Un rasgo compartido por cuatro narradores mexicanos —Carlos Velázquez, J. M. Servín, Emiliano Monge, Guillermo Fadanelli— es que sus obras recientes incluyen un componente autobiográfico, donde el papel tradicional del autor se desplaza para convertirlo además en personaje y protagonista de su relato. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de noviembre de 2018. (RanchoNEWS).- Recuerdo que, en una noche larga, hace tiempo, un amigo afirmó que hay dos cosas que uno no perdona que le digan: que no tiene sentido del humor y que no ha vivido lo suficiente. Ésos son precisamente dos de los reproches que con mayor frecuencia se le hacen a la literatura mexicana. Según este criterio, las letras nacionales pecarían de solemnidad y de recato, de ahí que haya pocas páginas concebidas para la media sonrisa o la carcajada franca, y que las autobiografías sean una rareza en una cultura literaria demasiado pudorosa y que sólo se permite la confidencia en el lugar donde corresponde: el confesionario. Además, los escritores mexicanos suelen llevar vidas de escritores mexicanos, pródigas en embajadas y consulados y en premios y becas, pero cortas de aventuras y desventuras. De esta forma, la biografía de un escritor sería su obra, como escribió Paz, a la que habría que agregar, para las plumas patrias, no su diario de navegación, sino su agenda de contactos.
Algo hay de verdad en ese prejuicio pero, y eso es lo importante, abundan los ejemplos para desmontarlo. Para acabar pronto, sólo en los últimos dos años, cuatro escritores nacionales han publicado libros de corte autobiográfico, en los que muestran que, a pesar de que a algunos de ellos con cierta generosidad todavía se les pueda considerar jóvenes, han vivido lo suficiente para tener que contar y, además contarlo bien, lejos de los azotes con música de José José de fondo, y con una liviandad, por suerte, en las antípodas de la prédica del buen ejemplo, la petición de indulgencia o el deseo de mitificación.
El texto de Federico Guzmán Rubio es publicado por el suplemento El Cultural de La Razón
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