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Los organizadores. (Foto: Verónica Martínez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 21 de julio 2011. (RanchoNEWS).-«Necesito salir de acá para poder pintar el río y la gente sana. Y para poder demostrar que estoy poniéndome bien.» Ese deseo, escrito en un papel, pone en evidencia que quien lo enuncia lucha por reencontrarse con el mundo, con la libertad que ningún ser humano quiere perder. El dueño de esas palabras se hace llamar A. Bruno y es uno de los tantos integrantes del taller recreativo-terapéutico Aves de Paso que funciona en el Hospital Neuropsiquiátrico José T. Borda. «Siempre el arte como instrumento sirve para generar lazos sociales y recuperar algo de lo perdido, en este caso, el contacto con el mundo exterior –sostiene Pablo Lenzi, uno de los coordinadores del taller–. Nosotros creemos que el arte es terapéutico.» Es que el objetivo del taller que dio como resultado la exposición es romper con la exclusión y el encierro. Y reconstruir la subjetividad de cada uno de los internos. María Magdalena, otra de las coordinadoras y psicóloga social, explica: «Queríamos que se pudiera ver al sujeto detrás del ‘loco del Borda’. Entonces, nos pareció una buena idea que pudieran dar un testimonio de lo que significaba el taller, las pinturas y ellos mismos». La buena nueva es que Aves de Paso salió de entre las paredes del hospital: acaba de inaugurarse una muestra en Espacio Dadá (Borges 1655), que podrá visitarse hasta el 14 de agosto, todos los días a partir de las 20.30. Una nota de Sergio Sánchez para Página/12:
Ante la dificultad de que asistieran a la inauguración –por cuestiones que exceden a los coordinadores del taller–, los artistas expresaron en un papel sus anhelos, inquietudes y expectativas, a modo de presentación. «Quisiera saber la razón por la que estoy encerrado», comienza Bruno y luego cuenta: «Me inspiré para pintar en Van Gogh, el taller y la gente que me rodea. Yo sé que estoy loco, pero Vincent en sus últimos días tuvo un ataque muy fuerte de locura y se cortó una oreja, pero pudo vender sus cuadros. Me hubiera gustado haberlo conocido».
La experiencia del taller generó resultados muy positivos que se tradujeron en lo cotidiano, en hechos concretos. «Bruno siempre nos cuenta que antes de haber ingresado al hospital, hace más de 20 años, se dedicaba a la pintura y de hecho las vendía», narra Magdalena. «Era algo que lo apasionaba, realmente era su vocación. Pero una vez que ingresó se alejó de todo eso y a través del taller se volvió a conectar con la pintura. Y eso es increíble». En ese camino también se encuentra Héctor, quien sorprendió con una pintura que refleja su falta de libertad. Apasionado por los paisajes y los animales, Héctor pintó con témperas un caballo atrapado en un corral. Dante L. se lució con un collage titulado La soledad, Carlos S. dejó volar su imaginación para crear un Animal prehistórico y A. Babic esbozó con su pincel un «manicomio». «Si bien en este espacio encontraron un lugar donde poder desplegar su subjetividad y expresarse, no podemos descontextualizar las obras», se lee en el programa de la muestra. «Imposible que el acto creativo sea ajeno a un contexto de exclusión, abandono y olvido».
«Todavía vivo de mi niñez», dice poéticamente Dante en su escrito. «Desde hace 20 años estoy internado por causa ajena a mi voluntad. No estoy loco, pero sí al borde de la locura». Lo que le sobra es lucidez. «Nosotros estamos en desacuerdo con la ‘manicomialización’ –apunta Lenzi–. O sea, estamos a favor de la ‘desmanicomialización’. Tiene que ser algo paulatino, gradual, con políticas fuertes bien pensadas y diseñadas con gente que esté especializada en el tema. ‘Desmanicomializar’ no es cerrar un hospital, porque eso sería dejar a los pacientes en la calle y sin ninguna posibilidad de volver a hacer un lazo con el mundo, ese lazo que perdieron.» Y Magdalena suma: «De hecho, para muchos pacientes el hospital es su casa. Y en todo este tiempo, cuando se corría el rumor de que lo iban a cerrar, muchos tenían miedo y sentían angustia. Ya es su lugar de pertenencia, para bien o para mal».
Es que las falencias que sufre el sistema de salud mental es necesario contrarrestarlas con cambios estructurales. Por lo menos, a eso apuntan los creadores de Aves de Paso, en sintonía con la nueva Ley Nacional de Salud Mental promulgada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el 2 de diciembre de 2010. «La internación psiquiátrica está pensada por un tiempo determinado –cuenta la psicóloga social–, porque es para una situación de emergencia del paciente. Pero en el Borda la mayoría de las personas que están internadas están más de veinte años. De hecho, en la nueva ley está especificado que si pasa más de un mes la internación no está justificada. Porque es para un momento de emergencia».
Entre otros puntos, la norma prohíbe la creación de nuevos «manicomios», promueve dispositivos tales como casas de convivencia y hospitales de día, limita las internaciones involuntarias y las pone bajo un control en el que participan organismos de derechos humanos. «Lo que también hace la nueva ley de salud mental –agrega Lenzi– es limitar las ‘insanias’. A un paciente que se lo interna en el Borda generalmente se lo declara insano y se le empieza a tramitar una pensión. La nueva ley frena la internación compulsiva de pacientes en un hospital neuropsiquiátrico. También habría que discutir qué es la peligrosidad. Si bien la patología es crónica, existen compensaciones, apoyos y acompañamientos que pueden hacer que esa persona pueda estar en otro lugar que no sea encerrada 25 años en el mismo hospital».
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