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El poeta mexicano, flanqueado por su colega Ramón Xirau y el embajador de España en México, Carmelo Angulo, durante el homenaje al escritor. (Foto: Carlos Cisneros)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de junio 2009. (RanchoNEWS).- En el tiempo de todas las crisis y todas las desgracias, con el Príncipe de Asturias conferido a la UNAM «tenemos cuando menos algo de qué alegrarnos», manifestó el escritor. Una nota de para Ericka Montaño Garfias para La Jornada:
«No soy sino un eslabón muy pequeño, un eslabón más, de la cadena que empezó hace mil años y que quizá no termine nunca». Apenas un fragmento del discurso que José Emilio Pacheco (JEP) regaló en el homenaje que recibió por haber sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009.
Noche de tráfico y un chaparrón en la zona de Palmas. Noche de amigos, de poetas. Noche de El Poeta. De la sonrisa del poeta, de su eterno cambio de lentes, de su discurso salpicado de memoria y cotidianidad. Fue la noche de José Emilio Pacheco, previa a dos festejos más: su cumpleaños el 30 de junio –apenas 70 años– y de la entrega del Premio Reina Sofía, el próximo 17 de octubre.
Noche de doble festejo: horas antes se había anunciado que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) había sido reconocida con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Caos citadino
José Emilio llegó a la residencia oficial del embajador de España en México, Carmelo Angulo, acompañado de su esposa, la periodista Cristina Pacheco. Contra su costumbre, el homenajeado llegó tarde, por lo que, en cuanto pudo, ofreció disculpas aun cuando el responsable del desaguisado no fue él sino la falta de taxis en el caos citadino del miércoles por la noche.
Sólo faltaba JEP. Ya estaban Ramón Xirau, Juan Gelman y Marco Antonio Campos, todos poetas y amigos del homenajeado, quienes junto con el embajador Angulo lo acompañaron después en los discursos.
Asistieron también la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar; el director de la Academia Mexicana de la Lengua, José G. Moreno de Alba, y escritores como Angelina Muñiz-Huberman, Pura López Colomé y Daniel Sada, entre otros.
Éste es un homenaje a «uno de los poetas mayores de nuestra lengua», señaló el diplomático español. Con el premio a Pacheco, y los recientes reconocimientos al también poeta Tomás Segovia (Premio Federico García Lorca de Poesía), al narrador Jorge Volpi (Premio de debate Casa de América), a Margit Frenk (Premio Internacional Menéndez Pelayo) y a la UNAM, demuestran que «México, su literatura y su cultura están más presentes que nunca en España».
El poeta Juan Gelman, quien antecedió a Pacheco en el Premio Reina Sofía y recientemente fue reconocido con el Cervantes, y el filósofo y poeta Ramón Xirau, en su brevedad dijeron todo:
«José Emilio es un narrador admirable, es un crítico profundo y todos extrañamos los textos que solía publicar semanalmente en Proceso. Pero José Emilio es sobre todo y ante todo poeta, un poeta querido, admirado, uno de los poetas más eminentes en lengua española, es natural que se le haya otorgado un premio que lo honra tanto como honra al jurado por haberlo otorgado y al premio mismo. José Emilio, muchas felicidades, pero muchas», dijo Gelman.
Xirau ofreció un dato: su amistad con Pacheco se remonta a 50 años, desde que ambos participaron en la revista Diálogos, de la que recientemente se presentó la edición digital y un volumen antológico. «Quiero decir simplemente que me da mucho gusto este premio que no ha tenido, que yo sepa, ningún otro mexicano, y darle muchas gracias, decirle que lo queremos mucho».
Sufrimientos del país este 2009
José Emilio Pacheco, dijo Marco Antonio Campos, «tenía apenas 17 años cuando publicó su primer texto. Desde entonces muchos pájaros han volado desde los árboles y es actualmente, con justicia, uno de los escasísimos poetas y escritores vivos más reconocidos a escala internacional».
Habló entonces José Emilio, crítico y cronista: «Esta noche celebramos que por iniciativa de usted, señor embajador, el premio Príncipe de Asturias se entrega a la UNAM, grande y justa compensación por todos los horrores que nuestro país ha sufrido y sigue padeciendo en este año siniestro de 2009. En el tiempo de todas las crisis y todas las desgracias, del virus al incendio –iba a decir el crimen– de la guardería de Hermosillo, del desastre económico, de las batallas en Acapulco, tenemos cuando menos algo de qué alegrarnos. Arturo Ripstein, que se encuentra aquí, me contaba la última vez que hablamos de su diálogo con Eduardo Lizalde. Arturo le preguntó a Eduardo ‘¿qué consejo le da a usted a los jóvenes poetas?’ ‘–Que no sean poetas, porque es dificilísimo y las posibilidades de éxito son nulas’. Para mí es tan difícil que algo me salga bien como estos melate, ¿cómo puede acertar uno a seis pares de números? Más o menos así es escribir poesía».
Al reconocer la obra de Gelman, Xirau, Campos y Luis María Merina, y del exilio español –aquí hizo mención particular a Max Aub y Vicente Aleixandre–, José Emilio Pacheco se reconoció como ese «eslabón pequeño, uno más de la cadena que empezó hace mil años y que quizá no termine nunca».
Y antes de agradecer el homenaje, aclaró: «¡Ah!, por cierto, no he recibido el dinero (del premio, 42 mil euros). Será el 17 de octubre. Me llaman personas para que les dé dinero. El otro día recibí un sobre de la Fundación Guggenheim, y me puse muy contento pensando que me iban a dar una beca o algo. No, me pedían dinero, ya es el colmo», dijo entre risas.
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