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jueves, mayo 15, 2008

Arquitectura / España: El estudio colectivo ACXT

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Exterior e interior del Centro Deportivo y de Ocio, en Langreo. (Foto: Cortesía de ACXT)

C iudad Juárez, Chihuahua, 15 de mayo, 2008. (RanchoNEWS).- El estudio español ACXT está formado por 400 arquitectos, además de biólogos, ingenieros y químicos, que construyen y tienen oficinas en todo el mundo. «Asumimos todos los encargos aunque cada uno tenga un padre que le da cara y ojos». Una nota de Anatxu Zabalbeascoa para El País:

«Creemos que los tiempos en que un arquitecto hacía de director de orquesta han pasado. La autoría de un proyecto hoy es compartida. El arquitecto plenipotenciario está en extinción». El jefe de ACXT, el arquitecto Jesús Susperregui (Hondarribia, 1961), lo tiene claro. Cree que es el sentido instrumental de la ingeniería, «que hace posible las ideas de los arquitectos», lo que está cambiando la arquitectura. «Vivimos en un tiempo de trabajo en equipo. La suma responde mejor a la realidad compleja actual». Su empresa, como las grandes firmas anglosajonas, no tiene nombre de arquitecto, sino las siglas ACXT: «Las primeras cuatro letras que estaban libres en el registro». Susperregui considera que la autoría compartida no lleva a perder el control sobre el proyecto ni diluye la responsabilidad, sino que aporta complejidad y precisión. «La división funciona ya en todos los planos de la cultura. De la jerarquía en la creatividad hemos pasado a la red. Las aportaciones son complementarias, híbridas. Hoy un biólogo o un diseñador tienen algo que decir en la arquitectura», apunta. Su empresa-estudio cuenta con biólogos, ingenieros y químicos que trabajan, codo con codo, en el diseño de edificios.

Susperregui tenía 30 años cuando dejó Ingeniería Idom, «un lugar atípico porque un arquitecto allí no puede hacer carrera». Es significativo que eligiera empezar allí. Admite que los arquitectos dispuestos a trabajar para empresas de ingeniería lo que les interesa es el silencio: «Tal vez estemos cansados del discurso retórico y endogámico de la arquitectura actual. Al trabajar con los ingenieros buscas hacer algo real». Así, es crítico con la enseñanza en las escuelas de arquitectura nacionales: «Hay una carga teórica muy importante. Y uno vive en una burbuja, alejado del disfrute de la construcción». En Idom (la firma de ingenieros que levantó el Guggenheim), mil ingenieros construían puentes e instalaciones para la industria siderúrgica. Susperregui fue el primer arquitecto y su primer proyecto fue un oleoducto. «Allí había poca arquitectura», admite. En el mundo anglosajón es habitual la comunión de los ingenieros y los arquitectos en una misma firma. Es también frecuente que, lejos del mítico taller, un estudio sea una gran empresa. «Somos una mezcla entre un estudio tradicional y una empresa a la americana. Somos 400 profesionales, una cooperativa. No buscamos el anonimato, sino el trabajo en equipo. Asumimos todos los encargos aunque cada uno tenga un padre que le da cara y ojos».

Cuando hace una década nació ACXT en Madrid, muchos lo entendieron como una escisión de Idom, arquitectos que no querían que la imagen pragmática de la ingeniería les restara clientes. Hoy han incorporado ingenieros a la plantilla conforme han ido creciendo. La mayoría de sus encargos son obra pública. Su especialidad ha sido ganar concursos y hoy están construyendo por toda España y por medio mundo. Entre otros: una escuela de negocios en Irlanda, la Universidad de Misratah en Libia, una biblioteca en Ourense, un campus universitario en Pekín, el Centro Polideportivo Pau Gasol de Sant Boi (Barcelona) y el nuevo Estadio de San Mamés, en Bilbao, un proyecto que se escapó de las manos de estrellas mediáticas para apostar por la solvencia de esta cooperativa. A ese mundo de estrellas arquitectónicas ellos contraponen «lo que falta en la arquitectura mediática: el rigor. No nos interesa sobresalir. No somos arquitectos de circo. Nuestro discurso es otro: cumplimos plazos y presupuestos. Tenemos voluntad de servicio».

¿Creen que eso les lleva a construir mejor? «Para nosotros el cliente no es una excusa para hacer algo con nuestro sello. Creemos que un proyecto bien hecho es aquel con el que el cliente queda contento». Así, frente a la descarga emocional de buena parte de la arquitectura actual, ellos defienden la descarga racional. ¿Es mala la expresión? ¿Esclaviza? «Dentro del equipo no todo el mundo opina lo mismo. Somos una suma de individuos y eso tiene un reflejo». Susperregui considera que la arquitectura, en sí misma, es expresiva. «La arquitectura cuenta cosas. No es sólo producir un espacio para cubrir una necesidad. Cómo llegas a solucionar un problema define la arquitectura que haces. Si lo haces desde el silencio, tratando de transmitir emoción, sale un tipo de edificio. Si lo haces con tralla, celebrando, exagerando con voluptuosidades esa emoción, el edificio es otro. Nuestra obra quiere ser más callada. Pero no menos emotiva».

La media de edad de ACXT es baja. Los responsables tienen 35 años. «Ofrecemos poder temprano. Incitamos a que empiecen pronto a diseñar». Es una manera de arraigarlos en el estudio. Aunque algunos necesitan volar: «Eso ocurre. Ponemos el nombre de quien firma el proyecto. Pero no es lo mismo estar solito que pertenecer a un colectivo». Con todo, la mayoría acaba adaptada. «Se habrán ido tres directores de proyecto en estos años», apunta. ¿Confían a alguien joven y sin experiencia un encargo? «La gente joven con responsabilidad crece. La apuesta en la entrega de una persona con ganas nos ha dado siempre buenos resultados. Son los más exigentes».

ACXT es también un laboratorio de investigación. «Es necesario crecer en paralelo. Buscamos lugares de encuentro entre la construcción y la universidad para tratar de innovar». Así comenzaron a investigar «un vidrio que cambia sus condiciones de transparencia a voluntad, desde un ordenador. Con él uno podría rediseñar las fachadas de un edificio de vidrio a diario. Hacer una opaca, otra transparente..., según las necesidades de filtro de luz». Un día los llamaron de la Universidad de Upsala y hoy fabricarán el primer vidrio activo en Suecia. Además, indagaron en las fachadas vegetales. «Introducir elementos vivos para sombrear, para aislar térmicamente o generar ventilaciones que se mantienen con riego por goteo. La planta de hoja caduca, aplicada a una fachada, en verano da sombra y en invierno permite el paso del sol», resumen. La investigación hoy está organizada con un sistema de becas financiadas por industriales y gestionada por comités de seguimiento compuestos por químicos, ingenieros, arquitectos y biólogos de las universidades. El anonimato da ese pragmatismo. Susperregui lo confirma: «Creemos que es fundamental que la arquitectura acabe en obra. Uno puede tener un discurso espléndido y si no sabe cuajarlo en un edificio acaba convertido en muy poco». -

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