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Los jóvenes integrantes de la orquesta venezolana en una de sus presentaciones en Estados Unidos. (Foto: Jennifer Taylor)
N ueva York, 13 de noviembre, 2007. (David Brooks/ La Jornada).- Un joven venezolano de 26 años de edad, 160 de sus colegas y el visionario maestro de todos ellos (y miles más) han conquistado Estados Unidos.
Gustavo Dudamel culminó una gira triunfante en Estados Unidos al frente de la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar en un par de conciertos en el Carnegie Hall –su debut en Nueva York. Anteriormente se presentaron en Los Ángeles, San Francisco y Boston donde, como aquí, cambiaron el mundo.
Considerado por los grandes maestros de la música clásica actual como uno de los directores más talentosos del momento, Dudamel encabezó la orquesta Simón Bolívar que impresionó tanto por su elevado nivel técnico como por la pasión y alegría que contagió a sus públicos de costa a costa, aquí. «Es el conductor más asombrosamente talentoso que jamás he visto», afirma Sir Simon Rattle, director principal de la Filarmónica de Berlín, y con quien compartió uno de los programas en el Carnegie Hall.
Toda la sala se puso de pie
Al culminar su gira anoche en el Carnegie Hall, la orquesta Simón Bolívar se movía como el mar, a veces tranquila, a veces embravecida, al interpretar el Concierto para Orquesta de Bela Bartok bajo la batuta de Dudamel. El concierto se expresó con tal entrega y energía que la respuesta del público ante este regalo musical fue algo que casi nunca sucede entre los públicos neoyorquinos, famosos por su exigencia (a veces, más bien, por su arrogancia): la sala entera se puso de pie y ante una ovación interminable el director se vio obligado a regresar tres veces al escenario ante los «bravos» y expresiones de júbilo.
Cuando Rattle, director de la mejor orquesta del mundo, la Filarmónica de Berlín, tomó la batuta frente a los jóvenes para tocar la Sinfonía 10 de Dimitri Shostakovich, esa misma energía sacudió una de las grandes salas de la música mundial, provocando otra ovación sostenida de inmensa gratitud. Para celebrar, tocaron Mambo, de la obra West Side Story, de Leonard Bernstein, la cual interpretaron como un mambo real, con los músicos tomando turnos en hacer girar sus instrumentos, levantarse en conjunto para gritar «mambo», mientras de repente dos violinistas empezaron a bailar, contagiando de movimiento a un público que –en este tipo de salas y actos– no suele mover las caderas. Triunfando así, levantando sus instrumentos al aire, concluyó la gira.
Los 160 músicos fueron a celebrar más tarde, según se enteró La Jornada, al Hard Rock Café de Times Square, por si alguien deseaba comprobar que son jóvenes.
Las reseñas de los conciertos en los medios estadunidenses a lo largo de la gira en ambas costas celebraron en tonos de puro éxtasis las actuaciones del joven maestro y sus colegas. «Es el show más grandioso del mundo», afirmó el crítico cultural del Los Ángeles Times, e insistió que ese es un hecho, no una opinión: «Después de atestiguar la histeria masiva entre un público de 2 mil 200 personas y tras observar una orquesta lograr cosas que ninguna otra ha hecho de esa manera, ahora tengo la obligación de reportero de registrar los hechos: la Tierra circula el Sol; El Grande (el gran sismo que se espera ocurra en California) golpeará, tarde o temprano, a Los Ángeles; los venezolanos, bajo su conductor de 26 años, son el futuro, afirmó Mark Swed.
El Boston Globe reportó que «olas de entusiasmo» inundaron la sala sinfónica, ante la «asombrosa energía y puro delirio de su música».
Pero todos los críticos también reconocieron la cuna donde nacieron estos jóvenes: el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles, experimento extraordinario que se ha desarrollado durante 33 años en su país, y que ahora cuenta con un apoyo más amplio que nunca del gobierno venezolano.
Fundado en 1975 por José Antonio Abreu, el «sistema» ahora incorpora unos 250 mil jóvenes, mil 800 maestros, 246 centros educativos y 125 orquestas; Dudamel y la Orquesta Simón Bolívar son sus estrellas. Este año, el presidente Hugo Chávez anunció que incrementará el financiamiento del (sistema) para lograr incorporar un millón de participantes. Gustavo Dudamel reconoce que él es quien es hoy, gracias al sistema, y ha declarado: «no estamos buscando una meta personal, siempre es colectiva. Soy producto del sistema, y en el futuro, estaré ahí, trabajando para las próximas generaciones», comentó al New York Times (su revista publicó un extenso y excelente reportaje sobre el maestro y el sistema hace un par de semanas).
Elaboró más sobre cómo el sistema ha rescatado a miles de jóvenes, como él, al integrarlos a una gran «familia» musical, como comentó a La Jornada en entrevista con Pablo Espinosa durante su presentación de Monterrey, a finales del mes pasado (La Jornada, 29 de octubre).
Iniciativa exportable
Para el maestro Rattle, el «sistema es la cosa más importante que está ocurriendo en la música clásica en cualquier parte del mundo», reportó el New York Times. Su ejemplo esta inspirando a casi todos los países de América Latina, junto con algunos europeos, y ahora Estados Unidos.
Todo esto, a partir de Dudamel y la orquesta, acaba de cambiar el panorama cultural de Los Ángeles –la segunda ciudad más grande del país– donde junto con su concierto se anunció formalmente que esa urbe impulsará un proyecto de educación musical con el modelo del programa el venezolano. La Filarmónica de Los Ángeles y el alcalde Antonio Villaraigosa revelaron que esto se iniciará en una sola zona marginada, pero que el objetivo a largo plazo es otorgar un instrumento musical y un lugar en una orquesta a todo niño y joven que lo desee en esa ciudad.
Dudamel estará ahí para dar forma a la iniciativa: ha sido contratado como el próximo director musical de la Filarmónica de Los Ángeles, a partir de 2009.
A la vez, también están cambiando la música clásica aquí. Swed, el crítico de música de Los Ángeles Times, considera que estos venezolanos son gran parte del cambio en el mundo de la música clásica, y su forma particular de abordar la música, muy suyo, contiene una «amenaza al status quo». Argumenta que los venezolanos «lo han hecho solos, no han ido a (la famosa escuela de música) Julliard, y Julliard no ha enviado a masas de instructores a ellos. No han tomado clases (…) con músicos famosos. Su éxito implica que toda la estructura de clase de la música clásica ahora está en peligro de deshacerse».
Así, Dudamel y sus 160 colegas, y sobre todo el maestro de todos ellos, Abreu, están cambiando al mundo, como comprueba su paso por Estados Unidos. Para cualquiera en México que lo dude, podrá comprobarlo esta semana: la próxima y última escala de esta gira internacional es la ciudad de México, este 15 de noviembre, en el Palacio de Bellas Artes.
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