.
Académicos e integrantes de la comunidad literaria e intelectual del país acompañaron a la familia del escritor Carlos Montemayor, fallecido la mañana del sábado, que recibe los restos del escritor y traductor. (Foto: Luis Cortés)
C iudad Juárez, Chihuahua. 1 de marzo 2010. (RanchoNEWS).- Las cenizas del escritor mexicano Carlos Montemayor, fallecido esta madrugada aquí, llegaron esta noche a la sede de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), donde eran esperadas por académicos, familiares y parte de la comunidad literaria e intelectual del país. Una entrega de Notimex:
La urna que contenía los restos del escritor llegó en brazos de su esposa, Susana de la Garza, quien tras una guardia de honor, junto con sus hijos Emilio, Alejandra, Jimena y Victoria, informó que los restos mortales del poeta, novelista y traductor serán llevados a su natal, Parral, Chihuahua, y parte de ellos serán esparcidos.
«Una parte de sus cenizas serán depositadas en algún sitio de su tierra, y otra, la esparciremos en los lugares que él tomó como escenarios para sus novelas», abundó De la Garza. Se refirió luego a los pueblos, comunidades y ciudades que ocuparon la atención del Montemayor-luchador social.
A la capilla fúnebre habilitada en la casa que ocupa la AML, en esta ciudad llegaron la astrónoma Julieta Fierro, el editor Jaime Labastida, el periodista Miguel Angel Granados Chapa, la escritora Margo Glantz, el poeta Vicente Quirarte, el director del Canal 22 de televisión, Jorge Volpi, y la titular del Conaculta, Consuelo Sáizar, entre otros.
Igualmente, el director del Fondo de Cultura Económica (FCE) , Joaquín Diez-Canedo, quien recordó que esta editora ya publicó el primer volumen de sus novelas y está por entrar a prensa el segundo.
«Era un hombre de gran vitalidad y muy prolífico y no dudo que tuviera algo inédito», comentó.
Por su parte, Emilio, al ofrecer unas palabras ante los restos de su padre, recordó que hace cuatro meses se enteró de su enfermedad y de inmediato se lo dijo a su familia. «Quiso mantener esa información entre sus hijos, su esposa y sus hermanos; en ese tiempo, luchamos todos juntos contra su enfermedad».
De la Garza refirió, en ese sentido, que esos cuatro meses sirvieron a Carlos Montemayor para ordenar asuntos y, sobre todo, para convivir con su familia. El recuerdo de que su esposo siempre «fue un hombre en toda la extensión de la palabra y era divertido», le arrebató una sonrisa en medio de su pena.
«Siempre se cree que los intelectuales son aburridos y, al menos él, no era nada aburrido; cantaba, bailaba, hablaba las lenguas que quería, tenía miles de proyectos, era una persona muy creativa y, sobre todo, un luchador incansable». Tras esas palabras, una fila de allegados le dio el pésame.
REGRESAR A LA REVISTA