C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de julio de 2021. (RanchoNEWS).- Insaciable, la novela se alimenta de los lenguajes que vagan por la sociedad. Ya sean jergas profesionales, discursos ideológicos, variantes regionales, mensajes publicitarios, expresiones generacionales, códigos de clase o estilos estéticos, la novela se apropia de todos ellos y los utiliza para sus fines, de la parodia a la caracterización de un personaje, del cuestionamiento a la extrañeza y el absurdo. Este proceso no tiene nada de nuevo: Cervantes lo hizo mejor que nadie, Dickens lo llevó al extremo, Joyce lo convirtió en acertijo y Bajtin lo teorizó. La novela siempre es la misma, y si cambia, es porque cambian los discursos y la manera en que se abordan.
La novela latinoamericana ejemplifica a la perfección esta voracidad, a grado tal que Roberto González Echevarría, en su ya clásico Mito y archivo, postula la hipótesis de que la narrativa colonial se basa en la mímesis del discurso jurídico; la decimonónica, en la de las exploraciones científicas y los tratados naturalistas, y la del siglo XX, en especial la novela telúrica, en los estudios antropológicos.
El texto de Federico Guzmán Rubio lo publica el suplemento El Cultural de La Razón