José David Cano | ||
Viernes, 10 de diciembre de 2004 | ||
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Juliana González.
En noviembre de 2002, en la celebración del Día Internacional de la Filosofía, la doctora Juliana González leyó uno de los textos más hermosos del acto (realizado en la Facultad de Filosofía y Letras de
la UNAM). En ese texto, la doctora exaltó el carácter de vocación de esta ciencia, en el sentido de ser una forma de vida antes que una profesión.
"La filosofía es atracción, amor, pasión, afán de conocimiento y, más radical- mente, pasión por la verdad", dijo entonces. Ahora, como reconocimiento a su trayectoria (que incluye la docencia, la investigación y la escritura de libros), Juliana González ha merecido el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de «Historia, Ciencias Sociales y Filosofía» (que le será entregado la próxima semana).
-¿En qué etapa de su vida llega el premio, doctora?
-Llega en un buen momento. Se dice que cuando uno termina un libro, una etapa de su vida también se cierra; sobre todo, porque llegan momentos de reposo para comenzar el siguiente libro. Me siento cargada de energía, de entusiasmo, de intereses filosóficos, tanto de investigación como de docencia.
-De pronto da la sensación que la filosofía está recobrando su lugar, su lugar de «reina de las ciencias».
-Me parece buena su observación. Siempre he creído que la filosofía es más que reina de las ciencias. Para mí, ha sido todo en mi propia vida. Y no sólo eso: le tengo una confianza enorme, además, a la capacidad de filosofar de la gente; yo creo que la filosofía es una vocación universal. Unos la ejercemos de manera profesional, otros no. Pero los problemas filosóficos todos los vivimos de una u otra forma. Por lo tanto, el que la filosofía vuelva a cobrar importancia, y que además se pueda pre- miar a una mujer en filosofía, siempre es un buen signo de que la reflexión y los valores (que es lo que está implícito en ella) es algo que se reconoce.
-¿Y por qué estaba tan olvidada la filosofía?
-No creo que estuviera olvidada. Más que la filosofía, han sido épocas de silencio. Hay que recordar que ésta es parte esencial de la historia. Tiene mucho que ver con la historia presente de la humanidad. En nuestro país, la filosofía ha tenido sus momentos de gloria y sus momentos de mayor silencio y de menor importancia. Por ejemplo, en los 50 años de trayectoria como filósofa, desde que era estudiante, la metafísica simplemente era algo mal vista, tanto por los marxistas como por los analíticos. Hace tiempo que ya no ocurre, pero en mi seminario de metafísica la gente abría la puerta y preguntaba asombrada qué era lo que se enseñaba ahí. Y es que se le ha entendido mal; para muchos es equivalente a brujería y esa clase de cosas. Entonces, lo raro es que se pueda estar reconociendo a una persona que ha hecho filosofía ontológica, metafísica y ética durante toda su vida, que es mi caso. Me da mucha alegría, porque la que sí había estado muy desolada era la ética; aunque ahora es lo contrario: hoy, es lo más importante...
-De hecho, se insiste a menudo que la filosofía moral es más necesaria que nunca.
-Y es verdad; es un interés que no existía hasta hace unos 20 años, aproximadamente. Y son muchas razones por las que ha renacido el interés; sin embargo, la principal es que hay una crisis de valores morales, una crisis de valores éticos generalizada. Y cuando digo crisis quiero decir que existe una confusión, una pérdida de valores, de orientación de ideales morales, de percepción de la vida en términos de bien y mal. Hay como una indiferencia progresiva, o se vino dando una indiferencia en donde ya no sabemos qué es mejor o qué es peor. Precisamente ahora hay un resurgimiento de las preocupaciones por lo bueno o por lo malo.
-¿Cree que estamos en una especie de nihilismo, de existencialismo moderno?
-Más bien, creo que estamos saliendo... o al menos ésa es mi esperanza: que estemos saliendo. Veamos el caso de la llamada bioética. Hay algún filósofo que incluso llegó a decir que la medicina vino a salvar a la ética, a la filosofía moral. Yo creo que no fue ésta, sino todo lo que ha ocurrido en el mundo en las ciencias de la vida, y de la biotecnología, y de la tecnología en general. Todo lo que ha ocurrido ahí es lo que ha venido a despertar este interés, porque ha venido a suscitar una cantidad de problemas éticos y filosóficos de primera importancia. Esto ha dado una sacudida muy significativa a las preocupaciones filosóficas y éticas...
-Hace un par de años usted decía que uno de los grandes desafíos de nuestra época era justamente poder conciliar la ciencia y la tecnociencia con los valores éticos y sociales; ¿cree que se ha logrado?
-Estamos en el camino y, sobre todo, estamos en la lucha, en la trinchera para lograrlo. Porque sin duda hay momentos en donde parecería que estamos perdiendo la batalla; la batalla de esta armonía y conciliación. El problema es que los valores más oscuros de la tecnología nos están ganando la batalla. Porque, ¡vamos!, ni siquiera es la tecnología el problema. El verdadero problema es el predominio de los valores mercantiles, las leyes del mercado en la tecnología, en la tecnociencia, en todo. El verdadero peligro está en la econocracia; es decir, en el predomino de los valores económicos y mercantilistas. Es un hecho: si el mercado le impone a la ciencia, a la técnica y a la cultura sus necesidades, sus leyes y sus intereses, entonces ahí sí estamos en riesgo de que lo humano, como tal, se desvanezca. Y no estoy diciendo que no haya mercado; sin la economía no vamos a ningún lado. Pero lo que no puedo, ni debemos aceptar, es que esta economía se vuelva hegemónica. Mi problema es contra la hegemonía, no contra la economía; o sea, que ésta devore a la ciencia, que sea el mercado el que le dicte a la ciencia qué debe y qué no debe conocer.
-A mayor poder, menos ética.
-Claro, y sobre todo este poder: el económico. Porque es el más despiadado. Lo que hay que hacer es buscar que la propia economía recobre valores humanos, que se humanice. Necesitamos una economía humanizada. Éste es el verdadero reto.