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El director de cine estadounidense, retratado en Madrid. (Foto: Luis Sevillano)
C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de enero de 2013. (RanchoNEWS).- Desde niño, Steven Spielberg ha vivido con una obsesión, y ha estado décadas dando vueltas en círculo alrededor de ella: Abraham Lincoln. Poco a poco se fue acercando: El color púrpura, Amistad («La esclavitud también me parece un asunto fundamental»)… Indirectamente la famosa carta del 16º presidente titulada Bixby letter inspiró Salvar al soldado Ryan –más aún, Lincoln empieza con una secuencia bélica muy parecida al inicio del drama bélico sobre la II Guerra Mundial–, y al inicio de Minority report un escolar recitaba parte de su discurso en Gettysburg («Lo colé porque ya estaba emocionado con este guión»). En los últimos diez años ha habido guión, reescritura, nuevo guión, un actor protagonista, otro actor que suple al primero, vuelta del primero al personaje del mítico mandatario… Así que Lincoln, que se estrena mañana viernes en España, parece un punto y aparte, el resoplido de talento y felicidad de un director que ha puesto toda la carne en el asador para que la película encuentre su público. Una nota de Gregorio Belinchón para El País:
Por eso Spielberg (Cincinnati, Ohio, 1946) está en España concediendo entrevistas, y por eso convenció al expresidente Bill Clinton para que el pasado domingo presentara en el hotel Beverly Hilton el vídeo de su filme en los Globos de Oro, de donde el cineasta se fue sin premio. Eso sí, cara larga tuvo un rato tras oír el nombre de Ben Affleck como mejor director con Argo. «No fue tan doloroso. He ido muchas veces, he sido candidato y he ganado. Hay años mejores y años con menos suerte. Para mí, el privilegio es haberla dirigido. No hago películas por los premios, y reconozco que en este caso lo que más me ilusiona es que tantas asociaciones distintas de críticos la hayan elegido como la mejor de 2012 y tantos espectadores se hayan sentido emocionados con la interpretación de Daniel Day-Lewis. Es un buen remate a un viaje de 12 años». Sin Day-Lewis, Spielberg dice sentirse desprotegido. Literalmente. Al empezar esta entrevista, y con el actor inglés aún en la habitación, el cineasta pide que no se vaya, que hagan la entrevista juntos. Cuando sale, Spielberg explica que le añora, abre otra botella de agua Fiji y añade una curiosa petición: «Tengo gripe. ¿Te importa si en vez de darnos la mano chocamos los codos?». Hasta el más grande de los cineastas tiene enfermedades mortales. Y sí, Lincoln le ha obsesionado, pero como todos sus trabajos. «A mí me obsesiona cada película, y por eso cavo en busca de la verdad en todas mis historias. Por suerte, no trabajo para ganarme la vida, no lo necesito, y sólo escojo historias que me inspiran y que quiero compartir. Pero Lincoln… el presidente Lincoln me obsesiona desde que tenía seis años».
Siendo uno de los directores más americanos de la industria, Lincoln podría considerarse su película europea: «Cierto. Es el largometraje más alejado de mi carrera. El distinto. Mi película europea. Porque por primera vez mi prioridad no fue la cámara, sino las interpretaciones. Al inicio de cada jornada primero me preocupaba el guión, luego las actuaciones y finalmente dónde poner la cámara». Por eso hablaba con los actores con el nombre de su personaje, y por eso se dirigía a Day-Lewis como «señor presidente». «Era fundamental crear el ambiente. Que no habláramos de niños, béisbol o si de ayer viste Mad men en la tele. Por primera vez he priorizado las palabras y el tema sobre la cinematografía». Como si fuera teatro. «Sí, porque eso fue lo que estudié, dirección teatral. Pero no creo que dirija nunca algo en los escenarios. En mi caso el medio cinematográfico es el natural».
El guión de este drama –candidato a 12 oscars– ha tenido ocupado a Tony Kushner durante seis años, aunque desde 1999 Spielberg ha estado rodando proyectos sobre Abraham Lincoln. «Kushner ha escrito, rescrito, masajeado el libreto e investigado durante todos estos años. Debe de ser el hombre que más ha leído sobre este periodo». Si en los inicios el filme contaba la Guerra Civil, y el siguiente libreto describía los últimos cuatro meses de vida del presidente, el guión final se centra en los dos primeros meses de 1865 (Lincoln fue asesinado en abril), cuando, cercano ya el final del conflicto bélico, el jefe del Ejecutivo decide pisar todos los callos posibles e incluir en la Constitución la 13ª enmienda, la que prohíbe la esclavitud. Y por ello planea sobre Estados Unidos incluso la posibilidad de que se alargue el conflicto. «Pocas películas han encontrado el drama en la democracia. Muy pocas. Y más allá de que en esta demos espacio al problema familiar, al sufrimiento de su esposa, de lo que hablo es de los entresijos del proceso democrático, y cómo en aquellos tiempos ya había lobbys, presiones y corruptelas. Estamos muy felizmente sorprendidos con cómo el público se ha volcado en ella [lleva sólo en EE UU 120 millones de euros en taquilla] y en que haya apreciado que es una película de detalles, no de brochazos narrativos, de detalles cinematográficos que traspasan los detalles con que funciona el mecanismo del sistema democrático. Nuestro país, hoy, tiene mucho que agradecer a la tenacidad de Lincoln y a su amor por la justicia». Pero lo hizo con triquiñuelas. «Sí, pero esas triquiñuelas son parte del sistema democrático [ríe]. Las intrigas forman parte del juego, Lincoln no hizo nada ilegal, y ahora han sido asimiladas por el sistema. En la democracia estadounidense hay mucho movimiento y trato a espaldas del público, de negociaciones entre bambalinas. Y la política estadounidense de finales del siglo XIX prologa la política estadounidense del siglo XX».
La intriga. El camino hacia la resolución. Spielberg incide en que efectivamente, todos sabemos cómo acabó la historia, y aun así nos emocionamos con el devenir de lo que no deja de ser un trozo de papel. El cineasta se mueve en su silla. Es su momento y se crece orgulloso. «Me he fijado mucho en el trabajo de Alfred Hitchcock. Porque él sabía crear un gran suspense aunque el público ya sabía que sus thrillers iban a acabar bien. Hitchcock escribió un montón de reglas y a menudo las rompió. Él fue mi guía. Sabía cómo acabaría la historia, pero tenía que crear la intriga, y ésa es la magia del suspense: que los espectadores esperen lo increíble para vivir algo diferente... una y otra vez».
El cineasta se siente feliz en su papel de profesor de historia y de teórico del cine. Sin embargo, en cuanto la conversación deriva hacia la actualidad, el ganador de tres oscars (dos como director de Salvar al soldado Ryan y de La lista de Schindler, y otro más como productor de La lista de Schindler como mejor película) se revuelve inquieto. «Son obvios los paralelismos con la administración Obama, en lucha contra el Senado. Pero es que esos enfrentamientos han sido habituales con cada presidente. Porque no sólo existe la división entre partidos, sino entre facciones en los partidos, como el Tea party. Hay que negociar, y lo grande de la democracia es que puedes disentir, pero que luego, llegado el acuerdo, te comprometes con él». No quiere entrar en la lucha de Obama por reducir la venta de armas –«Son cosas muy alejadas de mi película, prefiero centrarme en ella»–, ni tampoco hablar de los años en que Liam Neeson fue su opción para protagonizarla: en un minuto de respuesta menciona nueve veces a Daniel, ni una a Neeson. ¿Y qué opina de ver en un filme a Lincoln cazando vampiros? «No la vi a propósito para evitar comentarla».
La esposa de Lincoln se queja de lo complejo que es estar casada y a la altura de un mito. ¿Dice lo mismo en casa Kate Capshaw, la mujer de Spielberg? «No, yo... [para y ríe]. Bueno, no tengo que tomar decisiones a vida o muerte, mi vida personal no ha sido tan desgraciada ni he encarado retos tan duros».
Lucas ha dado un paso, llamémoslo lateral, en la industria, con la venta de LucasFilm. ¿Es una retirada, usted haría algo igual? «No es una retirada, sino que se ha movido a un sitio mejor. George ha recogido lo sembrado en forma de dinero, y con él empieza una segunda carrera como inversor en cine experimental y en educación. Por mi parte, no me voy a retirar nunca. Estoy reescribiendo Robopocalypse porque tengo una idea mejor para la trama. Rodaré a finales de este año o principios de 2014 con suerte». Hasta los mitos acaban necesitando ayuda superior.
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