Rancho Las Voces: Textos / «La augusta brevedad de Tito Monterroso» por Enrique Héctor González
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

martes, febrero 01, 2022

Textos / «La augusta brevedad de Tito Monterroso» por Enrique Héctor González

Portada de La Jornada Semanal. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 1° de febrero de 2022. (RanchoNEWS).- Es difícil encontrar un escritor, de la latitud, longitud o lentitud que fuere, que haya sido más consciente de las innumerables argucias del laconismo que el guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003), quien en realidad nació en Tegucigalpa y se hizo escritor en México, por lo cual probablemente sea el campeón de otra artimaña, aparte de la brevedad: la ubicuidad. Además de ello, su sentido del humor, tan versátil y huidizo, es una muerte súbita de la lógica, un hallazgo de la razón que hace de su prosa un homenaje a la aclaración innecesaria como diablura de la sensatez, un divertimento tan cuidadosamente elaborado (su escritura es paradigma de claridad y precisión) que parece reñir con la espontaneidad, con el efímero latigazo del ingenio.

Como el verdadero humorista que fue, aunque lo negara, pues a todo escritor diestro en agudezas le molesta que se lo obligue a serlo o se lo encierre en el perímetro de esa pericia («Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible o humorístico», escribió por ahí), Monterroso no fue siempre chistoso ni buscó la sonrisa del lector a toda costa. Maestro en el arte de la paradoja, de la distracción voluntaria, del desequilibrio cognitivo como atentado contra el sentido común, del asomo risueño de la perplejidad en cualquier asunto, sus historias, siempre breves, siempre atentas a la primera ley del decálogo del escritor, «no aburrirás a tu público», se apegan de manera tan afanosa a la realidad contada o inventada que de seguro el principio de George Bernard Shaw era otra lámpara lúcida en el ejercicio de sus tareas de escritura: «Para bromear, lo único que necesito es decir la verdad.» Sus textos, exiguos no sólo en virtud de sus dimensiones reales sino por esa paciente voluntad de asepsia sintáctica que elude períodos muy extensos, son una lección de concisión verbal. Su obra será siempre un legado de elegancia para las generaciones futuras que, como en su famosa fábula «La oveja negra», podrán ejercitarse en el arte de exculparlo (antes que de esculpirlo) del fastuoso fastidio que provoca la literatura que se toma demasiado en serio. Nada mejor para desmantelar esa compulsión a escribirlo y reunirlo todo que compete a los más ilustres escritores de toda laya y época, que titular su primer libro de relatos con el parentético añadido de Obras completas (y otros cuentos).

El texto de Enrique Héctor González es publicada por La Jornada Semanal