C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de febrero de 2022. (RanchoNEWS).- La belleza del arte, en el lugar y momento apropiado, se lo lleva todo por delante. Así fue, hace cincuenta años, con El Padrino, adaptación al cine del libro de Mario Puzo. Un proyecto, colectivo y personal, desmesurado y definitivo con el que Francis Ford Coppola, medio siglo atrás, reventó la banca, ganó todas las apuestas e hizo explotar la pirotecnia acumulada en el interior de la película (el escritor, el género, Marlon Brando, Al Pacino, Diane Keaton, John Cazale y el resto de bestias pardas alrededor, las colas en los cines, los premios, la moda, la música de Nino Rota...), consiguiendo que, a partir de su película, la realidad mafiosa y delincuencial copiara la ficción. Para siempre.
Visionar El Padrino, antes y ahora, nos apabulla y fascina, nos acerca a la quimera de la obra perfecta, rendidos ante tanto talento en todos sitios, nunca desperdiciado, al servicio de una obra enorme, principio y fin, supernova y agujero negro del género gansteril subtipo de sagas familiares de espaguetis con albóndigas. Más grande que la vida. Más grande que la realidad. William Shakespeare contratado por el nuevo Hollywood para adaptar su Rey Lear. Y ahí sigue: en todas las secuelas que hemos saboreado o deglutido desde entonces en películas, series, parodias y revisitaciones varias.
Una nota de Carlos Zanón para El Cultural