C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de febrero de 2017. (RanchoNEWS).- Durante más de medio siglo, el apellido de la editora Neus Espresate Xirau –quien murió este martes a los 83 años de edad– estuvo ligado uno de los sellos emblemáticos de las letras mexicanas: Ediciones Era, de la que estuvo a cargo hasta hace casi una década, construyendo y consolidando un catálogo imprescindible, informa Jesús Alejo Santiago desde la Ciudad de Mëxico para Milenio.
Era comienza con su apellido –Espresate– y se complementa con la R de Vicente Rojo y con la A de José Azorín, aun cuando no sólo le pertenecía a ella, también a sus hermanos Jordi y Quico.
Neus, sin embargo, era la figura conocida entre sus hermanos, al grado de que, durante varios años, fungió como la directora general de un sello por el que transitaron las plumas de Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Roger Bartra y un número inimaginable de nombres que hoy forman parte del canon de la literatura mexicana, muchos de los cuales ni siquiera eran conocidos en su momento, como Gabriel García Márquez cuando publicó ahí la primera edición de El coronel no tiene quien le escriba.
«Los que hacemos y difundimos libros adquirimos una responsabilidad enorme en la conservación de la memoria: el trabajo editorial y la difusión de la palabra escrita están indisolublemente ligados a ese deber de recordar, de rescatar del olvido como única forma de aspirar a un futuro», aseguró Neus Espresate durante un homenaje que recibió por parte de los editores españoles en 2004, un país del que salió cuando tenía más o menos 12 años de edad, a consecuencia de la Guerra Civil española.
Desde 1960, año de su nacimiento, Ediciones Era ha publicado libros de literatura, historia, ensayo, ciencias sociales y arte. Su catálogo, con más de 400 títulos a la fecha y cerca de 20 nuevas publicaciones al año, fue inaugurado con La batalla de Cuba, de Fernando Benítez.
El legado
Nacida en 1934 en Canfranc, España, la familia de Neus Espresate se trasladó a México en 1946, donde don Tomás Espresate impulsó una librería y una impresa con el nombre de Madero, en donde se originó la idea de crear al sello editorial.
La historia de Era comenzó hacia 1959, según la memoria, cuando propuso «a José Azorín y a los hermanos Espresate, mis amigos y colaboradores de imprenta Madero, la creación de una pequeña editorial, cuyos libros se pudieran imprimir en los tiempos en que las máquinas estaban inactivas», escribe Vicente Rojo en el espacio dedicado a su vida y a su obra en la página del Centro Virtual Cervantes.
Neus dijo en varias ocasiones que había comenzado su trabajo como editora en una pequeña editorial en la que nadie cobró un peso durante los primeros 10 años, bajo la certeza de que para ser independientes «sin ningún compromiso económico, no había que vivir de ella. Entonces, todos teníamos que vivir de otro trabajo», señaló tras recibir el doctorado Honorisa Causa por parte de la UNAM, en el 2011.
Narrativa, ciencias sociales, poesía, cine, sociología, arte y fondos infantiles forman parte del catálogo de Era en la actualidad, aunque en sus inicios estuvo enfocado a títulos que contribuyeran a la reflexión desde la izquierda, una apuesta que se mantiene hasta nuestros días.
Escritores y amigos, sobre todo lectores de Ediciones Era, recuerdan la importancia de la labor de Neus Espresate, una mujer que solía mantenerse al margen de los reflectores, sentada en las oficinas del sello como cualquier otra persona, sólo a la espera de ese libro que le ayudara a mantener la memoria, quizá una de las obsesiones de una mujer que tuvo que huir de la guerra en España.
1995, cuando recibió el reconocimiento al Mérito Editorial de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, recribe Yaneth Aguilar para El Universal, Neus Espresate señaló de Ediciones Era:
«Es una editorial con catálogo, que valora su propio pasado, su propio acervo, y lo reedita continuamente, así sea con los tirajes pequeños que la crisis impone. En estos tiempos de destrucción de la industria editorial y del comercio librero, se nos impone la esclavitud a los best-sellers y, entre éstos, sólo a los novedosos que se pueden adquirir en las grandes cadenas de almacenes de autoservicio. No a los títulos antiguos, no a los títulos fuera de moda, no a los libros meramente de librería: pura novedad industrial».
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