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Uno de los stands de la Feria. (Foto: AP)
G uadalajara, 25 de noviembre, 2007. (José Andrés Rojo/ EL País).-Hubo que llegar dos horas antes, hacer una acreditación especial, aguantar con paciencia en la cola, pasar los controles. La razón: venía el presidente Felipe Calderón. Primero subieron al estrado las gentes de la cultura y luego la representación oficial.
Se podrá controlar todo, pero la palabra sigue siendo libre. En cuanto hubo un minúsculo silencio, una joven se subió a su silla y gritó desde allí: «¡Felipe Calderón, eres un presidente espurio!». Las fuerzas de seguridad se la llevaron enseguida. Unos cuantos aplaudieron, pero los dejaron estar.
En su discurso, Felipe Calderón recordó a su padre, que fue escritor. Le llevaba 51 años y lo inició en el amor a los libros. Lo oía teclear con frenesí y lo veía amarrado con pasión a la lectura. Fue su joven ayudante quitándole los papeles de carbón con los que hacía las copias de sus originales. Luego mecanografió sus textos y más tarde, cuando ya veía muy mal, fue quien le leyó los libros.
Hay muchas historias en las vidas del mexicano Fernando del Paso y de los colombianos Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez que revelan la íntima relación que existe entre sus países. Ayer, durante su discurso de agradecimiento por recibir el Premio FIL de Literatura, Del Paso recordó un remoto viaje que hizo a Veracruz con Mutis y García Márquez. Allí, en el hotel en el que se alojaban con sus familias, el autor de Noticias del Imperio se puso de pie en el restaurante y gritó: «¡Quiero comunicarles que soy muy feliz!».
Fernando del Paso está hospitalizado por una intervención intestinal. Los médicos lo dejaron salir en silla de ruedas para que recogiera el premio y hubiera preferido no hablar. Cuando le tocó su turno, y se enchufó el vídeo que había grabado, el público clamó: «¡Que hable!». Y empezó acordándose de Cantinflas («antes de hablar, quería decirles unas palabras...») y luego rindió un sentido homenaje a Juan Rulfo y a través de sus palabras abrazó a los colombianos que han venido a la Feria como país invitado.
Muy cerca estaban García Márquez y Mutis y, entre los escritores mexicanos, Carlos Fuentes, Gonzalo Celorio (como representante del jurado) y Vicente Quirarte, que hizo el elogio de su obra. A su izquierda, la representación oficial, a la cabeza de la cual ha estado este año Felipe Calderón, presidente de México. Fue quien le entregó el premio, el que inauguró la cita y el que rindió homenaje al país invitado, visitando al terminar la ceremonia su pabellón. Allí habló Álvaro Mutis, que fue muy breve y recordó la violencia que desgarra a su país. «Treinta años de guerra jamás declarada hacen de esta maravilla el teatro atroz de un holocausto», dijo.
Mutis bajó a la terrible realidad de su país tras el paréntesis de la ceremonia inaugural, donde el ruido de la compleja situación que viven los países de la zona sólo apareció brevemente en unas palabras de una imaginaria carta que Fernando del Paso dirigió a Juan Rulfo: «México sigue siendo un desastre, un desastre cada vez mayor», le dijo a su maestro. Y es que fue al autor de Pedro Páramo a quien dedicó gran parte de su discurso porque, para él, el premio que recibía era el Juan Rulfo y no ese alias que ahora le han puesto.
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