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No voy a honrar la palabra tortura...
– Secretario de Defensa Donald Rumsfeld
Caminan a nuestro lado,
pasan sin vernos,
pueden vivir en la siguiente casa,
compartir nuestro lecho,
ser nuestros hermanos,
nuestros hijos.
Parecen normales,
como tú y yo,
pero no los mires a los ojos,
cerrarán los párpados
mirarán hacia adentro
recordarán el pasado
extrañarán la rutina,
el lento
deliberado
dolor,
la excitación paulatina
al golpear, patear,
esposar tobillos, muñecas,
torcer cuerpos en poses anti-naturales,
colgarlos de las paredes,
de las puertas,
cuatro horas, diez,
todo el día,
toda la noche.
No les pidas que te miren,
miran hacia adentro,
desean estar ahí,
oír los ladridos,
disfrutar del terror en los ojos oscuros,
del encogerse de miedo,
del contraer las extremidades esposadas,
mientras los ojos oscuros oyen resuellos,
sienten el vaho de la respiración,
el babear.
Ellos se ven ahí,
sienten una excitación paulatina,
disfrutan del dolor en los ojos oscuros
cuando los colmillos cortan
la piel reluciente,
sienten la dorada orina caliente,
la cálida pegajosa sangre
deslizarse por las piernas,
miran el pánico en los ojos oscuros
que temen que ellos, tu vecino,
tu marido, tu hermano,
suelten la cuerda
y ellos que no pueden
bajar las manos.
Oh, por favor, no les pidas
que te cuenten,
no quieren asustarte,
no quieren que los juzgues,
no creen que comprendas
que ellos obedecían órdenes,
trataban de complacer a sus jefes,
probar que eran buenos soldados
de la libertad,
que te defendían a ti y tu estilo de vida.
Ellos no te contarán cómo
el obligar a los hajis y a los ragheads
a masturbarse
enfrente de los otros,
aguantar las miradas,
las risas apenas contenidas
de las bellas soldados
que señalaban
sus erecciones oscuras
satisfacía su necesidad de humillar,
pero pronto, muy pronto, despertó
su deseo de las bellas soldados,
de las erecciones oscuras.
No les preguntes,
pues no te dirán
que la vida cotidiana
ya no es suficiente,
que sus maridos y sus mujeres
son pálidos substitutos
de la excitación
en medio de los ladridos,
las letrinas,
las negras bolsas de los cadáveres,
las pirámides de encapuchados
desnudos en su reluciente piel oscura,
las mujeres de camuflaje,
botas de terciopelo,
cigarrillos que cuelgan
de sus relucientes labios rojos.
No quieren lastimarte,
decirte
que la excitación se mezcla ahora
con el dolor en la mirada ajena,
con ladridos y gruñidos,
con imaginar al otro como perro.
No, no te dirán
que la excitación es lenta
y paulatina,
que se multiplica con fotos,
con imágenes
que pasan y pasan.
Caminan a nuestro lado,
mas no los mires a los ojos,
pues bajan la mirada,
se ven ahí,
meten las manos en los bolsillos,
por miedo de que no los obedezcan,
se ven ahí,
desearían que tú
no estuvieras aquí.
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