Funeral, St.Helena, Carolina del Sur, 1955 . (Foto: Robert Frank, The Americans)
C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de febrero de 2017. (RanchoNEWS).-Dos exposiciones y un libro recorren la trayectoria fotográfica y cinematográfica del artista, considerado el fotógrafo vivo más influyente del siglo XX. Gloria Crespo Maclennan escribe para el suplemento Babelia de El País.
«Ed, soy famoso. ¿Ahora qué?», escribía Robert Frank (Zúrich, 1924) a su amigo Edward Grazda a comienzos de los setenta. Refugiado con su segunda mujer, June Leaf, en una remota aldea minera de Nueva Escocia, al norte de Canadá, el esquivo fotógrafo suizo intentaba cerrar las puertas a la fama, fiel a su credo de outsider. Llevaba ya más de diez años dedicado plenamente a su otra pasión: el cine. Su famoso libro The Americans había alterado no solo su vida, sino también el curso de la fotografía. Publicado en 1958 en Francia por Robert Delpire, revolucionó el lenguaje tradicional del reportaje. Tardaría unos años en convertirse (junto con El Momento Decisivo, de Cartier-Bresson) en el libro de fotografía más influyente del siglo XX, pero la reacción de Frank no se dejó esperar: en 1959 guardó su Leica.
«Una decisión: pongo mi Leica en un armario. Harto de estar a la espera, persiguiendo, a veces captando la esencia del blanco y negro, el conocimiento de dónde está Dios. Hago películas. Ahora hablo a la gente que aparece en mi visor. No es fácil, ni especialmente exitoso», escribía Frank. Huía del arte que le había dado la gloria. Aun así, The Americans seguirá marcando a las generaciones venideras. Así lo entiende la Fundazione Forma Per la Fotografía con la muestra Gli Americani di Robert Frank, que expone, por primera vez en Milán, esta oda a América cuya fuerza poética y provocadora permanece 60 años después.
Political rally, Chicago, 1956 ROBERT FRANK, THE AMERICANS
Al tiempo, el Museum der Moderne de Salzburgo exhibe Robert Frank: Books and Films, 1947- 2016, una exhibición experimental que se expone por distintas partes del mundo desde 2014 y recorre la trayectoria artística del autor suizo a través de sus imágenes más influyentes, junto con sus películas y sus libros. Las fotografías se exhiben impresas en hojas de papel de periódico que alcanzan los cuatro metros de ancho. Dichas impresiones serán destruidas al finalizar la exposición. «Rápido, barato y sucio», tal como Frank lo describe.
«Las obras no deben estar siempre enmarcadas de forma cara y elaborada. Tampoco deben ser siempre copias vintage u originales, las cosas se pueden hacer de forma experimental. La obra de Robert Frank no solo lo resiste sin problema, sino que parece encajar especialmente bien dentro de esta forma de presentación», señala el editor y comisario invitado de la muestra, Gerhard Steidl. Es precisamente su sello editorial, Steidl, el que bajo una cuidada y exquisita presentación publica Robert Frank, Film Works, que incluye 8 DVD, los cuadernos de Me & My Brother y Pull My Daisy y el libro Frank Films, editado por Brigitta Burger-Utzer and Stefan Grissemann, que aborda la poco conocida obra cinematográfica del fotógrafo.
Mineros galeses, 1953. Del libro London / Wales ROBERT FRANK
América, con su inmensidad geográfica y la diversidad de sus habitantes, vislumbraba una promesa de libertad para este joven judío que escapaba de la amenaza nazi que se cernía sobre su ciudad natal, Zúrich. En Nueva York compartió cuarto oscuro con Louis Faurer, colaborando con las principales revistas del momento, como Life, donde sus arriesgadas imágenes eran frecuentemente rechazadas por los directores de arte y editores. Viajó por Europa; París, Valencia, Londres. Mostró sin remilgos la crudeza de la vida de los mineros galeses. Más tarde fue a Perú. En 1955 obtuvo la beca Guggenheim; durante nueve meses iba a deambular por las carreteras y las aceras de Estados Unidos en un periplo que terminaría dando a conocer América a los americanos.
The Americans comienza con una mujer blanca que se esconde tras una bandera americana (la América oculta) y termina con una imagen en la que Mary, su mujer, y su hijo Pablo descansan dentro de su coche (la melancólica mirada de Mary vista a través del parabrisas funciona como símbolo del aislamiento del hombre de su entorno), con 83 imágenes entre medias. «Robert Frank, suizo, discreto, amable, con esa pequeña cámara, que levanta y dispara con una mano, se tragó un triste poema desde la misma América y lo pasó a fotografía, haciéndose un sitio entre los grandes poetas trágicos del mundo», escribiría Jack Kerouac en el prólogo.
Robert Frank durante el rodaje de Pull My Daisy JOHN COHEN
Frank había captado el ritmo emocional de la América de la posguerra, mostrando aquello que se escondía detrás del sueño americano; un pueblo dividido, la realidad de los más desfavorecidos, de los negros, de los olvidados, o marginados, quedaba al descubierto tras sus furtivas y melancólicas miradas. Su provocadora obra desafiaba a la tradición documental de la fotografía a través de una mirada muy personal, donde lo metafórico se mezclaba con lo real. Además, conllevaba una nueva estética, técnicamente inaceptable. La revista Practical Photography la descalificaba por su «emborronamiento sin sentido, su grano, sus exposiciones enfangadas, sus horizontes ebrios y su desaliño en general». A Frank no solo se le calificaba de antiamericano, sino también de antifotógrafo.
Frank retomaría la fotografía en 1971. La muerte de su hija Andrea en un accidente aéreo y el suicidio de su hijo Pablo, aquejado de esquizofrenia, en 1994 marcarían definitivamente su vida. Su faceta de cineasta underground permaneció prácticamente desconocida para el gran público, no habiendo encontrado el éxito deseado en este campo. A pesar de ello directores como Richard Linklater y Jim Jarmusch no dudan en considerarle el padrino del cine independiente americano personal y alaban su búsqueda de una narrativa fuera de lo convencional. Entre su compleja obra, sus películas más conocidas son Pull My Daisy (1959) y Me and My Brother (1969). Ambas dan voz a la llamada generación beat. «Fue maravilloso caer en un grupo como este», declaraba el artista en una entrevista con The New York Times en 2014. «Los observabas vivir, y era algo tan distinto de lo que has visto. Su arte, su vida sexual, la verdad en la que creían y predicaban y de la que escribían. Ginsberg era un verdadero profeta. Veía una América distinta y más tolerante».
«¿Cómo acercarse a un artista que repetidamente ha evitado a todos y a todo, incluyendo la interpretación y el examen crítico?», se pregunta Stefan Grissemann en Robert Frank Films. «Robert Frank solamente ha hecho frente a una cosa: él mismo. Esto se evidencia en su obra, sus películas y mucho más en su fotografía... Trabajó ajeno a las modas o las escuelas, su arte brotó literalmente de sí mismo y para sí mismo, es esta la razón por la que es tan singular e inimitable».
«Hago siempre las mismas imágenes. Siempre intento mirar fuera, en un intento de ver dentro. Intento decir algo que sea verdad. Pero quizás nada sea verdaderamente real. Excepto de lo que está ahí afuera. Y lo que está ahí afuera es siempre diferente», concluía el fotógrafo en el documental Fire in The East, dirigido por Philip Brokman en 1986.
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