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Lorena Serrano Rascón en el segundo aniversario luctuoso del dramaturgo en Chihuahua. (Foto: Maga / RanchoNEWS)
Chihuahua, Chihuahua. 30 de julio de 2010. (Margarita Muñoz / RanchoNEWS).- Mis años en la Escuela Preparatoria de la UACH, fueron especialmente ricos. Era mi condiscípulo Jesús Gardea y atrás venían Arturo Rico Bovio y Carlos Montemayor. Data de entonces mi primer encuentro con Víctor Hugo Rascón Banda. Él recién había llegado a estudiar en la Escuela Normal del Estado y alguien me lo señaló entonces: «Mira, áquel es Víctor Hugo Rascón, el de Uruachi…»
Tengo de entonces una imagen borrosa de un muchacho alto y desgarbado con una camisa a cuadros. Volví a verlo años más tarde gracias a Mario Arras. Ya era entonces un reconocido dramaturgo. El encuentro fue el de los amigos que comparten incertidumbres y esperanzas, como si nos hubiéramos conocido desde niños y nunca dejado de ver. Gastamos en una tarde todas las etapas anteriores y el gusto de ese encuentro duró para siempre. Me convertí en su «oyente» más atenta. Su conversación me fascinaba y divertía. A través de su palabra surgía un cúmulo de imágenes y pude abrevar su filosofía sobre la vida, la familia, el trabajo, la creación, el teatro y el compromiso social que siempre estaba presente.
En algún momento, su partida me llenó de temor. Perdía a alguien muy querido, alguien importante para mí, un interlocutor sabio e inteligente que abrió un mundo a veces gozoso a veces deprimente, siempre interesante. Un mundo que me llenaba de inquietud y de interrogantes y que se aclaraban a través de su mirada y de su pensamiento.
Ahora su ausencia ya no me parece tan desoladora, porque está presente en el plano del afecto, porque no falta a las citas del recuerdo y de los encuentros a través de la lectura de su obra. Los escritores mueren cuando nadie los lee. Se muere su memoria y con ella se van su pensamiento y sus ideas.
El legado de Víctor Hugo no debe morir, el teatro en México tiene una gran deuda con él que nos transmitió en su obra un andamiaje cultural e ideológico que afianza nuestra identidad. Hay en ella una infinidad de códigos culturales que nos brindan un sentimiento de pertenencia, de ser parte de un pueblo, de un país. Su legado no se alcanza a dimensionar todavía porque su obra necesita difundirse más en esta su tierra. Por eso me llena de alegría la noticia de la reedición de Volver a Santa Rosa y la edición completa de sus obras teatrales.
Rascón Banda fue un exilado como muchos otros escritores chihuahuenses. Sin embargo su compromiso entrañable con esta tierra nunca se perdió y una y otra vez regresó para abrevar por medio de su familia y sus amigos de su esencia para después escribir y denunciar; para poner el dedo en la llaga con su voz sencilla, directa y sin rebuscamientos a través de sus obras de teatro.
Ahí quedan como muestra El baile de los montañeses que a su estreno en Chihuahua fue prohibida. Los ilegales, Contrabando, Voces en el Umbral, Sazón de Mujer, La mujer que cayó del cielo, obras que dan voz a hombres y mujeres de esta tierra, que denuncian, que cavilan sobre añejos y nuevos problemas. Rascón Banda, una personalidad cardinal de la dramaturgia mexicana, dirigente de la asociación de escritores más prestigiada en América Latina la cual creció bajo su mano, con la agudeza social y política que lo caracterizaba, traza la microhistoria del narco en Santa Rosa, Chihuahua. Lo particular es un retrato de lo general: el narcotráfico y su secuela de complicidades que ahora nos agobia.
Quiero agradecer en una forma muy especial a Lorena Serrano Rascón, por su esfuerzo en preservar viva la memoria de Víctor Hugo. Su pensamiento debe permanecer en esta su tierra. Nos ha dejado el compromiso de no admitir que muera su palabra, su luz, porque fue fiel a la vida, a la verdad y a la libertad a través de sus escritos.
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