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La pianista. (Foto: Francisco Olvera)
C iudad Juárez, Chihuahua, 13 de mayo, 2008. (RanchoNEWS).- Silvia Navarrete prosigue su proyecto de rescatar la música mexicana del siglo XIX. Con un disco para combatir el silencio que cubre «su extraordinaria obra», rinde homenaje al compositor en su centenario luctuoso. La intérprete destaca el sello nacionalista y lúdico del autor. Una nota de Ángel Vargas para La Jornada:
El triunfo de la Revolución Mexicana propició el rompimiento a tabla rasa con prácticamente todo lo relacionado con el régimen porfirista.
Esa ruptura, aunque en forma involuntaria, resultó injusta en algunos campos, entre ellos el del arte y en particular en el ámbito de la música académica.
Por esa razón, en términos generales, la mayoría de los compositores de la segunda mitad del siglo XIX son conocidos sólo en su biografía, y el corpus de su obra permanece en espera de ser desenterrado.
Tal explicación ofrece la pianista Silvia Navarrete sobre el silencio que prevalece en torno a la música de Ricardo Castro, pese a que fue un compositor excepcionalmente talentoso, además del más virtuoso intérprete mexicano de piano de finales del siglo XIX.
«Al igual que la mayoría de sus colegas de esa época, Castro fue enterrado, anatematizado por la Revolución de 1910. Que se haya relegado a esos autores es, sin duda, una gran injusticia porque, junto con los pensadores de la segunda mitad del siglo XIX, son los forjadores de la nación y el nacionalismo; comenzaron a definir lo que es ser mexicano y su identidad», aclara la intérprete.
Olvido injustificable
«Que Castro perteneciera a la clase privilegiada no justifica el olvido de su quehacer. Hijo de senador, hablaba muy bien el francés, como todo buen burgués de finales del siglo XIX, y tuvo gran influencia de la música europea en su manejo como compositor».
La plática con Silvia Navarrete tiene lugar a propósito de la aparición de su más reciente material discográfico, mediante el cual rinde homenaje al compositor duranguense con motivo de su centenario luctuoso, cumplido el año pasado.
Sin más título que el nombre del autor, el álbum incluye 18 piezas con cuya selección la intérprete ofrece –a decir del musicólogo Ricardo Miranda– «un retrato sonoro completo y polifacético de Castro», al incluir ejemplos de sus diversas facetas.
Así, pueden encontrarse obras para piano solo, para piano y voz (segmento en el que participa el tenor Fernando de la Mora, con dos obras), valses, improvisaciones, el rubro operístico (con diversos momentos de sus óperas Atzimba y Rigoletto) y ejemplos de su escritura de tipo europeo y nacionalista.
De acuerdo con la también docente en el Conservatorio Nacional de Música, la factura de la obra de Castro es muy cuidada y detallada, y «bien podría ser firmada por cualquiera de los grandes autores europeos de su época».
Abunda: «Fue el virtuoso más grande de su época, como tal gozó de fama y reconocimiento, incluso en sus giras por Europa. Fue un pianista extraordinario, por tanto, sus obras para piano se mantienen en esa línea. No es música de salón, es música de concierto, está hecha para pianistas profesionales. Su sello como compositor, sin duda, está dado en las obras de corte nacionalista, en las que se observa a un creador lúdico, con mucho sentido del humor y ligereza en el uso de la improvisación. Su escritura dentro de la atmósfera europea, en tanto, puede ser confundida con la de cualquier otro compositor; son obras en las que se ve a un autor correcto y altamente refinado».
La imagen que la pianista se construye del compositor, a partir de su música, es la de un hombre solitario e introvertido: «Lo veo como podría ver a cualquier gran compositor, con la genialidad que se tiene desde niño: con un lenguaje, algo que decir definido desde el principio. Veo un hombre aislado, un mexicano, un hombre que lucha por plasmar su lenguaje y comunicarlo».
El famoso vals Capricho
Silvia Navarrete abrevó por vez primera en la obra de Ricardo Castro como parte de un proyecto que se remonta a hace 12 años, de rescatar la música mexicana del siglo XIX, en particular la escrita en la segunda mitad de esa centuria. Como fruto de ese trabajo grabó el disco Ecos de México, en el cual incluyó una pieza del autor duranguense.
Sin embargo, su profundización en el personaje y su música ocurrió en el contexto de la proximidad de su centenario luctuoso, cuando determinó realizar un programa monográfico muy amplio, y así «me eché un clavado en la biblioteca del Conservatorio Nacional», del cual Ricardo Castro era director a su muerte.
«Era un hombre muy cuidadoso y en la biblioteca está la mayoría de su música, muy bien impresa, sólo que no existen copias ni a la venta pública; están todas en el fondo reservado. ¡El material es tan abundante y de tan alta calidad que alcanza hasta para tres discos!»
Como antecedente de su álbum, la pianista menciona un disco grabado hace seis años por su colega Eva María Zuk. «Antes de eso sólo se conocían algunos valses que había grabado Miguel García Mora, y el famosísimo vals Capricho, que es prácticamente la obra de Castro que más se conocía.
«Gracias a ese trabajo de Zuk comenzamos a ver un panorama más amplio del compositor», rubrica Navarrete, quien alude al álbum grabado en 2007 por Armando Merino, con todos los valses del autor.
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