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Esta semana, Silvina Perillo y Alejandro Parente bailarán los dos primeros actos de Don Quijote. (Foto: Página/12)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de marzo 2010. (RanchoNEWS).- Antes de volver a refugiarse en su casa el próximo 25 de mayo, el Ballet Estable del Teatro Colón ha decidido lanzarse a las calles, con espectáculos al aire libre y gratuitos en el Anfiteatro Eva Perón de Parque Centenario (Pasaje Lillo y Leopoldo Marechal), este viernes a las 20, y todos los sábados y domingos de marzo, a las 20 y a las 19, respectivamente (las entradas se retiran dos horas antes del espectáculo; se suspende por lluvia). Esta política de aprovechar al Colón fuera del Colón, haciéndolo salir de gira por los barrios, podría haber sido más explotada de lo que fue durante 2009, pero al menos se despide con fuerza antes de que termine el verano. El Ballet ha decidido no esperar hasta junio para montarse las puntas y, en su lugar, sale a bailar con anticipación tres programas mixtos, con varios pas de deux clásicos, algo de tango y actos enteros de Don Quijote, que siempre son garantía de histrionismo y muchos aplausos. Una nota de Alina Mazzaferro para Página/12:
Este viernes, sábado y domingo podrá verse el primer y segundo acto de la pintoresca obra que Marius Petipa creó en base a la novela de Cervantes, montada por esta compañía a finales de 2009 (con Silvina Perillo y Alejandro Parente o Maricel de Mitri y Juan Pablo Ledo en los roles protagónicos, según la fecha). El próximo fin de semana sorprenderá con coreografías clásicas y otras un poco más contemporáneas: Vivaldi en concierto (por Maricel De Mitri y Adrián López o María Clara Da Silva y Vagram Ambartsoumian) y Diana y Acteón (por Carla Vincelli y Dalmiro Astesiano), ambas en versiones de Lidia Segni, y Kicho, un pas de deux de Julio López sobre el tango homónimo de Astor Piazzolla, del cual se encargarán Gabriela Alberti y Alejandro Parente. El cierre será con el cuerpo de baile completo en la reposición de Pulsaciones, que el italiano Vittorio Biagi vino a montar el año pasado a cuarenta años de su estreno. Por último, el sábado 20 y el domingo 21 se repetirán Vivaldi en concierto y Kicho, junto a dos nuevos fragmentos: el famoso Pas d’esclaves de Petipa (por Silvina Perillo y Gerardo Wyss) y el tercer acto de Don Quijote, con su típico despliegue escénico, el cuerpo de baile completo y, sobre todo, el tan esperado pas de deux final, la variación de Basilio y esa coda con todas las piruetas, rond de jambes fouettés y saltos que dejan al público boquiabierto (a cargo de Nadia Muzyka y Federico Fernández).
«Es un programa alegre y dinámico, pensado para hacer al aire libre: incluye varios pas de deux para que se luzcan todas las estrellas y los actos más brillantes de Don Quijote», explica Lidia Segni, que dirige el Ballet desde marzo del año pasado. «Además, este tipo de programas de verano son una buena oportunidad para que bailarines jóvenes puedan dar sus primeros pasos como primeras figuras, como sucede con Muzyka y Fernández». A Segni se la escucha segura y contenta porque, para ella, en el Colón muchas cosas están por cambiar. El año pasado, la compañía ofreció poquísimas funciones, pero éste, con el regreso al teatro y los festejos del Bicentenario, todo pinta de otro color: habrá más actuaciones, estrenos importantes (como Manon, que nunca había sido montada en este coliseo y que abrirá la temporada de ballet en junio), coreografías con firmas internacionales, giras y visitas al exterior, y funciones extraordinarias con bailarines invitados. Entre otros, estarán Paloma Herrera, Alina Cojocaru (del Royal Ballet de Londres), David Hallberg (American Ballet Theater) y dos figuras jóvenes del New York City Ballet. Todo marcha viento en popa, como si una brisa proveniente desde muy lejos, desde aquellas épocas doradas del teatro, refrescara el ambiente caldeado de los últimos tiempos. «El año pasado sirvió como período de ambientación», explica la directora, que tuvo que poner a punto a la compañía, a pesar de las paupérrimas condiciones de trabajo fuera de la casa. Ahora promete que los resultados de semejante esfuerzo estarán a la vista.
«Apenas asumí quise traer obras de afuera, pero fue imposible; intenté invitar a Natalia Makarova, pero tenía toda su agenda ocupada; quise montar El corsario, pero no teníamos producción para hacerla y tampoco había disponibilidad para alquilarla a otros teatros. Aun así hice tres funciones de Cascanueces en el Luna Park con entradas agotadas, a pesar de que no teníamos ninguna figura invitada. Pedí por favor al maestro Biagi que me ayudara y vino a montar Pulsaciones, también colaboró conmigo Mauricio Wainrot; mucha gente me ayudó, y más o menos salvé la situación, teniendo en cuenta que no teníamos el Teatro Colón y dependíamos de que al Coliseo le quedara con suerte alguna fecha libre para nosotros».
Afortunadamente, ahora todo parece estar acomodándose mejor: El corsario se hará con producción local en octubre y noviembre; La Bayadera de Makarova se montará en diciembre; la compañía ha sido invitada para viajar en octubre a La Habana; los representantes de Kenneth MacMillan vinieron a ver el estado del ballet y lo encontraron en condiciones de interpretar Manon (según Segni, el Colón, interesado hace tiempo en esa obra, había sido rechazado en dos oportunidades por el equipo del famoso coreógrafo). También regresarán los cuerpos académicos y líricos de Balanchine (en septiembre), otro mérito de Segni: «Toda gran compañía del mundo tiene a Balanchine; el Colón no había cumplido en muchas cosas con ese coreógrafo y tuve que convencer a la gente que maneja su obra de que ahora estábamos trabajando diferente. Pero prefiero no mirar hacia atrás, sino hacia adelante. Hacía años que los bailarines no trabajaban a este ritmo. Si bien el año pasado hubo pocas funciones, cada producción llevó más de dos meses de ensayo y los bailarines estuvieron siempre ocupados».
Amante de la casa desde que ella misma era una estrella a la cabeza del elenco estable, Segni tiene para este último planes que vuelan todavía más alto: «Quiero que el Colón vuelva a representarnos en el exterior, algo que hace tiempo se perdió. Que una parte del Ballet siga funcionando en Buenos Aires mientras que otra viaja a algún festival del mundo», anticipa.
También confirma la importancia de montar obras clásicas completas porque «no se puede tener una compañía de ochenta personas y montar obras para veinte». Segni tampoco se olvida de aquellas épocas en que había abonos y funciones extraordinarias, con estrellas de primera categoría. Claro que aumentar la cantidad de invitados no significa perjudicar a las figuras locales: «Makarova trae a sus bailarines principales para las dos primeras funciones de La Bayadera, pero no acepté que mandara otros. Debe ser como en mi época, el tercer papel es para una figura de la casa. Y las cinco funciones que siguen tienen a los bailarines del Colón en los roles principales». Parece que Segni tiene bien en claro la fórmula para el buen funcionamiento de cualquier compañía de este tipo: bailarines bien ocupados y una agenda armada con mucha anticipación, algo que hace tiempo que era difícil de lograr en el Colón, teniendo en cuenta la fugacidad de las gestiones de los últimos directores. Segni, estabilizada en su cargo después de un año, ya tiene planificado no sólo ésta, sino la programación de 2011, para la que asegura que habrá aún más presupuesto, dos programas más que en 2010 y la incorporación de coreografías más contemporáneas.
«Con mi curriculum podría trabajar en otro lado, así que o hago lo que el Colón se merece o no me interesa dirigir el Ballet», dispara Segni. Sin embargo, a pesar de las circunstancias adversas de los últimos tiempos, ella se ha quedado a esperar la promesa del 25 de mayo. «Ayer estuve en la sala y me emocionó verla totalmente terminada. Están impecables las butacas, los cortinados, los herrajes, la araña completamente restaurada; han guardado el estilo, cuidado el color, lo que vi es fantástico», anticipa. Sólo habrá que esperar al cumpleaños de la patria para que, tras los acordes del Himno Nacional, comience a sonar otro himno, el del ballet –la introducción del tercer acto de El lago de los cisnes–, y entonces vuelva esa horda de aves de tutú blanco al escenario al que pertenece.
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