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La autora, con Lucian Freud. (Foto: Cortesía de Pilar Ordovás)
C iudad Juárez, Chihuahua, 26 de julio 2011. (RanchoNEWS).-En diciembre de 2003 recibí una carta que cambió mi vida para siempre; tanto profesional como, sobre todo, personalmente. Conocí a mi gran héroe, uno de los mejores pintores de todos los tiempos y a alguien al que tengo el gran orgullo de haber tenido como amigo. Tomado de El Mundo:
En ese momento estaba trabajando en Christie's y un cuadro pintado en 1972 por Lucian Freud se iba a vender en nuestra subasta de noche en febrero. Había trabajado con la familia que estaba vendiendo el cuadro, había preparado una nota y catalogado el cuadro y le había enviado mi trabajo al artista para asegurarme que era todo correcto y estaba contento.
El cuadro Factory in North London era uno de los tres paisajes urbanos que el artista pintó a la muerte de su padre. Después de varias llamadas de teléfono (por parte del artista, puesto que Freud nunca daba su número) hablamos sobre la obra y quedé en enseñársela. No la había visto desde 1972. Recibí una carta invitándome a verlo y tomar algo en su casa y estudio en el barrio de Notting Hill. ¡Estaba tan nerviosa! Poder conocer al hombre cuya obra tanto admiraba y poder hacerle todas las preguntas que siempre había querido dirigirle.
Aquel encuentro duró casi dos horas. Me enseñó el estudio y las obras en las que estaba trabajando en ese momento. Acababa de terminar la cabeza de un caballo (Grey Gelding)y estaba apunto de acabar un desnudo con cerezas (Irishwoman on a bed).
Los muebles, la cama, las paredes llenas de pintura eran marco de tantos de mis cuadros favoritos y ¡yo estaba ahí! Hablamos de Factory in North London, de las obras en las que estaba trabajando en ese momento, del Londres de los años 50, de Francis Bacon y me contó su viaje a Madrid en 1952, cuando fue a buscar a Caroline Blackwood, a la que sus padres habían mandado lejos de Londres con la intención de distanciarlos... Con ella se casaría en 1953.
Freud recordaba su primera visita al Museo del Prado y cómo fue todos los días mientras permanecieron en Madrid. Recordaba el paisaje y una ciudad muy diferente de aquella en la que yo crecí.
Ver el arte con Freud, a través de sus ojos, ha sido un enorme privilegio para mí
Hablamos de pintura, de la relación con sus propias obras, de su increíble disciplina de trabajo, de la ausencia de sus propios cuadros en su casa... Volví a verlo unos meses después. Un importante tríptico de Bacon sobre el que había escrito se vendía en subasta. Me invitó a comer y hablamos sobre Francis Bacon e Isabel Rawsthorne.
En estos primeros años, mis visitas estaban ligadas a enseñarle obras suyas que se iban a vender en subasta y hablar sobre ellas. Muchas veces le llevaba obras de Francis Bacon. Los artistas fueron inseparables desde que se conocieron en el 1945 hasta que dejaron de hablarse en los años 80 y Freud vio casi todas sus obras antes de dejar el estudio de Bacon. Ver una obra con él y a través de sus ojos fue siempre uno de los más grandes privilegios para mí.
Siempre me sentí culpable cada vez que una obra suya estaba en venta... Sobre todo porque mi pasión por su trabajo y el poder trabajar con él se tradujo en que la mayor parte de sus obras vendidas públicamente pasaron por mis manos.
Siempre pensé que a Freud no le gustaba verlas aparecer públicamente, aunque hace no tanto tiempo, cenando juntos con David Dawson y una coleccionista, confesó que, aunque decía que nunca estaba interesado en lo que pasaba en las subastas, en el fondo sí lo estaba.
Cuando Benefit supervisor sleeping se vendió en Nueva York estableciendo un nuevo récord para un artista vivo, al llegar de vuelta a Londres fui a verle con mi portátil para enseñarle la venta en un vídeo.
Según fue pasando el tiempo se fue forjando nuestra amistad. Durante estos años, mis visitas al estudio me dieron la oportunidad de ver las obras aparecer poco a poco en el lienzo, de tener conversaciones sobre multitud de temas y distintos periodos de su vida que le habían llevado a conocer a Giacometti, Picasso, Balthus, el París de después de la Guerra, el Londres del Soho y la bohemia, a gente tan variada como Ian Fleming, los Hermanos Kray, la reina Isabel II o distintos agentes de apuestas, muchos de los cuales se convirtieron en grandes coleccionistas gracias a la pasión de Freud por las carreras de caballos.
Recordaré siempre con especial cariño la época entre mi trabajo en Christie's y la incorporación a Gagosian en la que estuve trabajando con Lucian, David y Cecile Debray (comisaria del Centro Pompidou) preparando la exposición de Lucian (Lucian Freud, L'Atelier, de marzo a julio 2010) y, en especial, nuestra visita en coche a los distintos estudios en el norte de Londres en los que estuvo trabajando: Delamere Terrace, Clarendon Crescent, Glouscester Terrace en Paddington, Thorngate Road en Maida Vale y Holland Park.
En los últimos años los desayunos con Lucian y con David Dawson en Clarkes han sido momentos inolvidables. Tan especiales e importantes para mí me resulta imposible pensar que ya no está. No hay nadie como él, es imposible intentar describirle o dar pequeñas pinceladas con unas palabras. Su inteligencia, su sentido del humor, su generosidad lo hicieron único.Pensé que no se iría nunca y sé el gran privilegio que he tenido al tenerle en mi vida. Su obra vivirá para siempre.
Mayor información: Lucian Freud
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