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En septiembre se cumplirán 40 años de la muerte de Hendrix. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de marzo 2010. (RanchoNEWS).- La postal que ilustra desde hace 40 años el imaginario rockero se obstina en mostrar a Jimi Hendrix al borde de la inmolación eléctrica. El epítome de esta sobrecarga es la imagen del músico de Seattle incendiando su guitarra en el festival Monterey Pop. Sin ánimo de refutar ese icono, el principal mérito del Catálogo Jimi Hendrix, recientemente editado por Sony Music, descansa en la posibilidad de descubrir el costado menos conocido del autor de «Stone free»: el de animal de laboratorio, que cocinaba obsesivamente en los estudios de grabación aquello que luego los fans atribuían al espontaneísmo de su instinto escénico. Una nota de Fernando D´addario para Página/12:
Pero la pulsión improvisatoria no se repele con el meticuloso trabajo de orfebrería que atraviesa su obra. Por el contrario, son aristas complementarias de una energía consagrada a la tensión permanente entre composición e interpretación, aun a expensas de cierta «desprolijidad». La flamante reedición no se conforma con otorgarle justicia póstuma al sonido de Hendrix (beneficio que había sido sistemáticamente burlado por anteriores recopilaciones de rarezas y discos en vivo de mala calidad, desde la era del casete hasta hoy); pretende –y lo logra– desandar, desmenuzar, desentrañar el sinuoso proceso creativo del músico. Para ello, cada CD –están sus clásicos de estudio Are you experienced?, Axis: bold as love, Electric Ladyland y su álbum oficial en vivo Band of Gypsys– viene acompañado por un DVD que constituye un material documental de lujo dirigido por Bob Smeaton. Allí, quien fuera responsable de otros proyectos memorables como Beatles Anthology, somete a Hendrix a una disección quirúrgica, operada por quienes trabajaron durante años con él: el productor original Chas Chandler, los músicos Mitch Mitchell, Billy Cox y, fundamentalmente, el ingeniero Eddie Kramer.
Pero a seis meses de que se cumplan 40 años de la muerte de Hendrix, se imponía la necesidad de presentar algo «nuevo». Una empresa que parecía técnicamente imposible. No para Janie Hendrix, hermana de Jimi, legítima beneficiaria de los afanes de lucro que sobrevivieron al guitarrista. Más allá de Valleys of Neptun, First Rays of the New Rising Sun es, en ese sentido, un ejercicio de deleite contrafáctico: registra las últimas batallas de Hendrix contra sus propios límites e invita a conjeturar sobre lo que habría ocurrido con su música si una fatal sobredosis de barbitúricos no hubiera terminado con su vida. Los coqueteos con el funk –aquí en diálogo enfermizo con la psicodelia–, encontrarían mucho tiempo después sus esquirlas en Prince y en Vernon Reid, entre tantos otros, mientras que la herencia del primer Hendrix fue reclamada por bluseros como Stevie Ray Vaughan. Tan amplia fue la paleta estilística de Jimi.
Pero la música de Hendrix ya había prefigurado el futuro mucho antes. Alumbraba lo nuevo conservando y superando lo viejo, en un juego dialéctico que seguramente desconocía. Are you experienced?, su primer disco, fundó la guitarra moderna sin olvidar ni por un instante a los viejos bluesmen que tanto admiraba. El ingeniero Kramer cuenta, con una mezcla de emoción y deslumbramiento –y eso que ya pasaron 40 años– que tenían ya grabado el tema «The wind cries Mary» cuando, aprovechando los 20 minutos que les quedaban para dejar el estudio, a Jimi se le ocurrieron cinco ideas distintas para añadirles a las líneas de guitarra. Y las grabó todas. En la canción «Are you experienced?» Hendrix toca el piano. Es una simple octava en la menor que acompaña el tema de principio al fin como una letanía casi imperceptible. El bajo y la guitarra están grabados al revés. No hay aquí manierismos ni veleidades estetizantes. La música lo desbordaba.
Hasta la aparición de Hendrix, los parámetros de la evolución rockera admitían cierta armonía en su desplazamiento hacia el futuro. Pero el autor de «Purple haze» rompió los esquemas. Tanto fue así que revolucionó inclusive el orden interno sobre el que se había sostenido. Chas Chandler –bajista de The Animals y productor de los primeros discos de Hendrix– solía decir que «grabar es como ir a trabajar». Pero cuando la banda entró a registrar el notable Electric Ladyland, Chandler se volvió loco. Jimi empezó a componer en el estudio. Sumaba músicos (entre ellos, Steve Winwood) que pudieran canalizar su tormenta de ideas. Según Mitchell, el estudio de grabación se convirtió en su hogar espiritual. De cada canción hacía casi 40 tomas. Chandler dio un portazo. Estaba acostumbrado a la estructura de canciones como «Voodoo Child», guiadas por cierta lógica rockera. La historia le dio la razón al guitarrista. Electric Ladyland fue el terreno resbaladizo donde el blues, el jazz y la psicodelia encontraron una posible síntesis. Pero Hendrix quería más. Una nueva banda, los Gypsys Suns and Rainbows, intentó seguirle los pasos, reemplazando material y espiritualmente a la Experience. «No es más que una banda de gitanos», decía Hendrix, refiriéndose a Cox (bajo), Mitchell (batería), Juma Sultan (percusión), Larry Lee (guitarra) y Jerry Velez (percusión), que lo acompañaron en la aventura de Woodstock.
El Hendrix de los últimos años acaso no haya sido el más reconocido por la historia. Pero fue, seguramente, el más libre. En el DVD que acompaña al póstumo First rays of the new rising sun, Kramer manipula hoy la consola para mostrar, por ejemplo, la compleja arquitectura del tema «Night bird flying»: cuatro capas de guitarras se entregan a un perturbador fuego de texturas y sobreimpresiones. Hendrix transgredía las fronteras «físicas» de su instrumento.
¿Hacia dónde iba su música? Nunca lo sabremos. Todo lo demás es historia y está en esta colección.
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