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DR XIV, de Anni Albers (1974). Tinta y lápiz sobre papel. (Foto: Archivo)
M éxico, 6 de noviembre, 2007. (Merry MacMasters/La Jornada).-La historia se repite. Hace unos años, una exposición en el Museo de Arte Moderno reveló en qué medida ciertas piezas prehispáncas, como el Chac Mool, habían influido en la obra del escultor británico Henry Moore.
Ahora, Anni y Joseph Albers: viajes por Latinoamérica, exhibición que será inaugurada este martes a las 19:30 horas en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), mostrará en qué forma las visitas a México de la célebre pareja de artistas abstractos alemanes modificaron su producción, al grado de que la serie Variants, o Adobes, desarrollada por Josef aquí en 1947, fue el antecedente de su afamado Homenaje al cuadrado.
Éste, a su vez, tuvo enorme influencia en el arte moderno, al igual que su libro Interactuando con el color. Organizada por la Fundación Josef y Anni Albers, en Connecticut, Estados Unidos, la exposición ya estuvo en Bottrop, ciudad natal del pintor, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, y el Museo de Arte Moderno de Lima, Perú, por el entusiasmo de Anni por el textil andino.
Por cierto, la Casa Luis Barragán inaugurará la exposición Josef Albers: homenaje al cuadrado, el sábado 10, a las 12 horas, en General Francisco Ramírez 12, colonia Ampliación Daniel Garza.
Relación con México
Tan intensa y profunda fue su relación con México –entre 1935 y 1967 hicieron más de 14 viajes– que en 1968 el arquitecto Ricardo Legorreta encargó a Anni la creación de un tapiz para el entonces nuevo hotel Camino Real, que estuvo colgada en el bar del vestíbulo. La curadora de la muestra, Brenda Danilowitz, quiso incluirla en la presente exposición de más de 250 piezas, entre pintura, textiles y joyería; sin embargo, nadie sabe cuándo fue descolgado ni dónde quedó.
Josef Albers (1888-1976) fue maestro en dos escuelas innovadoras en la enseñanza artística: la Bauhaus –donde también estudió–, primero en Weimer, Alemania, luego en Dessau, y el Black Mountain College, en Carolina del Norte, Estados Unidos. Además, dio clases en la UNAM, Chile y Perú.
Fue en la Bauhaus donde Josef conoció a Annelise Fleischmann (1899-1994), estudiante del taller de tejido. Casados en 1925, los Albers emigraron a Estados Unidos en 1933 ante el cierre –ese año– de la famosa escuela de arte y diseño, a raíz de la llegada al poder de los nazis en Alemania.
De acuerdo con Danilowitz, Anni era quien más ganas tenía de viajar al sur y fue quien organizó el primer viaje de la pareja a México. De allí que su nombre aparece antes que el de su marido en el título de la exposición.
Los Albers reconocieron en México un lugar donde el «ambiente y la sensibilidad visuales» se imponían. Era «la tierra prometida del arte» para Josef. En una exposición de 1936 en el vestíbulo del periódico El Nacional, el pintor fue aclamado como «uno de los fundadores del abstraccionismo».
Durante las siguientes tres décadas los Albers regresaron constantemente a México, viajando a lo largo y ancho del país. Viajes… muestra cómo la experiencia de México y Latinoamérica transformó el trabajo de los Albers de manera «sutil, poderosa y radical». La curadora apunta: «Anni y Josef fueron artistas terriblemente independientes que compartían una filosofía del arte como una actividad fundamentalmente humana y humanizadora».
Las fotografías de Josef y su método para combinarlas en collages son «la clave para entender cómo traducía sus encuentros con la arquitectura monumental de Monte Albán, Teotihuacán y Tenayuca, en pinturas abstractas que exploran el potencial de desplazamiento de espacios dentro de una superficie bidimensional».
Anni, en tanto, introdujo los colores mexicanos en sus trabajos, así que sus textiles se liberaron de las estrictas limitaciones de la trama que habían dominado su trabajo realizado en la Bauhaus.
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