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Aspecto del decomiso de mercancía «pirata» en marzo de 2007 en la Ciudad de México. (Foto: Archivo)
C iudad de México, miércoles 26 de diciembre de 2007. (Yanet Aguilar Sosa / El Universal).- Ante la piratería de libros la batalla parece perdida. En 2007, el Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor (Cempro) decomisó cerca de un millón 200 mil libros apócrifos que representan sólo 3% del total de ediciones que circulan en todo el país.
Los editores saben que es una cifra mínima, pero simbólica: «Lo más que podemos aspirar es que sea tan caro para los piratas operar que ya no sea un negocio», asegura Gerardo Gally, presidente de Cempro, organismo que realizó 12 operativos durante 2007 con apoyo de la Procuraduría General de la República (PGR).
La industria editorial mexicana se enfrenta a un comercio informal que aprovecha bajos costos en insumos, no paga derechos de autor, ni traductores, correctores de estilo o tipógrafos. Se ha planteado vender en puestos callejeros pero no puede competir en precios con los piratas, que no pasan por el proceso de producción, copian el libro acabado.
No han podido hacer conciencia entre la gente que los libros piratas son ilegales y no son tan baratos. Gally dice que en el mercado ilegal los libros «están 20% o acaso 30% abajo del precio de lista, significa que ofrecen 10% menos que las librerías de descuento».
El representante de los más de 80 editores y autores que conforman la sociedad de gestión colectiva, asegura que antes sólo se pirateaban los best sellers, pero hoy en día se copian todos aquellos libros que venden.
La mecánica es sencilla: agarran la lista de los 10 libros más vendidos de cualquier librería y los reproducen de manera ilegal.
Eso ha llevado a que 80% de las ediciones piratas que hay en el mercado sean de interés general y el 20% restante sean libros de texto que venden sólo durante el periodo escolar.
Gerardo Gally reconoce que las incautaciones representan alrededor de 120 millones de pesos de pérdidas de una industria que se ha especializado.
«En cada industria necesitas de gente que sepa de producción de libros, seguramente los que piratean libros son ex empleados de la industria editorial o gente que sabe de libros. Están logrando buena calidad, son buenos industriales, hacen bien su trabajo pero es ilegal», señala Gally.
Logotipo de la Cempro. (Foto: Archivo)
El presidente de Cempro dice que las perdidas para la industria del disco, DVD y libros es similar en porcentaje: el 60% de lo que se compra en México es ilegal y el 40% restante está en regla; pero la del video y la música son mercados mucho más grandes.
«La nuestra es una industria pequeña pero con mucho impacto cultural; por ejemplo, hace 10 años en Estados Unidos, toda la industria editorial era más pequeña que Chrysler».
Fundación y logros
A pesar de que Cempro se fundó en 1998, fue hasta 2007 cuando los editores crearon el Fondo de Lucha contra la Piratería; con el dinero que aportan —acorde al tamaño de la editorial y los libros que les piratean—, pagan a la agencia de investigadores que conforma la averiguación que ellos presentan ante la PGR.
Sus logros en 2007, al incautar casi 300 toneladas de libros, supera por mucho las 22 toneladas de 2006; sin embargo, la industria enfrenta un problema social: a los mexicanos les encanta el tianguis y temen entrar a librerías.
Gally enfatiza: «Somos un país al que le gusta la compra por impulso, nos encanta encontrarnos con los libros, sentir que compramos barato. Esa sensación la da el mercado informal».
Para su batalla contra la piratería, Cempro dió un curso en 2007, a 20 peritos para que aprendieran a detectar libros apócrifos entre los legales.
A pesar de todos los operativos no hay detenidos y menos sentenciados; en la calle son puesteros que no saben nada —casi todos menores de edad—, y en las bodegas no encuentran a nadie. Cuando alguien cae en la cárcel la pena es menor a cinco años y sale con fianza.
Sin delito qué perseguir
A lo anterior, se suma que la reproducción ilegal de libros no es un delito que se persigue de oficio, requiere de una denuncia de parte; ahí entra Cempro en representación de los editores porque algunos temen hacerlo porque han recibido amenazas, gente que les dice: «¿Quieres mucho tu libro, más que a tu familia?».
Buscan modificar en la legislación vigente, pero no han podido. Sus acciones de 2007 fueron buenas, sólo han tocado la punta del iceberg.
«No hemos llegado a las imprentas, no hemos llegado a todas las bodegas, sólo a unas cuantas; debemos llegar a todos los puntos de venta, en eso trabajaremos el año entrante», explica Gally.
La meta de Cempro, sociedad que también lucha por reducir la repografía de libros y concede licencias para poder hacerlo de manera legal, es llegar a la base del iceberg.
Gerardo Gally dice que «hay que ir con los productores, son ellos a los que no hemos podido agarrar; estamos tratando de llegar también a las principales bodegas».
Para 2008 ampliarán los operativos al resto del país, alcanzar otros centros de distribución. Recorrer una red que atraviesa Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Guadalajara y llega al norte.
Saben que en las ferias de libro municipales o locales casi todo el libro que se vende es pirata; a esos espacios les falta llegar, se han concentrado en puestos de calle del Distrito Federal y bodegas de la zona metropolitana, ubicadas en Iztapalapa, Tlalnepantla y Chalco.
Las casi 300 toneladas de libros apócrifos decomisadas, permanecerán bajo resguardo de la PGR hasta que concluya el proceso legal, entonces se destruirán y podrán donar el papel.
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