C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de febrero de 2021. (RanchoNEWS).- El jazz, como señala el crítico Ted Gioia, ha sido siempre una música de mezcla continua. «Impuro de nacimiento, el jazz lo fue cada vez más en su evolución», explica en su Historia del jazz (Turner). De modo que etiquetar a Chick Corea en el jazz fusión puede resultar una tarea tan imprecisa como melancólica. Otra cosa es que nos encontremos a finales de los sesenta, cuando el pianista estadounidense publica o interviene en Tons for Joan’s Bones, Inner Space, Now He Sings, Now He Sobs, Is, Sundance, Filles de Kilimanjaro y Bitches Brew (los dos últimos de Miles Davis), un abrevadero musical en el que se estaban centrifugando ritmos del pasado (la resaca del bebop aún era fuerte) con la energía del rock naciente que prendía por todos los rincones del planeta.
Como quiera que el legado de Davis era, aún lo es, extremadamente alargado, rápidamente los vástagos que se criaron musicalmente en sus ubres doradas empezaron a caminar por su cuenta. En los setenta Corea formó Return to Forever, John McLaughlin Mahavishnu Orchestra y Wayne Shorter y Joe Zawinul hicieron lo propio con Weather Report. Sí, el jazz fusión empezaba a tomar forma por mucho que ese concepto no hiciera más que confirmar la genética que corría por las venas de los ritmos y de sus intérpretes, seguramente inoculada por la generación anterior. Chick Corea formó parte de ese exclusivo grupo que comenzó a escribir un nuevo capítulo del jazz (¿fusión?).
Javier López Rejas escribre para El Cultural