C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de febrero de 2022. (RanchoNEWS).-Se denomina poder blando a la capacidad de influir en el mundo sin recurrir a la coerción política, la sanción económica o la acción militar, sirviéndose de una arma tan inofensiva, en apariencia, como la cultura. Lo ejerció Francia hasta los años treinta gracias a su potestad intelectual y luego Estados Unidos desde la posguerra a golpe de Coca-Cola y blue jeans. Lo practicó el Reino Unido en los tiempos de The Beatles (y en los del britpop) y, a otra escala, Dinamarca cuando triunfaban Borgen o la moda hygge. Desde hace un par de años, cuesta encontrar un punto del planeta que encarne mejor esa noción, tan extendida en las relaciones internacionales, que Corea del Sur. El profesor de Harvard que acuñó el concepto, Joseph Nye, ya advirtió en 2009 que el país asiático tenía «los recursos necesarios» para convertirse en un imperio del soft power.
Tras la crisis asiática de 1997, Corea entendió que no podía jugárselo todo a la carta de la tecnología y los coches. La supervivencia del país, que ha pasado de tener un PIB inferior al de Ghana en los sesenta a convertirse en la 12ª economía mundial, pasaba por la inversión en sus industrias culturales. En 2009, siguiendo el modelo del British Council o el Institut Français, creó una agencia dedicada a la promoción de la cultura coreana en el mundo. Poco más de una década después, el grupo BTS, actual número uno en EE UU gracias a su colaboración con Coldplay, ha pronunciado un discurso en la ONU como embajador del presidente coreano. Frieze, principal feria de arte en el mundo junto a Art Basel, ha escogido Seúl como próxima base de operaciones. Y Parásitos, primer filme de habla no inglesa en ganar el Óscar a la mejor película, y El juego del calamar, la serie más vista en la historia de Netflix, parecen poner fin a un dominio blanco y hollywoodiense en el campo audiovisual. Lejos de toda propaganda, las dos reflejan la brutalidad social en un país que no ha olvidado la fragilidad sobre la que reposa su nueva riqueza.
El texto de Álex Vicente lo publica Babelia de El País