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Vista de la instalación de Olafur Eliasson en la Sala de Turbinas. (Foto. El Cultural)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 7 de mayo 2010. (RanchoNEWS).- El 12 de mayo la Tate Modern londinense cumple 10 años. Se celebrará en la Sala de Turbinas con el festival de colectivos artísticos No Soul for Sale, comisariado por Maurizio Cattelan, Cecilia Alemani y Massimiliano Gioni. Poco después Vicente Todolí dejará de ser su director, ¿cerrando una etapa? Revisamos la historia del museo de arte contemporáneo más visitado del mundo, que pronto se ampliará, con sus luces y sus sombras. Una nota de Elena Vozmediano para El Cultural:
Con cerca de cinco millones de visitantes al año (el Reina Sofía tiene algo más de dos) en Gran Bretaña sólo le supera en la lista de atracciones turísticas el British Museum. Se habla de una contribución económica anual a Londres de cien millones de libras. Es uno de los máximos paradigmas del modelo de museo para las masas, de la cultura del entretenimiento. Su éxito, en este sentido, es indiscutible pero ¿qué ha aportado desde el punto de vista artístico? Londres no tenía antes de la Tate Modern un gran centro de arte contemporáneo a la altura de la importancia demográfica y económica de la ciudad. Sí salas de exposiciones de prestigio internacional, como la Hayward, la Serpentine, la Whitechapell, el Barbican Center o el ICA.
La vieja Tate Gallery tenía una colección de arte del siglo XX que podía bastar como arranque para ese nuevo gran museo pero lo cierto es que, como marca la perniciosa dinámica mundial, se tuvo claro desde un principio que los motores del nuevo proyecto serían el edificio y las exposiciones temporales. Herzog & de Meuron transformaron para ello la Bankside Power Station y han diseñado ahora una ampliación que se inaugurará para las Olimpiadas de Londres en 2012. Eso si Nicholas Serota, director de los museos Tate desde 1988, reúne los 215 millones de libras necesarios.
Terrón de azúcar
¿Cómo ha evolucionado la colección? Las cantidades son siempre mareantes cuando se habla de esta «familia» de museos, que suele dar cifras globales, no desglosadas por sedes. En 2009, la colección Tate creció en 1.589 obras, por valor de 100 millones de libras (el Reina Sofía invirtió 8,5 millones de euros); de ellas, 64 provenían de benefactores. Siempre fue así: el museo fue inaugurado con la colección donada al país por Sir Henry Tate, inventor del terrón de azúcar, que además construyó el edificio de Millbank. Numerosos artistas han hecho y siguen haciendo generosas donaciones y los Members (amigos) contribuyen anualmente con 5 millones de libras para adquisiciones. La última donación estrella la ha hecho el galerista Anthony d'Offay y aún se discute si Saatchi ofreció su colección a Serota o no; cada uno da una versión del asunto. En cuanto a las nuevas líneas de adquisiciones, se ha procurado atender a la creación latinoamericana y se está haciendo un esfuerzo por reunir una colección de fotografía del siglo XX que tendrá salas propias en la ampliación.
La colección ocupa dos plantas de la Tate Modern. Se abrió con un esquema temático, con cuatro bloques: Historia/Memoria/Sociedad, Desnudo/Acción/Cuerpo, Paisaje/Materia/Entorno y Bodegón/Objeto/Vida real. En aquel momento fue un planteamiento celebrado como novedoso aunque todo el mundo era consciente de que pretendía enmascarar la discontinuidad y las debilidades de la colección, especialmente en las primeras décadas del siglo XX. El recurso a los depósitos de particulares para llenar huecos es habitual. Ya bajo el mando de Vicente Todolí, nombrado director en 2002 en sustitución de Lars Nittve –que aguantó sólo un año en el puesto–, el esquema evolucionó hacia un modelo aún temático pero que retomaba la idea de continuidad temporal y se centraba en unos episodios clave: «Gestos materiales» (Abstracción y Expresionismo 1945-1960), «Poesía y sueño» (Surrealismo), «Estados de flujo» (Cubismo, Futurismo, Vorticismo y Pop Art) e «Idea y objeto» (Minimalismo); en 2009 esta última sección fue reemplazada por «Energía y proceso» (Arte Povera). La idea de Todolí era que estas renovaciones radicales fueran frecuentes pero el presupuesto le ha obligado a contentarse con un 20% de cambios cada año. Estos movimientos son caros, y aquí debemos hacer referencia al problemático modelo económico de la Tate. Desde 2006 se celebran las UBS Openings, presentaciones de los nuevos montajes de la colección. Con ellas, el museo quebrantó sus propias reglas: en 2000 Serota afirmó que nunca expondrían colecciones privadas, y en cada Opening el banco suizo UBS incluye una selección de las obras de su propia colección. Además, hay que decirlo, costea los programas educativos. En junio se inaugurará una exposición de Francis Alÿs, patrocinada por Eugenio López, de la colección Jumex. ¿Se incluirán las obras que posee del artista?
Las individuales venden más
En diez años se han organizado 52 exposiciones. Decía Todolí en una entrevista concedida en 2006 a A-desk –se prodiga poco– que, a veces, «los movimientos no te dejan ver las individualidades de los artistas, y lo importante de los movimientos es el contenido individual, así como los vínculos». Con esas premisas, la gran mayoría de exposiciones de la Tate Modern han sido individuales de artistas célebres. Las más visitadas: Matisse/Picasso, Edward Hopper, Andy Warhol, Frida Kahlo, Kandinsky, Mark Rothko y Henri Rousseau. Las figuras individuales «venden» mejor que las colectivas o las exposiciones de tesis. Así, se han hecho sólo siete muestras con «argumento»: Between Cinema and a Hard Place; Century City: Art and Culture in the Modern Metropolis; Cruel and Tender: The Real in the 20th Century Photograph; Living History; Global Cities; The World as a Stage y Street and Studio. An Urban History of Photography.
Programa de calidad aunque conservador
Asuntos privilegiados: la ciudad, la historia y los medios de reproducción masiva de la imagen. Además, se han realizado revisiones del Arte Povera, el Surrealismo, el arte objetual de los años 70, la pintura abstracta de los 50, el Futurismo y el Pop Art. No se puede negar que se trata de un programa de calidad, que ha procurado en la mayoría de las muestras aportar algo al entendimiento de un artista o de una época, pero no deja de ser conservador. Sólo en el más pequeño espacio Level 2 –y antes con la serie de exposiciones Untitled– se han permitido los comisarios de la Tate soltarse un poco la melena.
El poder de la Sala de Turbinas
Pero el gran reclamo ha sido la serie Unilever. Louise Bourgeois, Juan Muñoz, Anish Kapoor, Olafur Eliasson, Bruce Nauman, Rachel Witheread, Carsten Höller, Doris Salcedo, Dominique Gonzalez-Foerster y Miroslaw Balka han hecho grandes instalaciones en la Sala de Turbinas. Se prepara la de Ai Weiwei, para octubre. La mayoría, obras notables al servicio de la atracción de visitantes. La Tate genera cerca del 60% de su presupuesto. Tate Enterprises explota la marca a través de publicaciones, merchandising y catering; las tiendas y el restaurante ganan unos cinco millones de libras anuales, que se invierten en adquisiciones.
El gran reto financiero es ahora la ampliación. El modelo empresarial de la Tate exige el crecimiento constante y eso es algo que parece haber influido en la dimisión de Todolí, que comunicó su intención de dejar el museo cuando se anunció el proyecto. También podría haber sido determinante la presión de Tate Enterprises, que necesita siempre más visitantes y que exige rentabilidad incluso en la venta de catálogos, los cuales deberían ser una herramienta de investigación y formación, no un producto. ¿Puede hundirse este modelo? De momento va capeando la crisis en todas partes. Son los pequeños centros, como el ICA, los que se hunden.
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