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Imagen tomada del volumen Max Ernst: obra gráfica y libros ilustrados, de la colección Lufthansa. Museo Picasso, Barcelona. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 4 de agosto 2010. (RanchoNEWS).- La vida y la obra del pintor surrealista Max Ernst (1891-1976) son conocidas en México, pero rara vez se tiene oportunidad de ver su producción artística. Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
De allí la relevancia de que las 184 obras originales –que el artista de origen alemán creó en 1933 para la novela-collage Une semaine de bonté, o les sept éléments capitaux– vengan a México para ser exhibidas en el Museo Nacional de Arte (Munal).
La exposición Max Ernst: Una semana de bondad será inaugurada el 12 de agosto a las 19 horas en el recinto de Tacuba 8, Centro Histórico.
No obstante que el pionero de los movimientos dadá y surrealista es un artista muy reconocido, lo increíble es que hasta hace un par de años esa serie sólo se había exhibido una vez, entre marzo y abril de 1936, en los bajos de la Biblioteca Nacional, entonces sede del Museo Nacional de Arte Moderno, en Madrid, unos meses antes del inicio de la Guerra Civil española.
Los collages quedaron en poder de Ernst y al fallecer, su viuda, la también pintora surrealista Dorothea Tanning, los vendió a Daniel Filipacchi (1928), director emérito de Hachette Filipacchi Médias, y dueño de una de las mejores colecciones de obras surrealistas a escala mundial.
Fue en 2008, sin embargo, cuando Filipacchi accedió a que se mostrara Une semaine de bonté en el Museo Albertina, de Viena, exposición que posteriormente hizo escalas en el Museo Max Ernst, de Bröhl –su ciudad natal–; la Kunsthalle, de Hamburgo; la Fundación Mapfre, en Madrid; el Museo de Orsay, y ahora en el Munal, con el apoyo de Mapfre. La exposición fue curada por Werner Spies, amigo de Ernst y máxima autoridad mundial en el pintor.
Técnica con gran perfección
Con motivo de la apertura de Une semaine de bonté, en el Museo Albertina, Spies externó que los collages de Ernst tienen «algo del crimen perfecto. No hay indicios del lugar donde usó las tijeras».
De acuerdo con el experto, inclusive poco antes de morir el propio artista –quien desarrolló novedosas técnicas como el frottage– tampoco consiguió reconstruir cómo había hecho esos recortes.
De hecho, consiguió «la negación del principio del collage», aunque con una técnica personal. En la medida que las líneas de corte o separación se pierden, se confunden en una nueva imagen.
Ernst realizó estos collages con la intención de publicarlos en forma de novela. El artista creó las obras durante un viaje de tres semanas a Italia, en el Palacio de Vigoleno, al inspirarse en los grabados sobre madera procedentes de las novelas populares ilustradas, de los diarios de ciencias naturales y de los catálogos de venta del siglo XIX.
Al recortar minuciosamente los motivos que le interesaban, los montaba, llevando su técnica a un nivel de gran perfección. Si uno no dispone de las ilustraciones de origen, resulta difícil establecer qué partes fueron intervenidas por Ernst.
No era la primera vez que el artista empleaba dicha técnica. En 1929 se publicó su primera novela-collage, La mujer de 100 cabezas, y en 1930 la segunda, Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo; ambas cuentan con líneas de texto al pie de las ilustraciones.
En Une semaine de bonté, Ernst renuncia a esas leyendas. Los siete capítulos divididos en cinco fascículos llevan cada uno un título tripartito: el día de la semana (domingo a sábado), un elemento y un ejemplo.
En el texto que escribió para el catálogo de la exposición Max Ernst: obra gráfica y libros ilustrados, exhibida en el Museo Picasso, de Barcelona, Spies señala que estas novelas «forman parte de las más importantes creaciones producidas por el surrealismo en su rechazo de los convencionalismos literarios y de la omnisciencia del narrador que opera con argumentos sicológicos».
Relatos coherentes en imágenes
De acuerdo con Werner Spies «la irritación que emana de las láminas y escenas de las novelas-collages se debe a que, pese a su inaprehensibilidad, se hace intervenir en las mismas una especie de tensión narrativa. A diferencia de los collages más bien epigramáticos de la época dadaísta, lo que ahora se presenta son relatos coherentes en imágenes».
En 1933, año en que Adolfo Hitler llegó al poder, Max Ernst también pintó el cuadro Europa tras la lluvia. Según Spies, los collages de Une semaine de la bonté fueron «su respuesta al ascenso de Hitler», consigna la agencia Dpa.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1939, el artista fue recluido como extranjero enemigo por las autoridades francesas. El poeta Paul Eluard logró liberarlo. (En 1947 Ernst obtuvo la nacionalidad estadunidense, y en 1958 la francesa.)
Originalmente, Une semaine de bonté estaba prevista para publicarse en siete cuadernos, con el propósito de asociar cada uno a un día de la semana.
La elección del título procede asimismo de los siete días del Génesis. Pero también se trata de una alusión a la asociación de apoyo La semaine de la bonté, fundada en 1927 para promocionar la acción social.
París se había cubierto de carteles de la organización, solicitando la contribución de cada uno. Se trata de elementos que Max Ernst «tomó prestados».
Las cuatro primeras entregas no tuvieron, sin embargo, el éxito esperado. Los tres «días» que restaban fueron reunidos en un quinto y último cuaderno.
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