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L'empreinte du fer à repasser, 1984, 60 x 40 cm, Silbergelatine-Print, (c) (Foto: Alain Fleischer)
M éxico, 15 de noviembre, 2007. (Merry MacMasters/ La Jornada).- Dotar de una segunda vida a las imágenes es un tema latente en el quehacer del fotógrafo Alain Fleischer (París, 1944). De allí que el también cineasta y escritor francés guste de aparecer o reaparecer imágenes invisibles al ojo humano.
Su modo de acercarse a la fotografía se resume en 28 obras que, a modo de retrospectiva, con el título El marco y el reflejo, se exhiben como parte de Fotoseptiembre en el Centro de la Imagen (Plaza de la Ciudadela 2, Centro), hasta el domingo 18.
De padre húngaro y madre franco-española, Fleischer toma fotos desde los 10 años de edad, aunque nunca retratos, sino composiciones con objetos.
Al respecto, el artista expresa: «Me gusta organizar la imagen, la luz, la composición, con personajes, con dispositivos bastante complejos, con espejos, con proyecciones. La fotografía es una manera de hacer reaparecer algo. Muchos fotógrafos han considerado que ese arte estaba relacionado con la muerte, con cosas pasadas. Es decir, siempre es una imagen de algo que fue, pero ya no está», declara.
«Aparte, considero que la fotografía tiene un poder muy fuerte de reaparición. En Italia, por ejemplo, los cementerios tienen pequeñas fotos de las personas fallecidas hace mucho tiempo. Cuando las he refotografiado, las proyecto de noche en paisajes, jardines y playas, así que en estos sitios reaparecen las personas». De allí la serie La noche de los rostros.
«La fotografía es ¬la primera imagen en la historia del arte que no queda pegada a la tela o la pared, que tiene ese poder de ser proyectada», apunta el entrevistado, quien hace una década fundó, con apoyo del Ministerio de la Cultura francés, el Estudio Nacional de las Artes Contemporáneas Fresnoy, escuela de cine, fotografía y multimedia.
Otra sección se compone de imágenes mediante la utilización de espejos y juguetes. Explica: «He hecho muchas reproducciones de pinturas famosas, como La maja desnuda, de Goya, o una Venus, de Velázquez. Después, esas imágenes las proyecto sobre una pared, mientras que en el suelo un pequeño espejo es arrastrado por un juguetito mecánico, durante cuyo trayecto capta el reflejo de la imagen proyectada como una traza luminosa.
«Son cosas bastantes complicadas de hacer. Sin embargo, para mí son experimentaciones. La fotografía no debe ser sólo una captación de la realidad, aunque también me interesa tenerla, pero mi trabajo consiste en organizar cosas que no son visibles y en inventar dispositivos para explorarlas».
En otra sección, la imagen de una odalisca de un pintor francés del siglo XIX es proyectada sobre las paredes de un patio, con visibilidad desde todos los cuartos del departamento de enfrente, como si la mujer estuviera mirando hacia adentro, en una inversión de los términos.
Para la última serie, Fleischer tomó imágenes de personajes de películas filmadas en Roma, las proyectó en las calles de su ciudad de origen y fotografió la escena: «Son como fantasmas que vuelven a los sitios donde una vez estuvieron», dice.
«Vivimos en una inmersión de imágenes y, a lo mejor, no somos más que eso». A la manera de una metáfora, Fleischer imagina que «el sol en vez de ser un proyector de luz blanca, pura, vacía, lo es de películas. Recibimos las imágenes mandadas por el sol, o sea, somos esas imágenes».
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