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Hospitales un foco del problema. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 25 de noviembre de 2013. (RanchoNEWS).- En una entrevista con el diario The New York Times en 1945, el bacteriólogo británico Alexander Fleming -quien descubrió los efectos antibióticos de la penicilina en 1929- ya aconsejaba evitar el empleo abusivo de este fármaco para contener el desarrollo de resistencia microbiana. Una nota de Guillermo Cárdenas Guzmán para El Universal:
Esta advertencia se hace apremiante siete décadas después cuando el arsenal de antibióticos con que cuenta la humanidad está a punto de volverse inútil debido a que su prescripción y uso en forma indiscriminada ha generado resistencia y multirresistencia bacteriana.
Tal situación amenaza con poner punto final a la medicina moderna, pues las infecciones hoy comunes y controlables -como la malaria, la salmonelosis o la tuberculosis, entre muchas otras- podrían volverse intratables e incluso mortales. La directora de la Organización Mundial de Salud (OMS) Margerite Chan, ha relanzado la voz de alerta.
«Nos acercamos a un periodo post-antibióticos, lo que significará el fin de la medicina moderna, donde una infección de garganta por estreptococos (bacterias en forma redondeada) o un raspón en la rodilla volverán a ser mortales», advirtió la titular de la OMS en informes difundidos recientemente.
El bacilo de tuberculosis resistente a isoniazida y rifampicina (multirresistente) afecta a unas 630 mil personas en el globo, según la OMS. Otros ejemplos son la malaria -cuyo agente se ha hecho resistente a fármacos de primera generación como la cloroquina- y las bacterias causantes de infecciones en nosocomios, como el estafilococo dorado.
«Los antiobióticos deberían usarse sólo en casos extremos de infección y, como se ha repetido con énfasis, bajo estricta supervisión médica», comenta Agustín López Munguía, del Instituto de Biotecnología (IBT) de la UNAM. En el país, desde 2010 entró en vigor la prohibición para vender estos productos sin receta en las farmacias.
Sin embargo, advierte el biotecnólogo, el riesgo se acrecienta por el uso masivo de antibióticos (calculado entre 75 y 85% del total de estos fármacos) para prevenir, no para curar infecciones en la crianza de ganado y aves para así mejorar el volumen de producción.
Falta innovación
La Red Mundial de Academias de Ciencias y el Grupo Médico Interacadémico emitieron la semana pasada una declaración conjunta sobre la resistencia a antimicrobianos, en la cual proponen diez recomendaciones para contrarrestarla.
Ambos organismos califican al problema como una «pandemia mundial» que representa «una importante carga sanitaria y económica», misma que se ve agravada por la falta de innovación en la generación de nuevos antibióticos por parte de la industria.
En las décadas de 1950 y 60 las compañías farmacéuticas todavía producían diversos tipos de antibióticos, pero en las dos siguientes (80 y 90) sólo hicieron mejoras a los disponibles. Y desde 2005 no se han desarrollado otros nuevos. Los resultados están a la vista.
«Inclusive las naciones con robustos sistemas de salud, grandes centros médicos y hospitales de lujo experimentan una creciente epidemia de infecciones que simplemente no pueden curar», alerta el investigador Donald Kennedy en un editorial publicado en la revista Science el 15 de noviembre.
La resistencia microbiana es un proceso evolutivo: inicialmente, al administrar una dosis de antibióticos se mata a la mayor parte de bacterias patógenas; pero por la presión selectiva que se ejerce sobre ellas, las que sobreviven se hacen más «fuertes» y luego transfieren este rasgo a otros microbios.
Al final se tienen microorganismos ante los cuales ya no funcionan las terapias convencionales. Esto prolonga la duración de la infección y aumenta los costos de atención y molestias al paciente. El problema se magnifica cuando el microbio se vuelve inmune no sólo a la primera línea de antibióticos, sino a otras sucesivas (multirresistente).
Los hospitales del mundo, expresó Chan, se han convertido en reservorios de bacterias multirresistentes como el estafiloco dorado resistente a la meticilina, lo cual aumentará el riesgo de que la hospitalización «mate en vez de curar». Además de eso, advirtió, practicar cirugías o tratar algunos tipos de cáncer será riesgoso o imposible.
¿Hay alternativas?
La Red Mundial de Academias de Ciencias y el Grupo Médico Interacadémico plantean 10 medidas para encarar el reto. Entre ellas establecer sistemas de vigilancia integrados que contemplen las infecciones humanas y animales; programas de educación para el uso prudente de fármacos y mayor investigación en países en vías de desarrollo.
Brad Spellberg, John G. Bartlett y David Gilbert plantean, en un artículo de la revista New England Journal of Medicine que además de estos enfoquestradicionales se requieren medidas a largo plazo.
Entre ellas diseñar y emplear medios de diagnóstico y pruebas con biomarcadores rápidos para evitar la administración de antibióticos a quienes no tienen infecciones bacterianas.
En el artículo The future of antibiotics and resistance los autores sugieren no utilizar estos fármacos para promover la engorda de animales; emplear bioingeniería para degradar los que van a parar a las aguas residuales, introducir en el huésped probióticos que compitan con los microbios dañinos e incluso desarrollar tratamientos que no induzcan resistencia bacteriana.
«Por ejemplo, la infusión de anticuerpos monoclonales (moléculas idénticas que son producidas por un solo tipo de célula del sistema inmunitario) o el empleo de glóbulos blancos para atacar microbios son muy promisorios para tratar infecciones», escriben Spellberg y sus colegas.
También plantean terapias que no maten a los microbios, a partir de hallazgos de estudios (Casadevall, Pirofsky) donde se muestra que los signos y síntomas de la infección resultan en su mayoría de la respuesta del enfermo, no tanto del agente invasor. «Podríamos atacar blancos en el huésped en lugar de los blancos microbianos».
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