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El poeta argentino. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de diciembre 2011. (RanchoNEWS).- Desde la primera ovación que bañó la sala, el frío que acecha a México en estos días se convirtió en anécdota. Los poetas José Angel Leyva y Luis Armenta Malpica y el editor Martí Soler repasaron los dos tomos que dan cuenta de palabras ardientes. Una nota de Silvina Freira para Página/12:
A veces el milagro sucede. Cuando Juan Gelman ingresó a una de las salas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) para presentar su Obra reunida (Fondo de Cultura Económica), una lluvia de aplausos logró lo que parece imposible por estos días en esta ciudad: eclipsar el frío que acecha a México. Los ojos del poeta echaban chispas y se ponían levemente colorados sin que asomara el llanto. «Comprobé lo que decía Dylan Thomas», dijo al filo del susurro. «Uno no insistiría en el oficio de la poesía si no fuera por encontrar el milagro. A mi juicio, ¿cuál es el milagro de la poesía? La vivencia que busca expresarse, ya sea por razones interiores o del afuera, interrogada por la imaginación. Es una vivencia informe, de muchos rostros, y la imaginación pregunta una y otra vez de qué se trata. El milagro es la boda felicísima de la vivencia, la imaginación y la expresión.» Los poetas mexicanos José Angel Leyva y Luis Armenta Malpica, moderados por el editor Martí Soler, repasaron los dos tomos que compilan en más de 1400 páginas tan sólo la creación poética de Gelman.
La Obra reunida implica un recorrido por las diversas etapas de la vida del poeta, «sus pensamientos, sus sueños y sus batallas», según aseguró Leyva ante un público en el que se encontraban varios poetas y escritores argentinos, como Diana Bellessi, Tununa Mercado, Juan Sasturain y Alejandro García Schnetzer, entre otros. «La poesía, ese árbol sin hojas que da sombra, como la define Gelman, nos ofrece miles de hojas con sus soles y su tiempo. Ésta es y será la publicación de su poesía reunida hasta el momento en que se hizo el acopio de sus poemas, pero no la poesía completa de Gelman, que no cesa ni cesará hasta que algo más fuerte que su voluntad y su voz insumisa la detenga». Leyva advirtió que, desde Violín y otras cuestiones hasta El emperrado corazón amora, esta monumental compilación ofrece «la oportunidad de asomarnos a su horizonte vital», para «dejarnos perder en el entramado de una búsqueda que no termina porque está forjada con la insatisfacción e inconformidad de los grandes poetas, de los autores que no escriben con estilo sino con lenguaje». La escritura de Gelman está hecha «a base de interrogantes, desgarrones, éxtasis dialogales y relatos fundacionales».
Gelman rechaza el término heterónimo para referirse a Sidney West, John Wendell y el poeta japonés Yaminokuchi Ando, poetas que aparecen en las páginas de Cólera buey. Leyva reconoció que no lo convence usar la palabra seudónimo. «Prefiero llamarlos Alterónimos, un término que se aproxima más a mi sentir, el personaje que funde a Whitman con el Borges de El sur», propuso, y leyó el poema «Interrupciones», que pertenece a Salarios del impío: «La lengua del dolido jadea de amores indecibles, apenas entrevistas, como fuegos que le acechan la boca y ningún daño apaga y arden en lo que no será». Para Leyva, lo más trascendente de la posición indeclinable de Juan es «no contagiar el hecho poético con la ideología, no sujetar las búsquedas estéticas a la moral que rige su posición política-ideológica». Y sin embargo, la actitud de Gelman –aclaró– se refleja en los contenidos de su poesía: «Habla a través de sus versos, de su respiración, de sus tonos».
Leyva ponderó que Gelman es «un poeta de no pocos registros» y destacó que su obra «no se circunscribe a una propuesta estética determinada, a un estilo o una voz específicos, sino a épocas diversas en las que han brotado contenidos y formas distintas, sin abandonar recursos técnicos de escrituras que se deslizan en direcciones emotivas y racionales». La poesía de Juan, se sabe pero se comprueba ahora quizá con más fuerza, no encaja en una misma lectura. «Lo que en un libro o en unos versos figura como sugerencia o esbozo, en otros poemarios se despliega sin concesiones, radical y consciente de sus riegos», enfatizó el poeta mexicano, y puso sobre la mesa un puñado de esos riesgos desde lo formal: recurrencia de neologismos, marcas tipográficas, efectos fonéticos. En cuanto a los tópicos, enumeró la presencia del dolor, la pérdida, la ausencia, el exilio, la dimensión de lo sagrado y la búsqueda de «las dimensiones olvidadas de la lengua». En este racconto no podía faltar la memoria del dolor y el dolor de la memoria que emanan de muchas páginas de Gelman. «La derrota está en el nombrar, en el decir lo que es pero ya no es, en el pronunciar la palabra pájaro para decir libertad y dejar un hueco en la palabra, un silencio que exige otra palabra para denominar el deseo, para hacer la luz», reflexionó Leyva y comentó que esta edición de la Obra reunida no tiene estudios previos ni prólogos. «Es una poesía que se presenta de primera intención a sí misma, dispuesta a ser leída y vivida».
La emoción aumentaba el calor en la sala cuando Armenta Malpica afirmó que «hay poetas con los que nos sentimos tan a gusto que pudiéramos considerarlos nuestros padres». Las cabezas se inclinaban y asentían ese entrañable milagro que prodiga la lectura: ser «hijos» de Juan. No aludía a la herencia o al legado, dos palabras que pueden pesar tanto o más que lo que pesan los dos volúmenes de las Obra reunida. Se refería a «una forma de aproximarnos a la literatura o a la vida». «Saber qué es la poesía nunca nos ha quedado claro. Suponerla, en dos tomos, es acercarnos sólo un tantito más», aventuró Armenta Malpica. «Curioso este poeta, tan seguro de sí, de su voz, como buen argentino. En lo más hombre de Gelman hay un niño que se niega a callar», opinó el poeta mexicano. «Ese hombre no desaparece ni en los miedos más propios ni en las causas ajenas. ‘Como un grito/ finito/ como un pedazo escaso/ como un vuelo de piedra’, nos dice Juan, el más cercano Gelman de resecas palabras». Después de evocar encuentros y pánicos diversos, como el que lo asaltó cuando le tocó escribir sobre el maestro Armenta Malpica, como muchos, supo que ahora sí había que escucharlo a Juan. «Muy en el fondo hubiera preferido presentarme ante Juan y decirle que me han cambiado tanto sus palabras, que no lo sustituyo ni por dos, ni por todos los tomos de su poesía».
Gelman sonrió y agradeció, sin disimular el impacto que le generaron las palabras de los poetas mexicanos. «Me voy a construir una egoteca después de escucharlos. Estos dos tomos dan constancia de que mi poesía es pesada», ironizó el poeta. «Tengo que leer, no tengo más remedio», admitió. «No estoy seguro dónde se ha producido o no esa felicísima boda» .Y empezó con Arte poética: «Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío/ como un amo implacable/ me obliga a trabajar de día y de noche,/ con dolor, con amor,/ bajo la lluvia, en la catástrofe,/ cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,/ cuando la enfermedad hunde las manos./ A este oficio me obligan los dolores ajenos,/ las lágrimas, los pañuelos saludadores,/ las promesas en medio del otoño o del fuego,/ los besos del encuentro, los besos del adiós,/ todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre». Como las lenguas del sol, la poesía de Gelman abriga.
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