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La decana de la danza contemporánea en el país, en imágenes tomadas del libro Guillermina Bravo: iconografías, de Patricia Cardona (Foto: Walter Reuters y Maritza López)
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iudad Juárez, Chihuahua. 7 de noviembre de 2013. (RanchoNEWS).- Maestra de los más destacados bailarines del país, la llamada con gran respeto y profunda admiración bruja de la danza, Guillermina Bravo, murió ayer por la tarde, en su casa de Querétaro. El 13 de noviembre cumpliría 93 años.Una nota de Fabiola Palapa Quijas para La Jornada:
El titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Rafael Tovar y de Teresa, dijo a La Jornada que lamenta profundamente el fallecimiento de la maestra Bravo, una de nuestras grandes coreógrafas, protagonista de la danza mexicana.
Guillermina Nicolasa Bravo Canales nació en 1920 en Chacaltianguis, Veracruz. A mediados de los años 30 del siglo pasado fue discípula de Nellie y Gloria Campobello, entre otros ilustres mentores.
En 1939 conoció a la ya legendaria Waldeen (Dallas, Texas, 1913-Cuernavaca, Morelos, 1993), quien la involucró de lleno en la danza. Al año siguiente, su participación en la obra La Coronela –realizada por su querida maestra– fue un parteaguas en su vida. En 1947 fue invitada a dirigir la Academia de la Danza Mexicana.
Guillermina Bravo, la decana de la danza contemporánea mexicana, fue directora y fundadora del Ballet Nacional de México (1949-1995) y autora de 57 coreografías.
Su trayectoria estuvo marcada por su perseverancia y tenacidad. Cada una de sus propuestas coreográficas dieron vida a la danza profesional del país.
Interés en los bailes indígenas
Discípula de Waldeen y bailarina de su grupo entre 1940 y 1945, formó a grandes figuras de la danza en su compañía nacional, artistas que recibieron de Guillermina Bravo la actitud de observar e investigar, que ella, a su vez, asimiló de las primeras épocas del arte dancístico moderno.
Sus primeras coreografías fueron catalogadas por los críticos de nacionalistas, luego vinieron los temas sociales, los mágico-rituales tomados de mitos indígenas, composiciones para solistas, piezas sobre el amor y la muerte, sin olvidar las propuestas didácticas.
En una entrevista concedida al crítico Alberto Dallal, publicada en el libro La danza en México, Guillermina Bravo explicó su interés en los bailes indígenas: «Lo que nos interesaba no era la danza misma, sino el por qué la bailaban. Inconscientemente buscábamos la raíz del mito: por qué bailaban. De ese mito nos hacíamos para hacer una danza inventada.»
En esa publicación, Dallal escribe que la coreógrafa ha defendido los derechos y la libertad que la danza moderna, primero, y la contemporánea, después, han ganado a pulso dentro y fuera del país.
« Desde 1940, Guillermina Bravo ha mantenido firmes sus convicciones y sus principios estéticos. Sus búsquedas como creadora se han ido desarrollando en línea zigzagueante, pero evolutiva o revolucionariamente; nunca ha cedido a lo fácil ni ha vuelto los ojos en dirección del oportunismo artístico.»
En palabras del crítico de danza, la trayectoria coreográfica y estética de Guillermina Bravo estuvo compuesta de etapas claras y sucesivas, distintas, en lo que a madurez y recursos propios se refiere, pero única y segura en cuanto a concepciones básicas.
Bravo dejó de bailar en 1960 para dedicarse a la creación coreográfica. Entre sus obras más memorables figuran: El paraíso de los ahogados (1960), Juego de pelota (1968), Sobre la violencia (1989) y Entre dioses y hombres (1991). La maestra construyó obras con una temática profundamente mexicana, siempre mostró interés por los acontecimientos sociales.
Querétaro, su último bastión
Bravo, quien en sus obras buscó una temática acorde con la realidad, anunció en 2006 la desaparición del Ballet Nacional de México. Se dedicó por completo a fortalecer el Colegio Nacional de Danza Contemporánea, que creó desde hace 19 años en Querétaro, además del bachillerato en humanidades, una licenciatura con cinco especialidades: ejecutante de danza, docencia, coreografía, investigación y producción escénica.
Su ilusión era profesionalizar la danza en Querétaro, con la finalidad de hacerla más accesible y con mayores recursos.
El dramaturgo Emilio Carballido, en el artículo Un vistazo a Guillermina Bravo, escribió que lo más admirable de la maestra fue «cómo injertó, incrustó, tatuó, pirograbó en los pellejos mexicanos la conciencia de lo que es ser bailarín profesional. Guillermina descubre cómo se hace danza profesional y cómo debe hacerse en México.
«Todos los grupos existentes son hijos o nietos de ella. Es la madre Coatlicue: prolífera, devoradora, terrible, pero generosa y providente. Todos los homenajes que le hagan serán pocos: su genio creador es más de lo que le pueden alabar. Es quien es, los adjetivos sobran.»
En una entrevista con La Jornada a propósito de su cumpleaños 90, la coreógrafa expresó: «No sé exactamente qué fue lo que me enamoró de la danza, pero sí sé que hubo una maestra básica en mi vida llamada Waldeen, quien me dio la visión más clara de lo que podía hacerse y decirse con esta disciplina. Pero el por qué de la entrega, del pacto sellado que tengo con la danza, está difícil saberlo.»
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