijo: 'Estás loca, es estupenda. Tienes que escribir todo el libro así'. Y eso hice». Cuando acabó, en 1961, Mazzetti tituló el libro El cielo se cae. Todas las editoriales lo rechazaron. «Gracias a Zavattini lo leyeron en Garzanti», y en 1962 ganó el Premio Viareggio a la ópera prima. Los mismos editores que lo habían refutado felicitaban ahora a la joven escritora desconocida. Federico Fellini dijo que nunca se había divertido tanto leyendo un libro, y que por fin alguien contaba la guerra desde otro punto de vista.
El cielo se cae se recibió como una ficción y Lorenza no sacó a nadie del error. Se había curado y eso era lo que contaba. Luego se puso a trabajar en la RAI, dirigió teatro para niños, se hizo comunista, la echaron de la RAI, se enamoró del hijo de un fundador del PCI y se casó con un cirujano partisano.
No tuvo hijos, escribió algunas historias más, pintó y siguió conforme con su pobreza. «En 1991, la editorial Sellerio recuperó el libro, y me dijo que pusiera una dedicatoria a mi tío. Así se descubrió que era real». La reedición, con otra clave de lectura, redobló el éxito. El libro entró en los programas escolares, y en Alemania lo editó Bertlesmann con traducción de Victoria von Schirach, nieta de Baldur von Schirach, mano derecha de Hitler. En 2000 se rodó una película, «bella pero no bellísima», según Mazzetti, interpretada por Isabella Rossellini.
Ahora, por fin, el libro llega a España. Lo publica Periférica, con traducción de Francisco de Julio Carrobles. Y Lorenza, tocada con su boina alegre, se despide así: «Si me invitan a ir, a lo mejor me animo».
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