«Para estos cuentos utilicé una técnica narrativa de Tarantino», dice Julián Herbert. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 15 de noviembre de 2017. (RanchoNEWS).- El escritor habla de su reciente libro de cuentos Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino, un homenaje al cineasta. Opina que no hay nada más egoísta que los políticos profesionales, porque son corruptos, autoritarios y tontos. Reyna Paz Avendaño lo entrevista para Crónica.
Un prófugo trabajador de Pemex que vomita a la Madre Teresa de Calcula, el sicario más buscado de México que tiene un sorprendente parecido con un famoso cineasta o unos extorsionadores que imparten pláticas educativas en escuelas rurales, son parte de los personajes de Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino, el nuevo libro de cuentos de Julián Herbert (Acapulco, 1971), en donde el escritor rinde un homenaje al director de cine estadunidense Quentin Tarantino.
«El libro es un homenaje a Tarantino, sólo hay un cuento que habla de él pero he tratado de usar una de sus técnicas, no cinematográficas pero sí de narración, sobre todo la manera en cómo construye a los personajes. Es un libro que está construido a partir de personajes que salen de otros libros o que vienen de ciertas subculturas, por ejemplo, hay muchas referencias a la pornografía, al cine pícaro francés de los años 80, a los aeropuertos que aparecen en películas de los años 70», señala el escritor mexicano.
Herbert indica en uno de sus diez cuentos que la técnica narrativa de Tarantino es la suma de referencias, citas y plagios, lo cual no es novedoso, pero a lo que el cineasta añadió un componente shakesperiano: el monólogo de la revelación, es decir, que los personajes se escuchen a sí mismos.
«Mi preocupación mayor era que los personajes no fueran superficiales, que tuvieran conflictos serios con el mundo, incluso no tienen que ser personajes buenos, me interesan mucho más los antihéroes y también en algún par de casos, son personajes bastante fracasados y en otros, son tipos que hacen cosas malas y les va bien. Quise representar personajes en sus grados de maldad que se salen con la suya», comenta.
El cuento que da título al libro narra la historia de Jacobo Montaña, un narcotraficante que secuestra a un crítico de cine para que le diga en dónde vive Quentin Tarantino, pues asegura que además de robarle la apariencia, ya que es idéntico a él físicamente, el estadunidense le ha robado la vida. Por esos motivos el narcotraficante quiere su cabeza.
«En las películas él se comporta un poquito como yo, pero en la realidad yo quería ser como él: yo quería ser actor, pasar del comercial para Clínicas Larios a la tele y al cine y llegar un día a Hollywood», confiesa Montaña, quien estudió teatro en la Ciudad de México y que al regresar a Saltillo se convirtió en el asesino más temido del país.
¿Una buena historia es aquella con preguntas?
Me he obsesionado mucho en los últimos años con eso, es una idea que viene del filósofo francés Alian Badiou, quien dijo que el trabajo de la filosofía no es dar nuevas respuestas sino cambiar las preguntas. Es una noción que me parece tan sencilla y sagaz, tan buena para entender el mundo. Es como cuando las preguntas del examen ya no son las adecuadas, es esa sensación de que lo que estás viviendo y lo que viene en el examen son dos cosas totalmente distintas.
«Los escritores, a diferencia de los teóricos y filósofos, nos dedicamos no a resolver problemas, sino a crearlos. Un escritor es buscabullas, en vez de darle consejos al lector, le hace la vida más difícil, lo mete en broncas con las estructuras y le da cosas que van por otro lado», responde.
¿Por qué la parodia en tus cuentos?
En las películas de Tarantino parece que te están contando un chiste, que el chiste termina y el sentimiento trágico emerge. Ése es uno de los problemas centrales de la estética contemporánea, el entrecruzamiento entre el sentimiento cómico y trágico de la vida. En lo sublime una de las cosas que hemos perdido de vista es eso, que lo sublime no sólo es la tragedia, no sólo es el pozo de oscuridad, el sufrimiento psicológico, a mí eso me empieza a aburrir mucho.
«Cuando veo el trabajo de artistas como Tarantino o por mencionar algo, vi hace poco un video de Miguel Calderón, este videoasta mexicano, me dejó volada la cabeza, ¿cómo está construyendo nuevos significados con formas narrativas que ya estaban ahí? Me interesa ese tipo de artistas que todavía están dando la pelea en el terreno de la reconstrucción y trabajo de las formas», opina.
Para Herbert la parodia es más seria de lo que parece porque es un elemento narrativo que permite retomar elementos que están en el espíritu clásico, «la parodia es un activo de pureza para limpiar las formas narrativas anquilosadas».
El también Premio de Novela Elena Poniatowska 2012 y autor de Canción de tumba, opina que no hay nada más egoísta que los políticos profesionales, porque son corruptos, autoritarios y tontos, ¿pero qué pasa con los escritores que quieren plasmar su experiencia humana?
«Como artista ya tienes un pesimismo: lo que escribas no va a cambiar el mundo ni el país, aunque escriba sobre la crisis en Pemex por corrupción o sobre tumbas clandestinas, eso sólo cambiará mi experiencia del mundo y de los lectores, porque las cosas se ven más clara cuando lo ves a través de los ojos de la narrativa», apunta.
Comenta que hay lectores ingenuos, pero ¿hay escritores ingenuos?
El mundo está poblado de escritores ingenuos. Hay dos formas de ingenuidad. Hay un escritor cuya ingenuidad es creer que puede hacer cosas que no puede hacer porque no conoce la técnica o porque la literatura no le importa lo suficiente. Es un tipo de escritor que me da mucha flojera. Pero hay otro tipo de escritor ingenuo que cree que está haciendo ciertas cosas y acaba haciendo otras, ese me interesa, aquel que llega a ciertas soluciones casi por accidente o que está buscando una trama y se encuentra con otra.
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