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martes, enero 29, 2013

Literatura / México: Botero como escritor

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«La vida es sueño», ilustración del artista colombiano para uno de sus cuentos. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de enero de 2013. (RanchoNEWS).- Aunque sus portentosas formas y la exaltación del volumen característicos en sus pinturas y esculturas son mundialmente reconocidos, poco se ha dicho sobre la creación literaria de Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932). Contrario a su prolífica obra plástica, los cuentos escritos por el dibujante no alcanzan la decena; son apenas seis, los cuales, sin embargo, son un reflejo importante de su universo artístico, el que lo ha convertido en uno de los artistas vivos con mayor renombre, escribe Laura Cortés para Milenio.


Así lo considera Lina Botero, hija del pintor y curadora de muchas de sus exposiciones, quien, aunque en entrevista con Milenio precisa que esos textos fueron «sólo un divertimento», asegura que proyectan la «imaginación insólita y desbordante» de su padre. De ahí la relevancia de darlos a conocer.

Escritos hace más de tres décadas, Lina recuerda cómo surgieron esos textos: fue en 1980 cuando su padre enfermó de una fuerte gripa que le obligó a guardar reposo. Incapaz de permanecer inactivo, durante la convalecencia ocupó su tiempo en escribir e ilustrar algunos cuentos.

Esos relatos cortos fueron publicados como lectura dominical del periódico colombiano El Tiempo. Lina comenta que el impacto fue tal que le pidieron que siguiera escribiendo. Pero Botero no tenía ningún interés en hacer carrera literaria. Sobre esa breve incursión, el pintor ha bromeado: «Mis obras completas en un mes y me retiré de la literatura».

Celebración

En abril de 2012 Fernando Botero cumplió 80 años de vida y 65 de carrera. Para conmemorar estas fechas, entre numerosas actividades, previamente a la celebración Lina decidió recuperar esos cuentos y publicarlos nuevamente.

Los textos, reitera la curadora, revelan «la magia y la poesía contenidas en la pintura» de Botero, pero además muestran un aspecto sobresaliente de la personalidad de su autor: el sentido del humor. Son razones por las que no deberían perderse en el olvido.

De ahí, del olvido, Lina Botero rescató cinco de esos cuentos (había un sexto, cuya ilustración fue irrecuperable, por lo que optó por descartar su publicación) para incluirlos en el catálogo de la exposición Fernando Botero. Celebración, la mayor retrospectiva en honor del pintor colombiano que tuvo lugar de marzo a junio de 2012, en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

La edición incluyó, además de las imágenes de las 177 obras de la muestra, textos de la misma Lina Botero, del mexicano Carlos Fuentes y del Nobel Mario Vargas Llosa.

Una versión más reducida (80 piezas) de esa exposición se presentó en el Museo de Bellas Artes de Bilbao; sobre ésta la editorial española La Fábrica editó el catálogo que reproduce los cinco cuentos escritos por Fernando Botero: La muerte del Espíritu Santo, La seducción del ángel de la guarda, El pintor que se comió a su modelo, Serpiente y La vida es sueño.

En la publicación, Mario Vargas Llosa escribió: «En el mundo de Botero la vida vale la pena vivirse pues en ella la felicidad es posible». Frase que sin duda aplica a sus textos: en sus escritos la felicidad también es posible.

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El pintor que se comió su modelo*
por Fernando Botero

Luis Vélez Posada nació en Abejorral, y desde temprana edad su alma sensitiva mostró inclinación por el arte y la belleza del paisaje. Cuentan quienes lo conocieron desde niño que ya en esa época pintaba los legendarios atardeceres de su región, captando a la acuarela todos los matices del crepúsculo cargados de arreboles amarillos y rojos. Más tarde logró en la naturaleza muerta admirables resultados. Las frutas de colores ardientes, las jarras, los enormes cuchillos y demás utensilios de cocina invadieron su imaginación y se convirtieron en el centro de sus preocupaciones pictóricas. Ahora sólo le restaba enfrentarse al problema de la figura humana.

Frente a su casa veía pasar con frecuencia a una joven llamada Amparo, de apetitosos muslos y senos firmes. Pensó que estaba «como para comérsela». ¡Qué gran modelo podría ser! Finalmente, venciendo la timidez, logró conquistar su amistad y convencerla poco a poco del gran servicio que le prestaría al arte posándole como modelo. «¡Qué rica estaba!»

El ambiente del estudio no podía ser más propicio. Ella se desnudó lentamente mientras que a Vélez Posada se le salían literalmente los ojos con cada prenda que caía suavemente al piso.

La hizo acostar en la cama que tenía frente a su caballete, desenfundó su revólver y de un tiro certero le perforó el corazón. Luego, con unos cuchillos enormes que guardaba cuidadosamente, le fue cortando tajadas por todas partes. Y mientras las saboreaba pensó que nunca se comería otra modelo tan deliciosa como Amparo.
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(*) Texto tomado de Fernando Botero. Celebración. Reproducido con autorización de la editorial La Fábrica y de Lina Botero.

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