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Un hombre, retratado a su salida de la sede londinense de EMI (Foto: AFP)
M adrid, 10 de enero, 2008. (Diego Manrique / EL País).-EMI, la principal discográfica de origen británico, pasó un 2007 terrible: aparte del descenso general en ventas, casi un 11% en el Reino Unido, estaba la publicitada marcha de artistas significados como Paul McCartney y Radiohead. Parece que las turbulencias no han hecho más que empezar: el martes se anunciaba el despido de su principal directivo, Tony Wadsworth. La compañía sufrirá una fuerte reestructuración tras su compra por Terra Firma, un fondo de inversiones que se ha ganado el antagonismo del mundillo al acusar de despilfarro al negocio de la música y denunciar a las superestrellas por su vagancia.
Guy Hands, jefe de Terra Firma, no es un maestro en las finuras diplomáticas. Tras adquirir EMI por 2.400 millones de libras, explicó que era un ejemplo de su estrategia empresarial: «Buscar los peores negocios en los sectores más complicados». Tampoco ocultó que su objetivo era sanear EMI y revenderla en unos años por tres o cuatro veces su precio original.
El defenestrado Wadsworth era un personaje respetado en la industria musical y se le atribuían algunos contratos novedosos, como el firmado por Robbie Williams: a cambio de un adelanto de 80 millones de libras, el cantante entregaba cuatro discos y repartía beneficios del directo y el merchandising con EMI. El equipo de Terra Firma minimiza ahora el acuerdo -queda un disco por entregar- y asegura que Robbie representa menos del 1% de las ventas mundiales de EMI. Wadsworth ha sido reemplazado por ejecutivos que vienen de Estados Unidos o de negocios extramusicales.
Tampoco ha tenido buena acogida el rapapolvos de Guy Hands a las figuras de la música, a las que exige mayor productividad y menos caprichos: «Eso sólo lo puede decir alguien que no está acostumbrado a tratar con artistas», susurra un alto empleado de la compañía en España. El grupo Coldplay, que debe todavía dos discos a EMI, ya ha hecho saber que no piensa renovar contrato mientras siga la inestabilidad general.
Falta de entusiasmo
Los tránsfugas no se muerden la lengua. Paul McCartney, que fichó por Starbucks, se queja de que la multinacional no se entusiasmaba con sus discos: «Cuando me presentaba con un nuevo trabajo, decían que estaba bien pero que necesitaban seis meses para preparar un plan de mercadotecnia. ¡Seis meses!». El ex beatle piensa que la firma había caído en la rutina: «Lo primero que decían era 'vamos a llevarte a Colonia', para hacer promoción. Cuando llevas décadas yendo a Colonia, empiezas a pensar si no hay otra manera de hacer las cosas».
Más escandalosa ha sido la ruptura con Radiohead, que vendió 25 millones de discos en EMI. El desencuentro llegó tras una larga pugna en la que su cantante, Thom Yorke, editó con el sello XL su primer disco en solitario, para hacer ver que el grupo iba en serio. Exigía hacerse con el control de sus antiguas referencias, «para que no abusen de ellas, como ocurre con Pink Floyd». Terra Firma se negó y reaccionó con malas artes, retratando a Radiohead como megalómanos avariciosos. La respuesta del grupo fue ofrecer In rainbows, a través de Internet y a cambio de la voluntad. Una jugada maestra: a pesar de que más de millón y medio de seguidores se descargaron este trabajo, la edición física del disco, recién publicada por XL, está en el número uno de las listas británicas.
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