Los libros preservan las marcas de lecturas, los modos de anotar, comentar e interpretar. (Foto: Bernardino Ávila)
C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de junio de 2018. (RanchoNEWS).- «¡Por fin están aquí, en la Biblioteca Nacional!», exclama Alberto Manguel, el director de la institución, en la sala del Tesoro, donde están las vitrinas que exhiben una selección de la biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, 17.000 volúmenes que fueron donados en septiembre del año pasado a la Biblioteca Nacional (BN). Los pequeños tesoros preservan las marcas de lecturas, los modos de anotar, comentar e interpretar; los itinerarios que parten de la lectura a la escritura. Y viceversa. Cada ejemplar está tatuado por las inscripciones que dejaron Bioy, Silvina o Borges. Alejandra Pizarnik, que admiraba a George Bataille, le regaló a la autora de Cornelia frente al espejo un ejemplar de El muerto con sus anotaciones. La carta de la menor de las hermanas Ocampo es de una honestidad brutal respecto del texto de Bataille: «¡Qué horrible libro! Me da miedo tenerlo en mi cuarto porque nunca como dulce de leche. Es bueno conocer cosas repugnantes». En la posdata, Silvina agregó: «Detesto la escatología».
El destino final de los libros que integran la biblioteca Bioy-Ocampo será el Centro de Estudios Internacionales Jorge Luis Borges, dirigido por Laura Rosato y Germán Álvarez, que funciona en el anexo Sur de la Biblioteca Nacional de la calle México al 500. «Estos documentos estaban en condiciones pésimas, tenían bichos de todo tipo y estaban en un lugar malsano –recuerda Manguel–. La gente de preservación y conservación trabajó para poner los documentos en un estado que se puedan utilizar. Este fondo va a ser trabajado por investigadores argentinos y de otros países». Juan Pablo Canala, jefe del Tesoro a cargo de la selección de los materiales, cuenta que se encontraron una gran cantidad de libros de Borges. Hay una edición de los Anales de Buenos Aires (el número 17, de julio de 1947) con la primera publicación del cuento «El zahir», en donde Borges de forma manuscrita añadió fragmentos que luego incorporó en la reedición de la primera edición de El Aleph. «Esta práctica es bastante habitual; hace unos años Laura (Rosato) y Germán (Álvarez) publicaron una edición del ‘Tema del traidor y del héroe’ a partir de una serie de correcciones manuscritas a una revista Sur que se encontró en el acervo de la Biblioteca Nacional. Cada vez que encontramos alguna revista donde Borges pudo haber publicado, miramos con más atención porque en la colección tenemos varios ejemplares intervenidos por él, dice Canala.
Silvina Friera reporta para Página/12
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