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jueves, marzo 18, 2010

Noticias / España: La librería Documenta, en el corazón de la Rambla, cumple 35 años

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Josep Cots, en la librería que fundó junto con Ramon Planes. (Foto: Marc Arias)

C iudad Juárez, Chihuahua. Las librerías siempre han sido algo más que un local de comercio. En sus mesas, estanterías y trastiendas se alinean objetos de un poder inmenso, libros capaces de emocionar, entretener, dar conocimiento, formar y transformar mentalidades... y el librero era el maestro, guía, cómplice, un poco filósofo, un poco compinche que unía al lector con el autor. Ahora es tiempo de masificaciones, de gigantescos almacenes repletos de libros. Catalunya tiene establecimientos considerados los mejores de Europa y un tejido de pequeñas librerías muy arraigadas en todo el territorio. En Barcelona, Josep Cots y Ramon Planes celebran estos días los 35 años de Documenta en el corazón de la Rambla, Cardenal Casañas número 4. Se enteraron después de que en aquel local habían estado las gráficas y las imprentas de Cu-Cut y el Patufet, asaltadas por los militares ofendidos por las caricaturas. Una nota de Josep Massot para La Vanguardia:

Josep Cots, siempre con su pajarita al cuello, ha ido adquiriendo con el tiempo ese aire venerable, entre sabio y estrafalario, que la imaginación popular suele dar al librero. Ya ha cumplido los 60 y recuerda cuando en 1975, en vida aún de Franco, recién acabados los estudios de Filología Francesa, él y Ramon Planes, sin un duro en el bolsillo, decidieron abrir una librería. «Era una época –dice– en que la librería era una forma de antifranquismo. Nosotros, como casi todos los jóvenes, éramos vagamente de izquierdas y vagamente catalanistas. Fue la época en que abrieron Cinc d'Oros, Leteradura, el Borinot Ros, los trotskistas de Leviatán...». Sólo quedan ellos.

Los inicios fueron difíciles. «La Cinc d'Oros la incendiaron y una madrugada nos tiraron a nosotros un cóctel molotov que pudieron apagar los clientes del bar de enfrente. Todo acabó cuando nombraron a Martín Villa gobernador civil de Barcelona. Se dice, no lo he podido documentar, que después de reunirse con los cabecillas de los grupos de ultraderecha y cuadrarlos. Más tarde, con el 23-F, se cerró otra página. Teníamos una pared llena de libros políticos y de sociología. Pensamos tapiarla y ocultarlos en un sarcófago de cemento. Pero no pasó nada. Bueno, pasó que llegó el desencanto, algo que ya había empezado antes».

Cots tuvo aún otra caída del caballo. «Cuando se murió lady Di vino una señora a pedirme un libro sobre ella. Le dije que no lo tenía y me reprochó: "¿Cómo? ¿No tienen ustedes el libro más vendido del mundo?". Me dio tanta vergüenza que me dije que nunca más me expondría a un bochorno como este. Tengo todos los best sellers, sólo que no los promociono en el escaparate. Quien los pide, los encuentra. La librería es un lugar comercial, no me gustan la prohibiciones».

A diferencia de las grandes superficies, cuyo tamaño a veces atemoriza al lector, Cots y Planes filtran según su gusto literario los más de 70.000 títulos que se publican al año, de manera que el visitante se encuentra ya en las mesas una cuidada selección de las novedades, aunque en el local disponga de 18.000 títulos.

Mientras hablamos, no para de entrar gente en la librería. Un crítico de literatura, un ex librero de Reus, estudiantes, con todos ellos comparte una broma, comenta una novedad, informa de un libro nuevo. Cuando el tolerante Cots parece perder la paciencia es al hablar de la «agresividad de la imagen» y enseña la publicidad de un libro que va acompañado de un CD con un vídeo donde la editora o el autor le cuenta las excelencias de la obra. Se lleva las manos a la cabeza, pero su naturaleza es curiosa y por eso organizará un debate para ver si entiende lo que Quim Monzó le dijo hace poco: «Hay que visualizar la literatura».

El librero no quiere hablar de la Rambla: «El debate se manipula políticamente». Le insisto y entonces cuenta que «el problema no es del barrio sino estructural de la ciudad. No quedan habitantes. También sucede en París. ¿Quién impide que los propietarios suban los alquileres o se instalen hoteles?». Y pide que cambien el nombre de Ciutat Vella. ¿Quién quiere ser viejo?

En la misma calle, enfrente, la librería Pompeia, creada en los años 20, sigue gestionada por la tercera generación. Al otro lado de la Rambla, en Sant Pau, Lluís Millà –tercera generación– dirige la librería Millà de teatro fundada en 1900. La Formiga d'Or de libro religioso –nacida en 1885– sigue con un Fàbregues, ahora asociado a Ingrid Pi de Happy Books. La más antigua de Barcelona es de 1860: Fabre, dedicada al libro alemán y juguetería. La de Catalunya es la Mallart, en Figueres, fundada con otro nombre en 1850. En Girona sigue la Geli, abierta en 1879. El librero no es una raza en extinción. Que se lo digan a Dora, de Carrer Major en Santa Coloma. «Los chinos o los magrebíes que llegan ahora no leen, pero sus hijos lo harán. Les esperamos».


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