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lunes, noviembre 26, 2007

Noticias / México: FIL - Evocaciones literarias de Carlos Fuentes

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El autor de La región más transparente recordó a sus hijos. (Foto: Giorgio Viera)

G uadalajara, 26 de noviembre, 2007. (Jesús Alejo/ Milenio).- «Mi hija mayor, Cecilia, me ayuda en mis trabajos. Mi hija menor, Natasha, murió a los 29 años de una vida impaciente, curiosa de saber, apresurada, privada de un solo golpe. Inquieta (.) Mi hijo Carlos intentó la armonía de su vida y su vocación de poeta, cineasta y pintor, acelerando su creatividad natural».

Escuchadas en directo le dan un sentido a lo leído (MILENIO 11/14/2007). El pretexto: presentar las Obras reunidas, preparadas por el Fondo de Cultura Económica, para la cual se dio el lujo de tener a sus costados a sus dos editores, Marisol Schulz, de Alfaguara, y Joaquín Díez-Canedo, en representación del FCE.

Hace unos días, en Buenos Aires, Fuentes había comentado parte del discurso leído en la FIL: su sentimiento en contra de los escritores de las recetas prefabricadas o ante la amistad; su rechazo a las máquinas, parte aún de los escritores premodernos, de aquellos que sólo necesitaban de la tinta y las hojas, transportables a todos lados.

El deseo secreto de todo escritor, ser un estorbo o la concreción de la lectura, la conversación anónima entre el autor y el lector. Una especie de repaso en torno al deber ser de la literatura, del escritor, de esa novela que no enseña el mundo, «sino añade, crea una realidad.»

Los aplausos del homenaje a Álvaro Mutis se escuchaban a un costado de la sala, mientras Carlos Fuentes mantenía sus evocaciones, ahora de una frase de Phillip Roth: «En el totalitarismo, el escritor es conducido a un campo de concentración. En el capitalismo es conducido a un estudio de televisión». Quién sabe qué sea peor, se preguntaba el autor de Aura.

«Porque la literatura es atenta nos obliga a prestar atención en un mundo, a menudo, distraído. Y la literatura atenta es un atentado contra las buenas costumbres, la hipocresía y los sepulcros blanqueados».

Desde esa trinchera, Fuentes manifestó su esperanza de que, en América Latina, la novela pueda contribuir a colmar el vacío más dramático, que al mismo tiempo es el proyecto más exigente de nuestra historia: «colmar el vacío de nuestra extraordinaria riqueza cultural y nuestra persistente pobreza económica y política».

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