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En 1983 recibió el Premio Nacional de Periodismo. (Foto: El Universal)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 27 de mayo de 2010. (RanchoNEWS).- Los calificativos abrumarían a Gabriel Vargas, aunque muchos los escuchó en vida y no se los creía. Ante tanta alharaca a su persona decía: «Por qué me hacen tantos homenajes si yo sólo he hecho monos». Al historietista mexicano nacido en Hidalgo en 1915 sus estudiosos lo llaman «El Cervantes de la historieta mexicana» y «El más grande que dio la historieta mexicana», escribe Yanet Aguilar Sosa de El Universal desde la Ciudad de México:
El hombre que vivió 96 años, es considerado un retratista y un costumbrista de la realidad que habla de lo que somos los mexicanos sin juzgarnos, sin decir estos son buenos o malos. «No se erige en juez; nos permite leer un México real aunque con humor y nos hace una contribución importante como la de Borola Tacuche, que es la gran personaje de la historia de la historieta en el mundo», señala el historiador e investigador Agustín Sánchez González.
El investigador, quien a finales de 2010 presentará, editada por Conaculta, la biografía del caricaturista, Los Burrón en familia (le gustaría que llevara como subtítulo Una historia chipocluda), asegura que en la historia de la historieta no hay muchas mujeres que sean personajes protagonistas. «Borola es el gran personaje de la picaresca, es una heredera de lo que era Fernández de Lizardi y El periquillo Sarniento, lo que eran todos estos picarescos que se burlan de la sociedad y tratan de cambiarla».
Vargas es llamado el costumbrista, el retratista, el humorista y el cronista. Otro de sus estudiosos, Juan Manuel Aurrecoechea Hernández, asegura que el humor en el historietista era un rasgo peculiar. «Es conmovedor y amoroso con sus personajes, es muy superior a muchos otros grandes humoristas mexicanos en todos los terrenos, incluso que Tin Tan y Cantinflas. Su legado y su retrato del siglo XX, no sólo de la urbe, sino también del medio rural; no tiene complacencia, no deja títere sin cabeza, en ese sentido, su retrato es muy crítico y muy filoso, pero nunca se coloca con la distancia del que se burla del otro, su retrato es desde adentro».
¿Los aportes?
Crear una picaresca insuperable con Borola es una de las grandes características del autor de La Familia Burrón, las otras dos tienen que ver con el lenguaje y con su postura en torno a la política. «A Vargas no le importaba la política en el sentido estricto, no hay una crítica política con nombre y apellido como sí está en otros; sin embargo su crítica me parece más demoledora porque es una crítica que impacta sobre la realidad. Retrata a una sociedad reprimida, retrasada, apabullada», dice Sánchez González.
El autor de La historia del humorismo en México, que publicará en breve la Universidad de Alcalá de Henares, asegura que además de retratar a los diputados arbitrarios, a los cuicos corruptos y el poder, Vargas tiene una tercera característica vital que poca gente ha valorado: el sentido literario de su obra a través del lenguaje, pues Gabriel Vargas hace una recuperación del habla de los mexicanos que incluso debería hacerse un vocabulario de su discurso lingüístico.
Un historietista capital
Para Aurrecoechea, la obra de Gabriel Vargas es capital para la cultura nacional. «Su retrato de la ciudad de México, de su lenguaje, de la vida en la vecindad, la historia de la propia familia Burrón lo convierten en uno de los retratos humorísticos y conmovedores que se acerca a la vida popular con más certeza y tino. Además la obra de Vargas es capital en la historia de la picaresca mexicana y del humor mexicano no sólo en el siglo XX sino en toda su historia».
Los dos estudiosos de la historieta en México y admiradores de Vargas coinciden en que el autor de otras obras como Los superlocos, Poncho López y Birola y Piolita «era un hombre tocado por el genio» y que su obra es un legado valiosísimo para un México que ya no existe. Pero lo hizo con genio, sin pensarse un dios. Sánchez González asegura que el gran legado de Gabriel Vargas es «haber hecho un retrato perfecto de los mexicanos, sin erigirse en Dios».
El ninguneo de los caricaturistas
Como toda la historieta mexicana, Gabriel Vargas vivió durante muchos años en un ninguneo hasta las primeras reivendicaciones y lecturas que empezaron a hacer de su obra a finales de los años 70 y principios de los 80, en espacial, los estudios de Carlos Monsiváis; hasta entonces, las historieta era muy poco apreciada y nadie estaba orgulloso de leerla, acaso Alfonso Reyes apreciaba a Vargas y era lector de historieta.
Pero con el acercamiento que hizo Monsiváis y otros intelectuales como Sergio Pitol, la historia se comenzó a escribir de otra manera. Dice Aurrecoechea «si en los años 30 nadie estaba orgulloso de leer ninguna historieta, incluida La Burrón, hoy muchos intelectuales estarán orgullosos de esa lectura y de Gabriel Vargas».
También lo señala Agustín Sánchez González: «la academia y los intelectuales y la clase culta viven al margen de la realidad, la realidad estaba ahí, el impacto de La Familia Burrón era enorme; me atrevo a decir que todos los mexicanos de los años 50, 60 y quizás 70 leíamos a La Familia Burrón; había tirajes de 500 mil ejemplares y se calcula que cada historieta la leen cuatro personas. O sea, dos millones de mexicanos cada semana leíamos a Gabriel Vargas».
Ambos saben que hacen falta muchos acercamientos a la historieta en México, en espacial a la obra de Gabriel Vargas, aunque ellos han hecho su parte.
Sánchez González dice que el primer problema de la caricatura en general en el mundo es el menosprecio que se ha tenido a la obra de los caricaturistas, tanto que uno de los problemas más serios es que está perdido. «Yo he calculado que 95% de las caricaturas en el mundo está perdido para siempre». Incluso cree que Gabriel Vargas tampoco tenía un archivo.
Genialidades anteriores
Aunque sin duda hay otras obras muy importantes como Los supersabios, de Gerardo Butze o Los supermachos y Los agachados, de Rius, el gran clásico de la historieta mexicana es La Familia Burrón, tanto que Aurrecoechea afirma que «el Cervantes de la historieta mexicana es Gabriel Vargas», un autor cuya obra anterior, como Poncho López y Birola y Piolita, e incluso sus llamadas «obras realistas», como La vida de Sherlock Holmes, La vida de Cristo e Historias de Guerra, han sido opacadas por la historia de Regino y Borola y sus hijos Macuca, Foforito y Rufino.
Comparado con «Chava» Flores en la música, Gabriel Vargas fue un gran apasionado de la cultura popular, de la que fue el gran retratista sin complacencias; el que no oculta nada y es particularmente punzante, filoso en su retrato de la vecindad, de la vida, de las relaciones familiares, de las de género, de las muchas cosas que lo caracterizan.
SEMBLANZA BIOGRÁFICA
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