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El dramaturgo alemán. (Foto: ABC)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 23 de agosto de 2010. (RanchoNEWS).- Su muerte estaba anunciada y un provocador nato como Christoph Schlingensief no podía dejarla fuera de su teatro vital: Aprender a morir y El estado de las cosas fue su traducción escénica y El cielo no puede ser más bello su elaboración literaria, informa Ramiro Villapadierna del ABC desde Berlín.
Tras dos años enfrentado al cáncer, ha fallecido finalmente a los 49 años el «grand enfant» terrible de las artes escénicas germanas, cineasta, dramaturgo, escenógrafo, un gran «sacudidor de conciencias», para el escenógrafo Frank Baumbauer; «un artista político» dice de él el director de la Berlinale, en cuyo jurado figuró el pasado año, en referencia a esa especie que Günter Grass da ya por perdida en su última entrevista, esta semana.
La también rebelde premio Nobel austríaca y buena amiga, Elfriede Jelinek, ha lamentado la pérdida de quien le ayudó a montar Bambiland, su demoledora crítica a Austria de postguerra. «Alguien así no podía morir», dice y califica como «uno de los mayores artistas que han vivido» al autor de Mea Culpa, del que el crítico Friedhelm Teicke dice que «nunca intentó separar la vida del arte».
Nacido en 1960 en Oberhausen, en el oeste de Alemania, estudió Filología, Filosofía e Historia del Arte en Múnich, antes de trabajar en equipos de rodaje y en sus primeros cortos. Su irrupción tiene lugar con su provocadora trilogía cinematográfica 100 años de Hítler (1988), Masacre alemana con sierra mecánica (1990) y Terror 2000 - Alemania en la UVI (1992), sobre el pasado alemán y el presente de la reunificación.
Toda el área de expresión germánica «pierde uno de los artistas más innovadores y multifacéticos», ha dicho el ministro federal de Cultura, alguien «que influyó decisivamente en el mundo del cine y del teatro alemán». El artista, que llegó a colar en 1997 en la Documenta de Kassel un cartel que rezaba «Mata a Helmut Kohl», formó incluso su partido al año siguiente, bajo el nombre Oportunidad 2000. En 2003 debutó en teatro en la prestigiosa Volksbühne de Berlín y al año siguiente montó un Parsifal, con dirección de Pierre Boulez, en el festival wagneriano de Bayreuth, sobre el fondo de un campo de refugiados que fue el escándalo del verano.
Casado pero sin descendencia, considerado en breve una de las figuras clave de la nueva escena alemana había sido nombrado, no sin provocación dado su declive físico, responsable artístico del pabellón alemán en la Bienal de Venecia de 2011, y en la actualidad tenía un proyecto de teatro para el festival de la Trienal del Ruhr.
Siempre crítico pero también reconocido católico, Schlingensief había manifestado su esperanza de seguir liándola en el cielo, «yo sí que creo que vamos a parar a algún lugar», pues decía confiar que «nada de lo que hacemos se pierde para siempre». Como reconoce Baumbauer, ex director de los Kammerspiele de Múnich, «significó algo, fuese en Hamburgo, en Berlín, en Viena o en África: hizo cosas realmente grandiosas».
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